viernes. 29.03.2024

Me citaron por Correo certificado con acuse de recibo y naturalmente allí me presenté. No hay nada que me impresione más que el correo certificado con acuse de recibo. Allí en la tarjeta rosa había estampado mi firma y número de carnet de identidad y ya no tenía escapatoria.

Era una oficina desangelada, en un semi-sótano, con los cristales rotos y sin más muebles que una mesa y dos sillas y en una de ellas un funcionario. Y mucho polvo y suciedad. Era una oficina como las que salen en The Wire. Como ocupada provisionalmente. De usar y tirar.

No empezamos bien. El funcionario me dijo que había sido afortunado en un sorteo y que me iba a trasladar una oferta que no podía rechazar. Como un resorte me puse en pie para escapar lo antes posible. Y no tanto por los ecos cinematográficos de “la oferta irresistible”. Más bien porque me asaltó la idea, mucho peor, de que me habían citado para intentar venderme una multipropiedad a cambio de regalarme una batamanta o un juego de tuppers.

El funcionario me pidió serenidad y que por favor le escuchara. Con la espalda rígida, por si acaso, me volví a sentar. Me explicó que actuaba como enlace del Proyecto “Arca de Noé” que tenía por objeto colonizar el planeta Marte y que me había citado para comunicarme que había sido elegido para formar parte del reducido y selecto grupo de colonos españoles. Que debía sentirme muy contento y satisfecho por formar parte de él ya que la representación era verdaderamente exquisita. Tres representantes de la política española (el Rey Emérito, Fraga Iribarne y Felipe González) y otros tres de la economía (Amancio Ortega, Ana Botín y Tamara Falcó). Además de mí mismo. Total siete.

Me pareció obligado decirle que era posible que hubiera algún error en la selección. Que Fraga Iribarne iba a ser difícil que viajara a Marte porque falleció hace muchos años y que Tamara Falcó no sé en qué podría representar a España, cosa en verdad difícil, quizás en Eurovisión,  pero que desde luego rica-rica, lo que se dice rica, como los otros dos, tampoco lo es. El funcionario me cortó en seco. Si el Departamento de Estado, el Pentágono y la CIA habían informado que Fraga Iribarne iba a viajar a Marte sus razones tendrían y no era cosa mía objetar porque desde luego no podía pretender ser más listo que el Departamento de Estado, el Pentágono y la CIA. De Tamara Falcó me aseguró que el logaritmo aplicado para seleccionarla era infalible: si diciendo la cantidad de estupideces que prodiga la criatura se la seguía escuchando por tanta gente sólo es posible porque es rica-rica, muy rica.

No insistí pero me asaltaron las dudas sobre mí mismo. Ante la eventualidad de que descubrieran mi ineptitud durante el viaje a Marte o una vez allí, me permití exponerle mis miedos. No fuera a ser que me abandonaran en órbita alrededor de Marte por los siglos de los siglos. Como un pasmarote. Lo que debe ser francamente aburrido además de mortal. Comencé por el inglés. Que yo vengo del bachillerato con francés y claro en inglés mi nivel es medio (expresión que viniendo de un español quiere decir que de inglés ni idea, que solo puedo traducir los títulos de alguna canción de los Beatles). Y que, bueno…, en fin… que si se trata de un proyecto de colonización, que si el lema del proyecto es “creced y multiplicaos” quizás debieran tener en cuenta que uno está más bien en edad de menguar que de crecer. Y que respecto del “multiplicaos” que, por la misma razón, bien auxiliado por la química y siendo modesto, a mí mismo no me quedan más de diez mil tiros. El funcionario sonrió. Y me aseguró que el idioma no era problema porque había una dotación importante de aparatitos de traducción simultánea de cualquier idioma al inglés. De “lo otro” tampoco debía preocuparme, el Departamento de Estado, el Pentágono y la CIA lo habían previsto todo. Para eso, me dijo, han seleccionado al Rey Emérito.

Crecido y buscando restaurar mi integridad personal tras haberme expuesto dando tales muestras de debilidad le pregunté por las razones o los logaritmos que habían llevado a tan altas autoridades americanas a incluirme en la selección. Esperaba una respuesta elogiosa. Algo así como mis altas capacidades artísticas, musicales y literarias, o mi intelecto, o mejor mi físico deslumbrante (Secretamente siempre aspiré a ser un hombre-objeto). O todo ello junto y bien aderezado. Lamentablemente la respuesta del funcionario no pudo ser más lacónica. “Ya se lo dije, está Ud. aquí por simple y llano sorteo ¡Salió su bola! Quedaba una plaza libre en el trasportín de la nave espacial y decidieron que ahí, bien atado, podía ir uno más, “de paquete”. Y que esa plaza, como premio de consolación y expresión de transversalidad y diversidad social y cultural, se debía sortear. ¡Salió la bola con su número! ¡Ya se lo dije!”

No me gustó la respuesta ¡Qué trabajo le hubiera costado…! Le dije que le respondía en veinticuatro horas. Viéndome desalentado, sacó del cajón de la mesa unos papeles y me los mostró. Eran los planos del chalet-pareado piloto que ya están construyendo para mí en Marte. ¡Pared medianera con el de Beyoncé!

A pesar de las tentaciones, mi natural tendencia a la depresión y la melancolía, especialmente cuando no me tomo la medicación, me comenzó a sugerir ideas raras. Una de ellas se convirtió en obsesiva: qué pintaba yo en una expedición con semejante gente ¡Qué pereza! Felipe González años-luz habla que te habla para no decir, en el mejor de los casos, nada de nada ¡Qué coñazo! Qué con gente, que salvo Beyoncé, tan poco me gustaba ¡Quita por Dios…! Es más, qué a gustito en la Tierra sin estos sujetos, salvo Beyoncé ¡Más tendríamos que enrolar! Y de pronto un “hallazgo” iluminó mi cerebro: qué cosa más rara esta Arca de Noé sin animalitos, sin su pareja de patos, su pareja de cerdos, de cabras, de bovinos… Y de ahí a la duda: ¿no me habrán seleccionado para comerme mejor? Definitivo: ¡nunca jamás he recibido nada bueno por correo certificado con acuse de recibo!

Al día siguiente llamé al móvil del funcionario. Le dije que había hablado con mi médico y que  había desaconsejado para mi artrosis el clima de Marte (-55º C). Por el biruji.

Espero que Beyoncé pueda perdonarme algún día.

Me he puesto inmediatamente a dieta. La del melocotón. He de perder urgentemente quince kilos.

Colonizando Marte