jueves. 28.03.2024

En la mitología griega Hebe, Juventus en la mitología romana, era hija de Zeus y Hera. Ella se ocupaba de servir la bebida a los dioses del Olimpo. Otras ocupaciones eran ser la encargada de bañar a su hermano Ares y de ayudar a su madre a enganchar los caballos de su carruaje.

Hebe había sido dotada por su padre de la capacidad de manipular la juventud de los mortales. Así rejuveneció a Yolao en un día para que pudiese matar a Euristeo o hizo envejecer a los hijos de Alcmeón, para que estos pudieran vengar la muerte de su padre asesinado por los hijos de su madrastra.

Tras la muerte de Heracles y su reconciliación con Hera, los dioses hicieron a aquél inmortal. Hebe se casó con Heracles, símbolo de su entrada en la juventud eterna de las divinidades.

Hebe es una diosa de un carácter fuerte y a la vez bondadoso, es la alegría del Olimpo. Entre sus aficiones está bailar con las Musas y las Horas mientras Apolo toca la lira. Además de su poder de rejuvenecer a hombres y dioses, Hebe tiene otros poderes como el de la profecía, la sabiduría, moverse en el aire o poder de cambiar de forma a mortales y animales.

Se habla de Complejo de Hebe o de la Eterna Juventud al que presentan algunas personas que hacen de bandera de su vida la lucha por esa juventud que se les escapa, en una espiral obsesiva hacia la eterna juventud.

Estas personas con Complejo de Hebe emocionalmente presentan en general una baja autoestima, frecuentemente estados de ansiedad ante cualquier cambio físico que entienden es un avance hacia el envejecimiento, y en un grado más extremo se aíslan socialmente.

En muchas ocasiones el trastorno empieza tras una ruptura de pareja que se atribuye por parte de la persona dejada a su decadencia física, especialmente si es mujer. A veces, el comienzo está en relación con una pérdida de estatus laboral en favor de trabajadores más jóvenes o incluso la pérdida del mismo trabajo. Esto se da más en los varones, sobre todo los que viven de su imagen como presentadores de televisión, modelos o actores.

En situaciones extremas puede aparecer lo que se conoce como dismorfofobia o trastorno dismórfico corporal. En esta situación ya estamos ante un síndrome clínico que necesita tratamiento especializado.

En el trastorno dismórfico corporal la persona afectada presenta pensamientos rumiativos continuos sobre lo que ella considera sus defectos físicos, reales o imaginarios, que le llevan a una baja autoestima, a un ánimo depresivo, ansiedad y en situaciones graves a creencias delirantes sobre sus defectos, que sólo ellos perciben mirándose de forma compulsiva en el espejo y finalmente llegan a un aislamiento social evitando las actividades sociales cotidianas.

Este trastorno grave dismorfofóbico afecta en EEUU a unos cinco millones de personas. En general la incidencia está entre 0,5 y el 1,2 % de la población. Se da más en personas solteras y divorciadas. Un riesgo que siempre se debe valorar es la posibilidad de conductas autodestructivas y autolíticas.

El impacto de los medios de comunicación y las redes sociales propician la búsqueda de un ideal de belleza, que generan en la persona ideales propios de esos cánones de belleza distorsionados. Es verdad que se debe tener en cuenta la cultura en la que vivimos y su influencia en todos los aspectos de nuestra vida, no sólo en los estéticos, pero es el momento de promover un cambio y en eso los medios de comunicación pueden jugar un papel esencial.

Por último, compartir esta reflexión de Oscar Wilde: “Es terriblemente triste que el talento dure más que la belleza”

Más artículos de José María Manzano en nuevatribuna

 

Complejo de Hebe o de la eterna juventud