viernes. 26.04.2024
ceniza
 

Poesía | JESÚS CÁRDENAS

Hay libros que nos reconfortan porque su poesía alienta un cándido fervor; otros son perturbadores, suelen ser los que se nos cruzan en el camino, y, antes que generarnos convicciones, nos arrojan serias dudas. Siempre es un gozo para el lector descubrir el intenso placer de paladear esos poemas que nos zarandean desde los presupuestos poéticos hasta el descarrilamiento de los conceptos. Es ese el caso de Cómo guardar ceniza en el pecho, de Miren Agur Meabe.

La autora de Lekeitio no es una desconocida en las lides poéticas. Ya recibió el Premio de la Crítica en 2001 y 2011 por El código de la piel y Espuma en las manos, respectivamente. Pese a todo, no se le reconoce hasta este libro esa gran valía: romper con la norma poética una vez asimilada la tradición.

La última entrega lírica de Miren Agur camina ya por la tercera edición en castellano, hecho que corrobora que el libro está en circulación y continúa demostrando su capacidad de fascinación, un vigor incuestionable que radica en su excepcionalidad. La misma escritora vasca se ha encargado de traducirse del euskera al castellano. El título original era Nola Gorde errautsa Kolkoan, publicado en Zarautz el pasado 2020. En castellano el membrete nos conduce a los pasadizos internos con los que se convive; en ellos queda la memoria de lo ardido. En todo el conjunto es relevante –y para nada farragoso– aquello que rodea a los poemas, el paratexto: tanto las citas como las anotaciones a pie de página enriquecen y ensanchan el horizonte de los versos.

El discurso poético de Miren Agur Meabe se ampara en una escritura introspectiva que refleja la dura realidad. El volumen se estructura en un poema preliminar seguido de seis apartados, lo que convierte en una casi anomalía una publicación poética de más de doscientas páginas.

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En el extenso poema inicial, “El método” descansa el sentido del título: “¿Cómo guardar ceniza en el pecho? // No existe método. / Tan solo resistir en el lindero / sin pensar en eso que se añora. / Aceptar que la vida no dispone ningún plan  para nosotros”. Es la vida la que nos incendia una parte y tenemos que convivir con la parte quemada. Esta enunciación ante lo fatídico debió venir precedida de una preparación y una fortaleza insoslayables, que nos muestran la solidez de la autora.

Del primer apartado, “Un álbum”, llama eficazmente la atención el afán de la autora vasca por explorar el lenguaje poético, quebrando la prosa con agilidad y acierto, despojando al verso de convenciones, así como de indagar en las conexiones entre lo cotidiano y lo imaginario, recuperando vivencias y sueños, empleando un léxico nunca referencial sino sugerente de sentidos, evocador de múltiples experiencias compartidas por los lectores. Tan líricos son los poemas en verso, “Los cromos” o “Los estados de la materia”, donde pueden espigarse composiciones pulcras como “Somos entes inestables, orfebrería fungible”, como las enternecedoras prosas poéticas “Madre en píxeles” o “Postal de las estaciones”, que comienza: “Faltan los frutales que saqueábamos los sábados después de la escuela. El prodigio transcurría en un instante: lanzar a un rincón el paño de practicar costura, quitarse el uniforme y salir a los campos”.

El segundo, “Fósforos”, mantiene la exploración poética (entre el cauce del verso y la línea sugerente), lingüística (usando neologismos, palabras del euskera…) y cultural, con diferentes referentes femeninos, lo que marca el desengaño de la igualdad de sexos y reivindica a quienes les faltó la notoriedad debida: mujeres reales o míticas. Así, se revela Lucy, el personaje de Drácula: “Dicen que resistir nos ayuda a ser más libres […] ¿estamos preparados para serlo?”. Miren emplea la técnica del distanciamiento en esta serie experimentadora ocultando el sujeto poético en otros sujetos ficticios, lo que le otorga mayor comodidad y amplitud de miras, atreviéndose con un uso del lenguaje suspicaz y puntiagudo. La pluma llega a afilarse, más aún, en “Óptica Casandra”: “te ningunearon porque resultabas incómoda”. Léanse el poema dedicado a la poeta iraní Forugh, y verán reflexiones sobre la irracionalidad de la sociedad, a la soledad en la lucha, pese a que “todo el mundo lo sabe / […] Solo queda una estrategia: escribir grafitis con nuestra caligrafía”.

ceniza portadaEn cada poema de los cuatro secciones restantes Miren, a base de experimentar, sigue tensando la cuerda y, en ese tirar, se desprende un sentido propio impregnado de significado: tras la demolición le sigue un proceso de reconstrucción. El tono de los poemas sigue transmitiendo nostalgia. De nuevo, el poema no surge de una realidad instantánea sino distante: “Y las raíces lejos” dirá en “El astillero”. En el apartado “Tempo Giusto” la conciencia individual toma la voz del desastre ecológico del planeta, como muestra “Devocionario ecomanual”: “En el estómago de la ballena / se oye gemir al terral entre los plásticos”. Algunos versos poseen la carga sentenciosa de la máxima: “Cómo escarbar en la pulpa sin perderse dentro” (“La draga”); otros contienen el soniquete de la canción: “Contar los dedos que te quedan en los pies, / paloma enferma / Y palpar la cuerda, palpar la cuerda, palpar la cuerda” (“Instrucciones para andar en la ciudad”). Con inhabitual desparpajo se ocupa de la pérdida de su ojo en los veintisiete haikus. En “Prefijación” aborda su concepción poética: “Cada vocablo es un clavo y tiene su música. // Es preciso soplar sin perder el ritmo / para traer al mundo a estas criaturas: / recomponer, renombrar, reflorecer, reencontrar”. Y, finalmente, traslada reflexiones sobre la propia escritura poética en la serie “Currículum del poema” y “Ruego a las palabras”, donde cierra el círculo produciendo un intenso efecto de resistencia: “No consintáis, palabras, que me olvide la historia, / del insomnio de la idea, del llavín de la fe. […] / No admitáis, palabras, que me aparte de este oficio / aunque la crudeza me golpee, aunque me devore la bonanza”. En el horizonte de la lectura hay guiños culturales, literarios; suenan ecos de Eloy Sánchez Rosillo, Blas de Otero, Eduardo Moga o Ada Salas, entre otros.

Libro perturbador el de Miren Agur Meabe, donde la memoria adquiere un tiempo presente, el sujeto vibra afrontándose a la oscuridad. Pero no solo impacta por la expresión de la identidad sino también cuando cursa la voz de los otros: del tono existencial al de la conciencia. En Cómo guardar ceniza en el pecho se cultiva una poesía comunicativa: la autora vasca sabe llegar a los lectores, a los que seduce con un abanico de posibilidades poéticas que van del versolibrismo, pasando por la prosa poética, hasta llegar al verso corto.

Cómo guardar ceniza en el pecho, de Miren Agur Meabe. Bartleby. Premio Nacional de Poesía 2021. 3ª Edición. 203 Páginas. COMPRA ONLINE


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Jesús Cárdenas, poeta, crítico literario y profesor.

Perturbador | "Cómo guardar ceniza en el pecho", de Miren Agur Meabe