miércoles. 24.04.2024

La cajuína es una bebida sin alcohol, originaria de los estados brasileños de Ceará y Piauí, que se obtiene a partir del anacardo (“caju”, en portugués). “Cajuína” es, a su vez, una maravillosa canción del músico bahiano Caetano Veloso, incluida en su disco “Cinema Transcendental”, publicado en 1979. Y “Cajuína”, también a su vez, esconde una fascinante historia que merece mucho la pena conocer.

“Cajuína” dura poco más de dos minutos. Apenas contiene ocho versos, que se repiten cuatro veces a lo largo de la canción. La traducción en castellano sería así:

Que existamos, ¿a qué será que se destina?
Pues cuando tú me diste la rosa pequeñita
vi que eres un hombre bello, y si el destino
del niño infeliz no se nos ilumina,
tampoco se turba la lágrima nordestina,
pues solo la materia vida era tan fina.
Y éramos, al mirarnos, intacta retina,
la cajuína cristalina en Teresina.

El poeta y letrista Torquato Neto, conocido como “El ángel torcido”, fue uno de los miembros más activos y destacados del movimiento tropicalista

Unos versos deliciosos, atrayentes, enigmáticos, autosuficientes. Pero, ¿qué nos quería decir exactamente Caetano, de dónde provenía, si es que provenía de algún lugar, aquel lírico y hermético mensaje? ¿Tenía algún reflejo en el ámbito de lo real? Tuvieron que pasar casi veinte años para que el maestro brasileño lo diera a conocer. Fue en 1998, en el programa de televisión “Livre”, presentado por Serginho Groisman. Quien quiera ver el momento, puede encontrarlo en Youtube: basta con escribir “cajuina veloso historia” en el buscador: es el primer vídeo que aparece, subido por un tal Adriano Alencar. Una adolescente le pregunta a Veloso por el significado y el origen de “Cajuína”; la chica, que desconoce el nombre de la canción, la canta graciosamente. Y Veloso, entonces, nos cuenta el trasfondo de la historia, los cimientos de la actividad creativa.

El poeta y letrista Torquato Neto, conocido como “El ángel torcido” y originario de la ciudad de Teresina, estado de Piauí, fue uno de los miembros más activos y destacados del movimiento tropicalista. En Salvador de Bahía contactó y colaboró con muchos de los principales músicos de la nueva escena brasileña: Gal Costa, Gilberto Gil, Chico Buarque o el propio Caetano Veloso. Pero muy pronto se topó con el envés de la vida: en 1972, justo el día después de cumplir 28 años, víctima de la depresión, se suicidó, asfixiándose con el gas del cuarto de baño de su casa de Río de Janeiro. Veloso, enfrascado también en una vida de excesos, grabaciones y viajes, no tuvo respuesta ni tiempo para llorar la muerte de su amigo. Siete años después, cuando acudió a dar un concierto a Teresina, recibió en el hotel la visita de Heli Nunes, el padre de Torquato Neto. Este le invitó a su casa, a lo que Veloso accedió. Y en ese encuentro posterior, Veloso rompió a llorar: toda la pena acumulada se expresó de repente. El padre de Torquato Neto tuvo la grandeza de consolar con abrazos y caricias al músico, que no era capaz de concluir el llanto. Y, mientras Caetano lloraba, el silencioso señor Nunes, muy dignamente, fue al jardín de su casa, arrancó una rosa pequeña y se la entregó al cantante. Y también le ofreció una cajuína para tratar de endulzar y consolar aquel dolor mutuo. Veloso no dejó escapar aquella fascinante experiencia y los días siguientes compuso la breve y emotiva “Cajuína”.

Pero la vida quiebra el filamento y es capaz de ir más allá. ¿No había sido una simpática muchacha quien le había preguntado a Veloso por el origen de la canción? En el vídeo, se puede comprobar cómo la risueña chica cambia el rictus cuando el músico le responde y nos cuenta las raíces de la obra musical: su gesto se tuerce y se ensombrece cuando Veloso menciona la trágica muerte de Torquato Neto. Esa chica, que se llama Petra Costa, tenía apenas quince años en el momento de la entrevista. Cuando tenía siete, su hermana mayor Elena, que era actriz y que se había marchado a Nueva York con el objetivo de triunfar en el mundo del cine, también sucumbió a la zarpa del suicidio. Y en 2012, incipiente cineasta, Petra Costa rodó “Elena”, un onírico y poderoso documental en el que trata de explicarse y comprender el devenir y la muerte de su hermana, y que fue considerado el documental del año en Brasil y merecedor de varios premios internacionales. Qué mágica confluencia de dos artistas, uno forjado y otra por hacer: nunca sabremos si aquel encuentro televisivo con Caetano Veloso fue el detonante, si ese brevísimo discurso del músico encaminó a Petra Costa por el camino de la creación artística, si sirvió para quebrar la rebosante pecera de la pena tras el suicidio de su hermana, pero, desde luego, es mucho más turbador, emocionante y hermoso pensar que fue así.

La cajuína de Caetano Veloso