miércoles. 24.04.2024

Estaba leyendo el Pentateuco por ver si concentrado en su lectura olvidaba el deseo de poner el aire acondicionado cuando un moscardón distrajo mi tarea.

¿He escrito alguna vez que los sucesos se concatenan y que un eslabón solitario, en este caso la lectura de lo de Moisés, encuentra a otro perdido, moscardón, y este a un tercero hasta formar un rosario de despropósitos? Con toda seguridad que sí. Las personas mayores repetimos los dichos y, como al mismo tiempo, vamos perdiendo memoria, el resultado es repetir, olvidar y repetir. Cadencia originaria de la expresión: «por ahí viene el viejo cargante de los cojones», dicho en tono cariñosos…por los cojones.

No quiero perder el hilo de la narración de este suceso abriendo paréntesis, costumbre también de mayores, que hacen olvidar el principal y preguntar: «¿qué te estaba contando?», interrogación que deja fuera de juego al preguntado que no está haciendo ni puñetero caso ni al principal ni a los meandros.

Estaba en lo del moscardón que se hizo presente con su agradable runruneo interrumpiendo el intento de concentrarme en la lectura del texto sagrado.

Lo que tenía a mano para espantar al intruso era el mando de la televisión, tercero de los eslabones. Lo utilicé. La mala fortuna hizo que en lugar de atizar con él al bicho volador encendiera la televisión. Saben que cuando surge un estímulo visual y/o auditivo, o ambos como en este caso, atrapa la atención y la concentra en el acontecimiento novedoso.

No fui una excepción. Pentateuco y moscardón se esfumaron. En su lugar surgieron «los ellos», los expertos contertulios que todo lo saben, exponiendo las conclusiones científicas a las que habían llegado en sus investigaciones y pontificaban sobre«La influencia de los videojuegos en el sexo fluido», «los jóvenes criminales haciendo la ola»,«¡políticos, al salón!» y otros temas que no tuve tiempo de escuchar porque silencié el aparato.

El cambio del Pentateuco por una novela negra, el aire acondicionado a 24 grados y el hipnótico soniquete del moscardón me sumieron en el sueño reparador que necesitaba mi cuerpo para superar el trauma televisivo.

Al despertar me dije: «¡Cosas de la calor!». Y escribí lo que antecede. Pues eso.

¡Cosas de la calor!