martes. 16.04.2024
SANZ

Los amantes de la literatura vivimos una época dorada en A Coruña. El resurgimiento de pequeñas librerías, como Berbiriana o Moito Conto, muy activas y comprometidas con el mundo de la cultura, así como el “activismo literario” de divulgadores de la talla de Javier Pintor y el entusiasmo y buen hacer de los trabajadores de las bibliotecas públicas, han propiciado el florecimiento de gran cantidad de iniciativas, talleres y clubes de lectura que llevan la literatura al primer plano de la oferta cultural de la ciudad. En los últimos meses, por aquí han pasado escritores de la talla de Manuel Vicent, Ignacio Martínez de Pisón, José Ovejero, Kirmen Uribe, Manuel Vilas, Luisgé Martín… entre muchos otros. Una de las últimas en visitarnos fue Marta Sanz. Vino hace una semana a Berbiriana para presentar su nueva novela, Clavícula (Anagrama, 2017). Javier Pintor fue su anfitrión en una librería repleta de lectores agradecidos. Y es que tener la oportunidad de conocer al autor, de escuchar de su propia voz algunas de las claves que tienen que ver con la motivación de la escritura, ese impulso interno que le ha llevado a volcar ciertas obsesiones en el papel, siempre es un lujo, una oportunidad de enriquecer la lectura. En un mundo, el literario, cada vez más marginal y precario (y este es uno de los dolores y miedos que sobrevuelan Clavícula) se aprecia, sin embargo, una suerte confraternización cada vez más intensa alrededor de este tipo de actos sencillos y muy cercanos en los que el escritor se desnuda sin complejos ante sus lectores. Sanz, en este caso, vino para desnudarse por partida doble, ya que su novela es un relato autobiográfico en el que la propia autora nos ofrece su cuerpo y su mente para experimentar con las palabras; o quizá sea al revés, donde utiliza las palabras, su oficio literario, para experimentar con su cuerpo y tratar de hurgar en los recovecos de sus miedos, que son los de todos nosotros, carne mortal, al fin y al cabo. Dice Marta Sanz (y suscribo sus palabras) que la literatura en la que cree puede abordarse bien desde la máscara, la ficción clásica, en la que el escritor nos desvela su visión del mundo (sus obsesiones, su amor o sus miedos…) a través de una historia y unos personajes inventados, o bien desde la carne, donde la propia vida del autor, su experiencia real, se convierte en el campo de batalla de sus palabras. Clavícula es pura carne, y en Berbiriana, gracias a Marta Sanz, a Javier Pintor y a esas maravillosas libreras, pudimos llevarnos una generosa ración.

“Clavícula” en Berbiriana