martes. 19.03.2024
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Rafael Soler

Yo estaba tranquilo al verme así
con un disparo en la cabeza

Rafael Soler


El título Leer después de quemar recrea el film “Quemar después de leer” (2008) de los hermanos Cohen.  Con este guiño, Rafael Soler presenta una antología poética cuya paleta es el cine. La obra tiene un gusto salvaje y cómico por la violencia creativa y un sutil ojo burlón para los detalles como la película que evoca. Es un thriller lírico de humor negro. El libro comienza con un prólogo borgiano e ingenio cervantino. El poeta valenciano combate el pesimismo con la ironía. En esta línea, no sorprende su rebeldía con las normas.  El juego es otra constante porque -como el poeta declara en su peculiar “Y luego dirán que esto no es un prólogo”- comenzó a escribir poesía a manera de: “glosa de un viaje adolescente que no da por concluido”. Se me antoja el bello espíritu soleriano como un Peter Pan en sus adorados veranos en Jávea en el principio y en su ciudadanía mundial de la poesía, entonces y ahora: Si puede la juventud/adquirirse por contagio/ven. Aparecen en “Basta callar para que todo empiece” osadas variaciones de las normas ortográficas de la Academia o travesuras morfológicas como la bebida de la bida. “Perdidos en la misma cama”, la segunda pieza, es una antología de poemas de amor en dos partes. Abunda lo erótico, lo sugerente: Del cristalino al pubis todo es calma/que se altera cuando vas del mentón a la rodilla. O: la imposible ternura del pezón en retirada. Con dos trazos tiene la habilidad de crear una escena. Nos convence de su desasosiego y su necesidad de evasión cuando cita el vodka, el Martini, la ginebra, el pacharán, el licor, con otra copa la música sonando… El poeta se evade al mundo onírico para soportar la vida que solo el amor a su mujer le da sentido. Estremece la intensidad de esta emoción: indagas en mis ojos que son tuyos. Su amor es un hechizo y un privilegio que no decae a pesar del existencialismo, el vientre estéril de lo eterno, la memoria. Ni a pesar de la conciencia despierta y lúcida del poeta. Aunque acontece en el amor y la ironía, la poesía de Rafael Soler no es alegre. Está llena de evocación y de pérdida: “a solas con un cuarto con ventanas/que nunca dan al mar. Como en las películas de los Cohen son muchas las referencias al séptimo arte, Fellini, Marylin, Lolita, títulos de poemas que se refieren directamente a la pantalla grande como: “Se nos apaga el mundo (cine puro)”, “A la voz de tres y acción”, “Cuaderno de rodaje” o “Figurante con frase”. Lenguaje cinematográfico que es a veces también pictórico: “Escena con muchacha y una mano”, “Mujer con un panal al fondo” o “Escorzo de anciano a la intemperie”. Incluso casi teatral en el poema ”Ensayo general con vestuario”  o en versos como: el palco del teatro que merezco.

9788417737191_Rafael_SolerLa pintura esboza una poesía de grandísimo andamiaje cinéfilo y poético, en la que asoma la ironía sutil -casi siempre escénica- al modo de “Un tanatorio que se precie vive siempre en las afueras”: la hambruna de diez salas numeradas/cada una con su espanto y su cautela. Los títulos son originales y contundentes como ”Habitación por horas con nevera”. De “Nadie dijo que esto iba a ser fácil”, destacamos el poema “La falsa pulcritud de los escombros”, donde describe la locura: De espaldas a la pared/ los locos crónicos son de natural pacífico/y muy conversadores. Poema trágico donde también apunta el tema de las bodas: de mantis religiosa en el altar vestida. El viaje es esencial en la vida de Rafael Soler -como la huida primera de cualquier romántico-, y también en su obra: “Vamos al Sena” decidiste/sin apretar la boca. En la cuarta parte del libro, “El principio del fin es amarillo”, trasciende el sentido del color de Juan Ramón que adquiere una dimensión personal: El amarillo es algo más que un indicio hepático/o el jubiloso corazón de un girasol en llamas (…) /hay tipos amarillos/como hay bancos cargados de intención. También simboliza la muerte: el principio del fin es amarillo. Continúa una serie de poemas extraordinarios, que en gran parte son de No eres nadie hasta que te disparan (2016).  En poemas como “Con el abrigo puesto”, “Confesión de parte” y otros, el poeta valenciano nos relata su propio asesinato, recurriendo a la lírica más bella, al cine negro -no falta el comisario Olvido-y a la algarabía de los sucesos y las escenas: de tiza mi contorno en la moqueta/de luto los títulos de crédito. Incluso relata su propia autopsia: no grité cuando el chirriante prosector/continuó su tarea cavernaria/y así las cosas me dejé llevar. En “Quien por todos habla” el poeta dialoga con Dios: Gracias te doy Señor del Abandono Manifiesto. En el poema “Evocación de cuantos lucen una soga” escribe sus propias Bienaventuranzas. Pero sobre todo impreca a Dios, al que culpa de todas las desgracias. El Dedo es el símbolo de Dios. Concluye el libro con “Cuerdo de atar estoy que vivo”, pieza formada por solo dos poemas donde retoma el tema de la locura, las nóminas, - hipotecas, préstamos y créditos-, la poesía como el negocio abominable de los versos o el amor -bruja queridísima-. Va desde Madrid, la ciudad que reconoce, a llamar pasmo a su obra lírica, traducida a seis idiomas. Declara que su guerra civil ha terminado. Finaliza el libro con la necesidad de indagar, solo así da su fruto/el vientre estéril de lo eterno. El poeta se debate entre un Dios silencioso y la necesidad de la trascendencia, la eternidad: Intacto conservo el hambre de mis alas. Al cotejar la “Nota del autor” y el índice de poemas admiramos secretamente esta obra que se nos antoja un prodigio. No se llega a comprender dónde está el truco porque no lo hay, solo una estela de Rilke o de Cernuda -en este cuaderno donde habito-, Chanel nº 5 o las promesas de 4 ó 5 mosqueteros.

Fotograma de la película de los Cohen "Quemar después de leer"

Como opina Rafael Soler que “la poesía no está al servicio del optimismo sino al servicio de la inteligencia”, la sonrisa del rostro a menudo se transfigura a un gesto de melancolía. Porque el vate sufre aunque juegue: la tristeza es un charco a cuya orilla llegan/ en busca de consuelo los suspiros. Leemos un poeta con una facilidad natural para esbozar una poesía ligera y rápida, aunque no sin proceso de creación. A veces también es provocativo al modo de los Cohen: porno flamante de títulos daneses/rubia que gime en la pantalla. Poesía intimista, pero rebelde al fin, de la confidencia y la sugerencia, diáfana, en clave de morse o de una escena secreta que te inquieta con su tono irónico y melancólico a la vez. Rafael Soler es el poeta narrador de lo cotidiano que mira a través de una cámara de súper 8. Se le nota su oficio de novelista y su experiencia cinematográfica en su ardid descriptivo: recuerdo que calzaba tirantes ortopédicos/ojales por encima del pulmón/y un pulgar con tinta. Rafael Soler es pues el poeta del humor negro que invoca también a Tarantino y a la poesía clara, la anécdota, el mar, la rebeldía o la muerte: no lanzarán al agua más ceniza que la tuya. Del mismo modo evoca la figura del padre como el insomnio: tan dispuestos a pasar la noche en vela/con mis tubos de espanto numerados. Y es el guionista de una película que es Leer después de quemar.  Deslumbrados regresamos al principio de esta antología tan personal e inquietante. Solo un poeta ingeniero es capaz de echar a volar todos los poemas de sus libros y ordenarlos tan meticulosamente en este título coheniano, influido también por Buñuel en su tabú de los pies y las sandalias. Toda su poesía cobra un sentido desconocido. Rafael Soler se ha inventado una obra nueva de la mano de su antóloga, Lucía Comba. Como Cortázar en Rayuela, proponen una y mil lecturas inéditas de toda su obra. Y luego dirán que esto no es una antología.


Rafael Soler, Leer después de quemar. Antología poética, Selección de Lucía Comba. Colección Vuelta de Tuerca, olé libros, nº 3, 2019.        

El cine en la poesía de Rafael Soler. Sobre "Leer después de quemar"