jueves. 18.04.2024

“Los Caracoles” es uno de los restaurantes más antiguos de Barcelona. Data su origen de 1835. Seis generaciones de la familia Bofarull han hecho funcionar este local no muy grande, algo angosto, un poco laberíntico, abigarrado, situado en la calle dels  Escudellers -Escudillers cuando era barrio chino- en el vértice entre la Plaza Real y Las Ramblas, y cuya histórica especialidad gastronómica no admite duda habida cuenta de su nombre.

La primera y última vez que estuve allí debía tener yo 15 ó 16 años. Me llevó mi Tío Pepe -quién si no- que tenía posibles e influencia en el gremio cinematográfico y por ello mantenía una muy buena relación con Don Antonio Bofarull, El Gordo para los amigos, que era el emperador entonces de “Los Caracoles” e incursionaba también en otras actividades como la cinematografía, en su condición de productor, distribuidor y actor no sólo de relleno, dicho sea sin doble intención.

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Es por ello que Bofarull tuvo un papel protagónico en “Hay un camino a la derecha”, la ópera prima de Rovira Beleta, una película de referencia sobre el difícil resurgir del cine español de la postguerra y la represión a mediados de los 50. Por cierto, Rovira Beleta nos regaló con “Los Tarantos” la que yo creo su mejor película, sobre todo porque en ella Carmen Amaya derrochaba aquella fuerza sobrenatural cuando bailaba descalza en las arenas del Somorrostro, antes de que ese sumidero humano de Barcelona fuera desmantelado y deportados sus gitanos al actual barrio de  San Roque de Badalona.

Desde este último viaje mío a Catalunya, ligero de equipaje como es óbvio, no había entrado en “Los Caracoles” y eso que paso a menudo por la puerta cada vez que atajo por Escudellers, Georges Orwell y Ataulfo para ir a almorzar al Transatlantic o a desayunar con la Anita al Cala, o a enviar libros o recogerlos en la central de Correos de Vía Layetana.

Siempre que paso de largo salta el mismo testimonio: Qué poco queda de todo aquello, yo incluido.

El otro día, domingo, que no iba exactamente a ninguna parte, tropecé con “Los Caracoles”, y me dije entra ya que son diez años largos de quedarte en puertas. Y entré con intención de tomar un vermut y poco más. Seguía todo en su sitio, al menos en el bar de la entrada que precede a la zona del restaurante. Bueno, el camarero que me puso el vermut, y otros, tenía rasgos y acento sudamericano. Al final del bar, una chica atendía a las personas que venían a recoger la comida para llevarse, o confirmaba la reserva y orientaba a quienes iban a por su mesa … Pegué la hebra con esta chica, le conté mis referencias y, en efecto, me dijo que era sobrina nieta de Bofarull y que eran la sexta generación. Le dije que daba por supuesto que no había una mesa para mí sin tener reserva. “Pues supone mal …”. Hizo una seña a otra chica que estaba en un altillo, Aurora, quince o veinte metros más allá.

Recorrí ese tramo, a mi derecha las cocinas, cocineros, cazuelas y paellas a cielo abierto, y Aurora ya me había habilitado una mesa al lado de la que ella utilizaba para dirigir el tráfico de camareros y clientes y cantar los pedidos para cada mesa a través de un micro que lo hacía llegar a la sala de máquinas. Genial. Ah, y me dijo que podía tomar todas las fotos que quisiera … Y las tomé, ya lo creo, ahí las tienen. La que más me gustó es la de Bofarull con Vittorio Gassman, un monstruo del cine italiano que, junto a Sordi, De Sica, Magnani, Mastroianni, Loren, Fabrizzi, Totó, Carotenutto…, fueron artífices de nuestros sueños  en aquellos cines de infancia y adolescencia, de los que había casi tantos como bares, en aquella España en la que los pobres, ámplia mayoría, nos evadíamos en las pantallas de una realidad cruel.

A Vittorio Gassman le debemos aquel estallido de libertad y amistad que fue “La escapada”, estrenada a primeros de los 60 en el Cine Diagonal de Barcelona … y estuvo en cartel más de un año. Para que se hagan una idea, “La escapada” la distribuyó en España “Rosa Films”. La misma distribuidora que trajo ese año “Lawrence de Arabia”, para cuyo estreno Balañá, el magnate del cine, el teatro y los toros de Barcelona, construyó un inmenso cine, el Urgel, demolido hace poco, con una pantalla infinita y casi 3000 butacas entre la platea y la general … Pues bien, “La escapada” dio mucho más dinero que “Lawrence de Arabia”. Cosas que pasaron.

Busqué por si encontraba alguna foto de Bofarull con mi Tío Pepe. Había bastante gente y no era cosa de ir tomando fotos entre las mesas. Cuando vuelva un día laborable me fijaré con más calma; tiene que haberla.

El fundamento de mi almuerzo fueron unos caracoles puntito picantes, espectaculares, y unos canelones de ternera y trufa acunados en una bechamel de parmesano. Aún sollozo al recordarlos. La periferia del almuerzo estuvo a la altura.

En fin, hay cosas que sobreviven a seis décadas y no son malas.

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