Los bandoleros, ¿delincuentes o revolucionarios?
El bandolerismo se encuentra en los límites entre la delincuencia y la rebelión social y política.
El bandolero decimonónico adquirió la aureola del héroe romántico
El bandolerismo, entendido como un fenómeno organizado y duradero, tiene que ver con la existencia de un grupo de hombres armados enfrentados a la legalidad establecida, regidos por un código propio. El bandolerismo se encuentra en los límites imprecisos entre la delincuencia y la rebelión social y política. Hobsbawm consideraba que el bandolerismo era una forma primitiva de protesta social organizada y que en muchas sociedades así lo contemplaban los grupos populares, que los protegían y los idealizaban, creando mitos, como Robin de los Bosques, Janosik o Diego Corrientes. Pero, además, en todas las sociedades campesinas habría bandoleros de los señores tanto como bandoleros de los campesinos y hasta bandoleros del Estado.
Con el reforzamiento del poder monárquico y la expansión económica a finales del siglo XV el bandolerismo comenzó a ser sistemáticamente reprimido, tanto el protagonizado por las banderías nobiliarias como por los salteadores de caminos. Los Reyes Católicos combatieron a los nobles levantiscos y pacificaron el campo, ante el alto nivel de violencia y conflictividad social existente en Castilla, recién salida de una guerra civil, a través de la Santa Hermandad. Esta institución era una especie de policía rural y tenía su origen en las Hermandades locales organizadas para mantener el orden en el medio rural. La Santa Hermandad fue aprobada en las Cortes de Madrigal de 1476. La institución podía dictar y ejecutar sentencias en los casos de robo, asesinato e incendios. Los castigos que imponía fueron especialmente duros.
El bandolerismo fue una constante preocupación de las autoridades del Antiguo Régimen y su represión fue muy complicada, dada la maraña de jurisdicciones existentes y la no disimulada complicidad de algunas oligarquías, como hemos visto en el caso catalán.
En el siglo XVIII, el despotismo ilustrado luchó contra el bandolerismo y no sólo a través de su represión directa. Una de las razones que motivaron la promoción de las Nuevas Poblaciones fue ofrecer seguridad a los comerciantes y viajeros que cubrían un trayecto fundamental para la economía española, es decir, el que unía Madrid con Andalucía, en estrecha conexión con la Carrera de Indias, al repoblar un verdadero desierto humano en torno a Sierra Morena.
El Estado Liberal decidió reprimir el bandolerismo con eficacia, siendo su principal instrumento la Guardia Civil. Bien es cierto que en algunos momentos se intentó optar por una suavización de la represión, como pone de manifiesto la amnistía que en 1854 concedió O’Donnell a las cuadrillas de bandoleros.
A finales del reinado de Isabel II y durante el Sexenio Democrático volvió a incrementarse el fenómeno del bandolerismo, especialmente en Andalucía. Tenemos que tener en cuenta que ese momento los campesinos sufrían los efectos de la desamortización civil de los bienes comunales, ya que veían cómo se perdía un patrimonio del que habían disfrutado secularmente y que les permitía cubrir una parte de sus necesidades. Pero, además, había otro factor novedoso que incidía en este aumento de la conflictividad: el comienzo de la propaganda socialista y anarquista contra la propiedad. Por otro lado, fue la época en la que se destacó en la represión del bandolerismo el gobernador Julián Zugasti en Córdoba, personaje importante, además, porque se dedicó a estudiar el fenómeno en una monumental obra titulada El bandolerismo. Otra obra clásica sobre este fenómeno, aunque ya del siglo XX, fue la que el escritor y jurista Constancio Bernaldo de Quirós publicó con el título El bandolerismo en España y en México (1959). El fenómeno del bandolerismo terminó por perder fuerza y desaparecer en el siglo XX.