jueves. 28.03.2024

elliotLa guerra carlista fue la primera guerra civil de la historia contemporánea española, aunque la guerra de la Independencia también tuvo algo de civil, ya que enfrentó a españoles entre sí: los patriotas (absolutistas y liberales) contra los afrancesados.

Las guerras civiles se caracterizan por una gran brutalidad. Si Goya nos ha dejado imágenes impresionantes de la guerra de la Independencia, los testimonios sobre los hechos acontecidos en el conflicto carlista son también de una crudeza solamente superada por lo que ocurriría en el siglo XX. Era relativamente habitual fusilar o alancear a los prisioneros, y no era fácil el intercambio de rehenes. Los dos bandos perpetraron muchas brutalidades. La madre del general Cabrera fue fusilada por los liberales como represalia por los fusilamientos ordenados por dicho militar carlista, que fue famoso por su crueldad. También podemos citar los fusilamientos cometidos por los carlistas en Burjassot.

Este tipo de hechos impresionaron a la Europa del momento. El diplomático inglés Edward Granville Elliot viajó al País Vasco, comisionado por el gobierno inglés, con el objetivo de convencer a liberales y carlistas para que firmasen un convenio o tratado con el fin de que se comprometieran a respetar la vida de los prisioneros y que pudieran ser canjeados. Nuestro protagonista había sido secretario de la embajada británica en Madrid en el Trienio Liberal, tenía prestigio como mediador, hablaba castellano, y tenía buenas relaciones con personajes de los dos lados, lo que facilitó su tarea. Después de su misión en España siguió su carrera diplomática y política, terminando como virrey de Irlanda.

Elliot consiguió que se firmaran los días 27 y 28 de abril de 1835 el tratado conocido como "Convenio Elliot", entre el general Gerónimo Valdés, por el lado liberal, y el comandante general carlista Tomás Zumalacárregui. Por lo acordado se estableció que los prisioneros debían ser canjeados por igual número de prisioneros del otro lado, y en todas las categorías y rangos militares. Si había prisioneros sobrantes debían quedarse en depósito en pueblos designados, y sus vidas tenían que ser respetadas, especialmente las de los prisioneros heridos y enfermos. Es importante destacar que el Convenio establecía, además, que ninguna persona, civil o militar, podía ser ejecutada por sus ideas políticas, sin que fuera antes enjuiciada y juzgada según las leyes españolas. El pacto se aplicaría, en principio, en el País Vasco, Navarra, y el centro peninsular. En Cataluña no entró en vigor hasta el año 1838, gracias a la firma de los generales Van Halen y Cabrera.

A pesar de los incumplimientos del acuerdo por la falta de voluntad de algunos mandos militares y de varios problemas, como el de las pésimas condiciones de los lugares de internamiento de los prisioneros a la espera de los canjes, no podemos negar que, al menos, Elliot consiguió humanizar algo una guerra atroz, que dejó memoria en la España del XIX. Por otro lado, fue un primer intento o esfuerzo por encontrar una solución negociada del conflicto.

El Convenio Elliot en la Guerra Carlista