miércoles. 24.04.2024

Atila, ¿era tan malo como lo pinta la historia?

Estos pueblos lograron superar militarmente a sus rivales, muchos de ellos de refinada cultura y civilización, por su predisposición para la guerra, su asombrosa movilidad, gracias a sus pequeños y veloces caballos, y su extraordinaria habilidad con el arco.
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Foto: Wikimedia

Los hunos europeos son una rama occidental de los xiongnu, grupo protomongol o prototúrquico de tribus nómadas del noreste de China y de Asia Central. Estos pueblos lograron superar militarmente a sus rivales, muchos de ellos de refinada cultura y civilización, por su predisposición para la guerra, su asombrosa movilidad, gracias a sus pequeños y veloces caballos, y su extraordinaria habilidad con el arco.

El poeta y obispo Sidonio Apolinar subraya en su “Panegírico a Antemio” los rasgos físicos de los hunos y los describe con el alargamiento de su cabeza y la estrechez de sus ojos acostumbrados a abarcar con su vista grandes espacios”. Dice:

“De otra parte, para que los dos orificios nasales no sobresalgan de los pómulos, envuelven la nariz, cuando aún es tierna, en un vendaje para que se adapte al casco, hasta ese punto el amor materno deforma a los niños nacidos para guerrear, de modo que la superficie lisa de las mejillas se prolongue al faltar la interrupción de la nariz. El resto del cuerpo es hermoso en los hombres, tienen pecho amplio, fuertes hombros, vientre compacto”.

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Apolinar admiraba las aptitudes de los hunos como jinetes y decía:

“De estatura media cuando van a pie, son altos se les ve a caballo; por eso parecen con frecuencia altos cuando están sentados. Apenas se tiene en pie el niño, separado de su madre, cuando ya un caballo le ofrece su grupa. Se podría pensar que los miembros de éste se adaptan a los del hombre, tan unidos se mantienen cabalgadura y jinete. Otros pueblos se dejan llevar a lomos de caballo; éste vive en ellos. Llevan en el corazón los arcos curvos y los dardos; su mano es temible y certera; creen firmemente que sus proyectiles llevan la muerte y su furia está habituada a hacer el mal por medio de un golpe infalible”.


La historia de los hunos


Atila nació en torno al año 395, en las llanuras danubianas. En cuanto a su infancia, la suposición de que a temprana edad era ya un jefe capaz y un avezado guerrero es razonable, pero no existe forma de constatarla. A la muerte de su padre, Atila se encuentra con su tío y decide acompañarlo para aprender el arte de la guerra.

Es conocido como “El azote de Dios”. Sus posesiones se extendían desde la Europa central hasta el mar Negro, y desde el río Danubio hasta el mar Báltico. Durante su reinado fue uno de los peores enemigos del Imperio Romano, que en su etapa final estaba dividido en dos:

  1. El Imperio Oriental, con capital en Constantinopla, la actual Estambul.
  2. El Imperio Occidental, con capital en Rávena, puesto que Roma había dejado de ser el centro político del imperio.

Atila invadió dos veces la península de los Balcanes y estuvo a punto de tomar la ciudad de Roma y llegó a sitiar Constantinopla. Marchó a través de la Galia y llegó incluso a Orleans, hasta que el general romano Aecio lo obligó a retroceder en la batalla de los Campos Cataláunicos en el año 451. Logró hacer huir al emperador de Occidente, Valentiniano III de su capital, Rávena, en el año 452.

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El imperio de los hunos se desmembró y se extinguió tras la muerte de Atila. No se conservan registros escritos propios, por lo que los datos que conocemos provienen sobre todo de fuentes romanas.

A pesar de todo, Atila se convirtió en una figura legendaria de la historia de Europa. Se le recuerda como el paradigma de la crueldad, la destrucción y la rapiña. Algunos historiadores, en cambio, lo han retratado como un rey grande y noble.

SUS INICIOS

Hacia el año 432, los hunos se unificaron bajo el rey Rugila. Cuando murió Rugila en el año 434, dejó a sus sobrinos Atila y Bleda, hijos de su hermano Mundzuk, al mando de todas las tribus hunas.


Los mongoles de Mongolia


En aquel momento histórico, los hunos se encontraban en plena negociación con los embajadores de Teodosio II acerca de la entrega de varias tribus renegadas que se habían refugiado en el seno del Imperio de Oriente.

Al año siguiente, Atila y Bleda tuvieron un encuentro con la legación imperial en Margus que es la actual Pozarevac y, sentados todos en la grupa de los caballos a la manera huna, negociaron un Tratado.

f1Imagen: Wikimedia

Los romanos acordaron no solo devolver las tribus fugitivas, que habían sido un auxilio contra los vándalos, sino también duplicar el tributo anteriormente pagado por el imperio, de 350 libras romanas de oro, que son casi 115 kg, abrir los mercados a los comerciantes hunos y pagar un rescate de ocho sólidos por cada romano prisionero de los hunos.

Éstos, satisfechos con el Tratado, levantaron sus campamentos y partieron hacia el interior del continente, tal vez con el propósito de consolidar y fortalecer su imperio. Teodosio aprovechó esta oportunidad para reforzar los muros de Constantinopla, construyendo las primeras murallas marítimas de la ciudad, y para levantar líneas defensivas en la frontera a lo largo del Danubio.

Los hunos permanecieron los siguientes cinco años fuera de la vista de los romanos. Durante este tiempo, llevaron a cabo una invasión de Persia. Sin embargo, una contraofensiva persa en Armenia concluyó con la derrota de Atila y Bleda, quienes renunciaron a sus planes de conquista.

Reaparecieron en las fronteras del imperio oriental en el año 440, atacando a los mercaderes de la ribera norte del Danubio, a los que protegía el Tratado vigente. Atila y Bleda amenazaron con la guerra abierta, sosteniendo que los romanos habían faltado a sus compromisos, ya que el obispo de Margus había cruzado el río Danubio para saquear y profanar las tumbas reales hunas de la orilla norte del Danubio.

Cruzaron entonces este río y arrasaron las ciudades y fuertes ilirios. Su avance comenzó en Margus, ya que cuando los romanos debatieron la posibilidad de entregar al obispo acusado de profanación, este huyó en secreto a los bárbaros y les entregó la ciudad.

f7Teodosio había desguarnecido las defensas ribereñas como consecuencia de la conquista de la ciudad de Cartago en el norte de África por el vándalo Genserico en el año 440 y la invasión de Armenia por el sasánida Yazdegerd II en el año 441. Esto dejó a Atila y Bleda el camino abierto a través de Iliria y los Balcanes, que se apresuraron a invadir el mismo año 441.

El ejército huno, habiendo saqueado Margus, tomó Singidunum, que es la moderna Belgrado y Sirmiun antes de detener las operaciones. Siguió entonces una tregua a lo largo del año 442, momento que aprovechó Teodosio para traer sus tropas del norte de África y disponer una gran emisión de moneda para financiar la guerra contra los hunos. Hechos estos preparativos, consideró que podía permitirse rechazar las exigencias de los reyes de los hunos.

La respuesta de Atila y Bleda fue reanudar la campaña en el año 443. Golpeando a lo largo del río Danubio, tomaron los centros militares de Ratiara y sitiaron con éxito la actual Nis, mediante el empleo de arietes y torres de asalto rodantes que eran sofisticaciones militares novedosas entre los hunos.

Más tarde, presionando a lo largo del río Nisava ocuparon las ciudades de Sofía, Plovdiv y Arcadiópolis en Bulgaria. Se enfrentaron y vencieron a las tropas romanas en las afueras de Constantinopla y solo se detuvieron por la falta del adecuado material de asedio capaz de abrir brechas en las ciclópeas murallas de la ciudad.

f6Teodosio admitió la derrota y envió al cortesano Anatolio para que negociara los términos de la paz, que fueron más rigurosos que en el anterior Tratado. El emperador acordó entregar más de 6.000 libras romanas, unos 1.963 kg de oro como indemnización por haber faltado a los términos del pacto; el tributo anual se triplicó, alcanzando la cantidad de 2.100 libras romanas, unos 687 kg de oro; y el rescate por cada romano prisionero pasaba a ser de doce sólidos.

Satisfechos durante un tiempo sus deseos, los reyes hunos se retiraron al interior de su imperio. Bleda murió y Atila quedó como único rey. Existe abundante especulación histórica sobre si Atila asesinó a su hermano o si Bleda murió por otras causas. En todo caso, Atila era ahora el señor indiscutido de los hunos y nuevamente se volvió hacia el imperio oriental.

REY DE LOS HUNOS

Tras la retirada de los hunos, Constantinopla sufrió graves desastres, tanto naturales como causados por el hombre, con sangrientos disturbios entre aficionados a las carreras de carros en el Hipódromo, epidemias en entre los años 445 y 446, hambrunas y toda una serie de terremotos que duró cuatro meses, destruyó buena parte de las murallas y mató a miles de personas, ocasionando una nueva epidemia.


Los Escitas, un pueblo entre el Cáucaso y el Caspio


Este último golpe tuvo lugar en el año 447, justo cuando Atila, habiendo consolidado su poder, partió de nuevo hacia el sur, entrando en el imperio a través de Moesia. El ejército romano, bajo el mando del magister militum godo Arnegisclo, les hizo frente en el río Vid y fue vencido aunque no sin antes ocasionar graves pérdidas a Atila.

Los hunos quedaron sin oposición y se dedicaron al pillaje a lo largo de los Balcanes, llegando incluso hasta las Termópilas. Constantinopla misma se salvó gracias a la intervención del prefecto Flavio Constantino, quien organizó brigadas ciudadanas para reconstruir las murallas dañadas por los seísmos y para construir una nueva línea de fortificación delante de la antigua.

f3Imagen: Wikimedia

Ha llegado hasta nosotros un relato de la invasión:

“La nación bárbara de los hunos, que habitaba en Tracia, llegó a ser tan grande que más de cien ciudades fueron conquistadas y Constantinopla llegó casi a estar en peligro y la mayoría de los hombres huyeron de ella (…) Y hubo tantos asesinatos y derramamientos de sangre que no se podía contar a los muertos. ¡Ay, que incluso ocuparon iglesias y monasterios y degollaron a monjes y doncellas en gran número!”.

Atila reclamó como condición para la paz que los romanos continuaran pagando un tributo en oro y que evacuaran una franja de tierra cuya anchura iba, de las trescientas millas hacia el este desde Sigindunum, hasta las cien millas al sur del Danubio.

Las negociaciones continuaron entre romanos y hunos durante aproximadamente tres años. El historiador Prisco fue enviado como embajador al campamento de Atila en el año 448.


Gog y Magog


Los fragmentos de sus informes, nos ofrecen una gráfica descripción de Atila entre sus numerosas esposas, su bufón excita y su enano moro, impasible y sin joyas en medio del esplendor de sus cortesanos:

Se había preparado una lujosa comida, servida en vajilla de plata, para nosotros y nuestros bárbaros huéspedes, pero Atila no comió más que carne en un plato de madera. En todo lo demás se mostró también templado; su copa era de madera, mientras que al resto de nuestros huéspedes se les ofrecían cálices de oro y plata. Su vestido, igualmente, era muy simple, alardeando sólo de limpieza.

La espada que llevaba al costado, los lazos de sus zapatos escitas y la brida de su caballo carecían de adornos, a diferencia de los otros escitas, que llevaban oro o gemas o cualquier otra cosa preciosa”.

ATILA ATACA OCCIDENTE

En el año 450 había proclamado Atila su intención de atacar al poderoso reino visigodo, que tenía una alianza con el emperador Valentiniano III. Atila había tenido anteriormente buenas relaciones con el imperio occidental y con su gobernante Flavio Aecio.

Aecio había pasado un breve exilio entre los hunos en el año 433, y las tropas que Atila le había proporcionado contra los godos y los burgundios, le habían ayudado a conseguirle el título de magister militum en Occidente.

Los regalos y los esfuerzos diplomáticos de Genserico, que se oponía y temía a los visigodos, pudieron influir también en los planes de Atila.

En la primavera del año 450, la hermana de Valentiniano, Honoria, a la que contra su voluntad habían prometido con un senador, envió al rey huno una demanda de ayuda juntamente con su anillo.

Honoria no tenía intención de proponerle matrimonio, pero Atila escogió interpretar así su mensaje. Aceptó, pidiéndole como dote la mitad del imperio occidental. Cuando Valentiniano descubrió lo sucedido, solo la influencia de su madre, Gala Placidia, consiguió que enviara a Honoria al exilio en vez de matarla.


Las murallas de Constantinopla


Valentiniano escribió a Atila negando categóricamente la legitimidad de la supuesta oferta de matrimonio. Atila, sin dejarse convencer, envió una embajada a Rávena para proclamar la inocencia de Honoria y la legitimidad de su propuesta de esponsales, así como que él mismo se encargaría de venir a reclamar, lo que era suyo por derecho.

Teodosio murió a consecuencia de una caída de caballo y su sucesor, Marciano, interrumpió el pago del tributo a finales del año 450. Las sucesivas invasiones de los hunos y de otras tribus habían dejado los Balcanes con poco que saquear. La intención de Atila al marchar hacia el oeste era la de extender su dominio hasta la Galia y las costas del mar Atlántico.

Llegada a Bélgica, en el año 451, con un ejército de unos 500.000 hombres y esto puso en claro cuáles eran sus verdaderas intenciones. El siete de abril tomó Metz, obligando a Aecio a ponerse en movimiento para hacerle frente con tropas reclutadas entre los francos, burgundios y celtas.

El constante avance de Atila hacia el oeste convencieron al rey visigodo, Teodorico I, de aliarse con los romanos. El ejército combinado de ambos llegó a Orleans por delante de Atila, cortando así su avance.

Aecio persiguió a los hunos y se produjo la batalla de los Campos Cataláunicos que terminó en un empate técnico, con numerosas pérdidas en ambos bandos. Teodorico perdió la vida en el combate. Atila se replegó más allá de sus fronteras y sus aliados se desbandaron.

ATILA INVADE ITALIA

El historiador Jordanes, que no tenía ninguna simpatía por los hunos nos recuerda la invasión de Italia por los hunos.

“La locura de un solo hombre provocó con su ataque la destrucción de infinitos pueblos, y el capricho de un rey arrogante destruyó en un instante lo que la Naturaleza había tardado tantos siglos en crear”.

Atila apareció de nuevo en el año 452 para exigir su matrimonio con Honoria, invadiendo y saqueando Italia a su paso. Su ejército sometió a pillaje numerosas ciudades y arrasó Aquilea. Valentiniano huyó de Rávena a Roma. Aecio permaneció en campaña, pero sin potencia militar suficiente para presentar batalla.

Finalmente, Atila se detuvo en el río Po, a donde acudió una embajada formada por el prefecto Trigecio, el cónsul Avieno y el Papa León I. Tras el encuentro inició la retirada sin reclamar ya ni su matrimonio con Honoria, ni los territorios que deseaba.

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Se han ofrecido muchas explicaciones para este hecho. Puede que las epidemias y hambrunas que coincidieron con su invasión debilitaran su ejército, o que las tropas que Marciano envió al Danubio le forzaran a regresar, o quizá ambas cosas.

Atila dejó Italia y regresó a su palacio más allá del Danubio. Desde allí planeó atacar nuevamente Constantinopla y exigir el tributo que Marciano había dejado de pagar. Pero la muerte le sorprendió a comienzos del año 453.

MUERTE DE ATILA

El relato de Prisco dice que cierta noche, tras los festejos de celebración de su última boda con una mujer goda llamada Ildico sufrió una grave hemorragia nasal que le ocasionó la muerte.

Ana Martos señala que las hemorragias nasales eran habituales en los últimos tiempos en Atila y dice lo siguiente “Cuentan que en sus últimos años padecía hemorragias nasales y que sufrió una durante el sueño. Debido al alcohol ingerido no reaccionó y se ahogo en su propia sangre y vómito sin que su aterrorizada esposa pudiera hacer nada”.

El historiador del Renacimiento, Pedro Mexia ya la mencionaba en su obra “Historia Imperial y Cesarea” decía “Comió y bebió tanto aquel día de su boda que, vencido después del sueño, durmió boca abajo, donde… le vino el flujo de sangre a las narices con tanto ímpetu y fuerza, que lo ahogó en el espacio de una hora. Y allí acabó derramado en su propia sangre”.

Sus soldados, al descubrir su fallecimiento, le lloraron cortándose el pelo e hiriéndose con las espadas, pues “el más grande de todos los guerreros no había de ser llorado con lamentos de mujer ni con lágrimas, sino con sangre de hombres”.

Lo enterraron en un triple sarcófago recubierto de oro, plata y hierro, junto con el botín de sus conquistas, y los que participaron en el funeral fueron ejecutados para mantener secreto el lugar de enterramiento.

Otra versión de su muerte es la que nos ofrece, ochenta años después del suceso, el cronista romano Conde Marcelino: “Atila, rey de los hunos y saqueador de las provincias de Europa, fue atravesado por la mano y la daga de su mujer”.

También la Saga de los Volsung y la Edda poética sostienen que Atila murió a manos de su mujer Gudrun, pero la mayoría de los estudiosos rechazan estos relatos como puras fantasías románticas y prefieren la versión dada por Prisco, contemporáneo de Atila.

Este fue el fin de los ocho años que duraron las invasiones de los hunos, que hicieron retroceder y extinguirse a Roma. El Imperio Romano de Occidente, del que prácticamente no quedaba más que la propia Roma, fue terminado y destruido por los vándalos, otro pueblo bárbaro.

Los hijos de Atila, Elak que era el heredero, Dengizik y Ernak lucharon por la sucesión y, divididos, fueron vencidos y desperdigados el año siguiente en la batalla de Nedao por una coalición de pueblos diversos como ostrogodos, hérulos, gépidos, etc. Su imperio no sobrevivió a Atila.

ATILA COMO HOMBRE

La principal fuente de información sobre Atila es Prisco, que era un historiador bizantino que viajó con Maximino en una embajada de Teodosio II en el año 448. Describe el poblado construido por los nómadas hunos, y en el que se habían establecido, como del tamaño de una ciudad grande, con sólidos muros de madera. Al propio Atila lo retrata así:

“Corto de estatura, de ancho pecho y cabeza grande; sus ojos eran pequeños, su barba fina y salpicada de canas; y tenía la nariz chata y la tez morena, mostrando la evidencia de su origen”.

Atila es conocido en la historia y la tradición occidentales como el inflexible “Azote de Dios”, y su nombre ha pasado a ser sinónimo de crueldad y barbarie. Algo de esto ha podido surgir de la fusión de sus rasgos, en la imaginación popular, con los de los posteriores señores esteparios de la guerra, como Genghis Kan y Tamerlán. Todos ellos comparten la misma fama de crueles, inteligentes, sanguinarios y amantes de la batalla y el pillaje.

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Los hunos del tiempo de Atila se habían relacionado durante algún tiempo con la civilización romana, particularmente a través de los aliados germanos de la frontera. Cuando Teodosio envió su embajada en el año 448, Prisco pudo identificar como lenguas comunes en la horda el huno, el gótico y el latín.

Cuenta también Prisco su encuentro con un romano occidental cautivo, que había asimilado tan completamente la forma de vida de los hunos que no tenía ningún deseo de volver a su país de origen. La descripción del historiador bizantino de Atila destaca la humildad y sencillez y no ofrece dudas sobre la admiración que le causa.

De los relatos del mismo Prisco, se desprende con claridad que Atila no solo hablaba perfectamente el latín, sino que sabía escribirlo. Hablaba el griego y otros idiomas, por lo que muy probablemente se trató de un hombre de gran cultura para los cánones de la época.

El contexto histórico de la vida de Atila tuvo gran trascendencia a la hora de configurar su posterior imagen pública. Con la decadencia del Imperio occidental, tanto sus conflictos con Aecio como lo ajeno de su cultura, contribuyeron a cubrirlo con la máscara de bárbaro feroz y enemigo de la civilización, con la que ha sido reflejado en un sinnúmero de películas y otras manifestaciones artísticas.

Los poemas épicos germanos en los que aparece nos ofrecen un retrato más matizado, siendo un aliado noble y generoso como cruel y rapaz.

Durante la Edad Media, en los siglos XIII y XIV, se dejó sentada la leyenda de los dos hermanos Hunor y Magor, donde se explicaba el parentesco entre los hunos y húngaros, así como la llegada de Atila a los territorios panonios.

Tanto en Hungría como en Turquía los nombres de Atila y su última mujer, Ildico, siguen siendo populares actualmente. El escritor húngaro Géza Gárdonvi en su novela “El esclavo de Atila”, ofrece una imagen positiva del rey huno, describiéndolo como un jefe sabio y querido.

Se ha calificado a Atila como un bárbaro sin darse cuenta, de que los romanos llamaban así a cualquier pueblo que no fuera romano o romanizado, sin importar su grado de cultura ni su estado de civilización.

A la hora de formarse una idea correcta del personaje, debemos tener en cuenta que los relatos que nos han llegado son todos de la pluma de sus enemigos, por lo que es imprescindible un adecuado expurgo de los mismos.

Es probable que el jefe de una nación guerrera sopesara la ventaja propagandística de ser considerado por sus enemigos el “Azote de Dios”, y que debido a ello fomentara esa imagen entre ellos.

Atila gobernó el mayor imperio europeo de su tiempo, desde el año 434 hasta su muerte en el año 453.


BIBLIOGRAFÍA

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Atila, ¿era tan malo como lo pinta la historia?