viernes. 29.03.2024

¿Cuánto tiempo hace que no escribes una carta? ¿Cuánto tiempo hace que no recibes carta de un amigo, de un familiar, de alguien querido pero lejano? ¿Cuántos años hace que no te enfrentas a aquel papel de carta, liviano, rugoso y ondulado que parecía querer levantar el vuelo anticipando el viaje en avión? ¿Cuánto tiempo hace que tu interior no se desangra en la ordenada escritura de la pluma y se asoma al exterior para ser compartido con alguien querido? ¿Cuánto tiempo hace que no te vuelcas, desnudo y desvalido, sobre el frío lienzo del papel para llenarlo de calor, de cariño, de admiración, de furia, de amistad o de reproches? ¿Cuánto tiempo hace que no sostienes una pluma con ganas de contarte cosas a ti mismo en presencia de aquel añorado ausente?

Hemos perdido las cartas, hemos perdido una forma de relación íntima y personal que requería tiempo y sinceridad y nuestro tiempo se ha llenado de otras formas de interactuación más públicas, más sociales, más electrónicas y mucho, muchísimo más inmediatas.

Ya no hay tiempo entre nuestro enunciado y su respuesta; nada hay ya de aquella espera, de la ilusión de abrir el buzón para ver si la ansiada carta había llegado por fin. Nada queda del horario del cartero salvo la llegada de los productos comprados y que nada tienen que ver con aquellos momentos de separación, de detención temporal que requería la lectura, respetuosa y litúrgica, de la deseada carta.

Eran, aquellas cartas, un ejercicio de meditada escritura; de lentitud expresiva que se iba colocando, armoniosa, en la adecuada sucesión de una narración meditada y trabajada: era una cuidadosa gestión de la oportunidad que no podía menospreciarse. La carta era el momento de la verdad, el espacio en que no cabía más que el reflejo de uno mismo, aunque la carta estuviera llena de mentiras. Nada como la mentira para manifestar y dejar ver la verdadera naturaleza del que miente.

No renuncio ni reniego de la escritura de un "blog" o al uso del ordenador, pero quiero volver a aquella dulce intimidad de la carta, de la pluma, de los sobres ribeteados de color que se colaban en los aviones como signo de modernidad y rapidez.

Quiero que mi pluma -lo confieso: sigo escribiendo a mano y con pluma – vuelva a sonar sobre aquellos folios ondulados, blancos o amarillentos, para decirles a mis amigos que son gente estupenda a los que quiero y valoro, aunque haga años que hayamos decidido no decirlo jamás: antes muertos que tiernos y pringosos. Quiero volver a recrear aquel universo olvidado, aquel espacio perdido de las cartas donde

La idea va surgiendo lentamente,

luego muere en el arado de la pluma

y es el papel cementerio

del pensamiento acabado

quiero volver a crear ámbitos de comunicación espaciada y tranquila, pero me temo que no me quedan demasiados locos nostálgicos que se apunten a seguir los sueños y las ideas compartidas al ritmo que marcan las añoradas cartas. Una pena.

Cartas: el universo perdido