sábado. 20.04.2024

En los primeros días del estado de alarma, un grupo de artistas plásticos y visuales: los hermanos García-Alix, Mariana Laín, Carlos Baonza, Fernández Arrias, Juan Luis de No, Javier Pagola y otros, impulsaron mediante un manifiesto la campaña SALVA LO PÚBLICO a la que se han ido incorporando varios cientos de pintores, fotógrafos, escultores que han ido aportando sus obras de denuncia, plasmando aquello de más vale una imagen que mil palabras. A muchos nos habrán llegado imágenes por las redes que, sin saberlo, forman parte de esta iniciativa. Aunque fuese sólo por la calidad de las obras merece la pena entrar a la página para conocerlas. En otros sectores profesionales se están cociendo respuestas para la defensa de lo público, cuyo desmantelamiento ha quedado con el culo al aire en esta pandemia y a las privatizaciones se les han visto las vergüenzas de su inutilidad para dar respuestas para las que no están pensadas, sino para producir plus valías a sus propietarios.

Entre las mareas blancas y otros sectores de servicio público se intuye un consenso de darlo todo para salvar vidas y preservar lo imprescindible, pero cuando la ocasión lo permita habrá una eclosión en su defensa y muchos ciudadanos van a estar con ellos.

Pero defender eso: sanidad, investigación, ingreso mínimo vital, supone gastos e impuestos. Todos sabemos que, en la cuenta de esta crisis, quienes pagarán más serán los de siempre. Pero también sabemos que dependiendo de quién y cómo se gobierne se tocará algo, poco o nada el bolsillo de quienes más tienen. Y estos son precisamente quienes ya se están poniendo la venda antes de tener la herida.

¡Libertad! ¡Libertad! ¡Clan-Clan-Clan! Se escucha en algunas de las zonas más exclusivas de las ciudades. Muchos ciudadanos ojipláticos contemplamos cómo reclaman lo que parecen creer que no tienen. 

“Libertad” es un grito que fue clamor en la lucha antifranquista y nos desconcierta oírlo en sus bocas. Pero al fin y al cabo no es una novedad. “España. Una Grande y Libre” rezaba  la cartela del escudo de la gallina durante la dictadura. Si preferimos algo más cercano: la “libertad de religión” que reclaman a cada tímido paso de cada intento de que la educación sea laica.

Sorprende el aventurerismo de lanzarse a las calles a contaminarse con morbosa cercanía física por la que hace unas décadas serían multados por escándalo público si eran de sexo opuesto o arrestados por mariconeo si del mismo. Parece mentira arriesgar la salud, la de su abuela y la de toda la parentela. Tal parece que un dios todopoderoso les hubiese garantizado inmunidad universal porque en eso coinciden con los seguidores de los Trump, Bolsonaro y compañía. Tampoco es raro ese desprecio a la muerte. Al fin y al cabo son los herederos del grito cuartelario “¡Viva la muerte!” Pero ante todo están anticipándose, alarmados ante la hipotética y poco probable tesitura de perder sus privilegios: “Libertad para saltarme las normas” “Libertad de despido” “Libertad para tener trabajadores sin contrato” “Libertad para exigir horas extras y no pagarlas” “Libertad para llevar mi dinero a paraísos fiscales” Y ante todo: “Libertad para que mi fortuna millonaria pague escasos impuestos” Para esa libertades están muy dispuestos a crear el caos que sea necesario.

No es difícil entender que cuando han exportado la cacerolada  a Vallecas o Alcorcón se hayan encontrado con respuesta. Inquieta que se acabe generalizando la ruptura de las medidas profilácticas, pero ir a provocar a los barrios en los que estamos viendo grandes colas de personas esperando a que les den sustento en un banco de alimentos es muy fuerte. No se les olvide que quienes tienen más derecho  a hacer sonar sus cacerolas son aquellos que las tienen  vacías. En todo caso la respuesta más eficaz no está en quién la tiene más grande y hace más ruido. A ellos les da igual, lo suyo es el caos, la sensación de mal gobierno y ofrecerse como salvadores del orden que ellos mismos rompen, aunque para ello tengan que hacer escraches, emular la kale borroka o hacer el pijo-manteca. Siempre les fue indiferente la respuesta de Unamuno a Astray: “Venceréis pero no convenceréis” ¡Ni falta que les hace! Y si hay enfrentamiento, mejor para ellos: “gobierno bolivariano”.

La respuesta está en la unidad para defender lo público. De ahí la importancia de esas aparentemente pequeñas iniciativas como la de los artistas que nos dan la pista. Y eso ahora sí es posible.  No porque de pronto la humanidad seamos diferentes, sino porque nos hemos escaldado. Y sí, en cada sector seguiremos con el “¿qué hay de lo mío?”, pero lo público es lo  mío que es de todos y hemos aprendido, a golpe de virus, que hay que moverse de inmediato para defenderlo. La sanidad, la enseñanza, la renta mínima vital, los servicios públicos son lo que nos sacará las castañas del fuego y la línea de defensa donde vamos a confluir todos desde múltiples sectores. Ese es el dique de contención de la otra alternativa a la crisis: la intolerancia, el racismo, la precariedad, el pensamiento único. Hablando en plata: el fascismo. 

Imagen 1 salva lo publico © Federico Granell

IMAGEN DE FEDERICO GRANELL



imagen 2 salva lo publico © Vidal Parra Moreno

IMAGEN DE VIDAL PARRA MORENO

imagen 3 salva lo publico © Gaspar García

IMAGEN DE GASPAR GARCÍA

Campaña ‘Salva lo Público’