martes. 19.03.2024
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Hasta bien entrados los años 80 ser aficionado al fútbol e intelectual eran incompatibles. Los artículos sobre el balompié de Francisco Brines y, sobre todo, de García Hortelano fueron cambiando la situación y hoy vemos con toda normalidad que Antonio Escotado o  Vila-Matas sean uno “merengue” y otro “culé”. Treinta años son muchos,  así que vamos a hablar de fútbol y política naturalmente.

Como apunte introductorio, para los no futboleros, diré que el Athletic de Bilbao es un club fundado en 1898 en torno a la familia De la Sota. Ramón de la Sota construyó barcos en la compañía Euskalduna, creo la compañía de seguros La Polar y fletó decenas de buques. Gracias a todo eso amasó una gran fortuna durante la primera Guerra Mundial. Para vivir eligió un palacete en el ensanche de Bilbao, donde tocaba el maestro Guridi y donde se imprimía incluso el diario Euzkadi, gracias a una rotativa que le regaló el mismísimo magnate norteamericano William Randolph Hearst. Allí se criaron los pequeños Alejandro y Manuel de la Sota, que llegaron a ser ambos presidentes del Athletic. Cuando llegó nuestra guerra, Franco le condenó a pagar 100 millones de pesetas, por conspiración para la rebelión militar, le enajenó todos sus bienes y convirtió su residencia en sede del Gobierno Militar. Por cierto, que su socio era un tal señor Aznar, abuelo de José María, al que el Caudillo no le tocó un pelo, que se sepa. Hasta 1983 no se recuperó aquel palacio que hoy es sede permanente del Athletic y que se llama Ibaigane. Allí se exhiben, entre otras, las 23 Copas del Rey, última 1984, que antes se llamaba de El Generalísimo y que propició aquella frase que se cuenta de Gaínza, su capitán, cuando le decía a Franco: “Aquí, mi general, los únicos que no fallamos nunca somos usted y yo”. Lezama fue la mejor cantera del fútbol español: Pichichi, Zarra, Iribar; en los años 50-60 hasta 6 jugadores de la selección española eran del Athletic que entonces, por orden de Franco, sólo se podía llamar Atlético de Bilbao. Toda esa historia juega hoy en su contra, es un equipo víctima de su gloria, por suerte y gracia de lo que, por inflación lingüística se llama la “Filosofía del Club”: único del mundo mundial que sólo se nutre de jugadores nacidos o criados en Euskadi. Hasta eso es falso porque desde Ibaigane entienden que La Rioja, Navarra y el País Vasco-francés, Iparralde, forman parte de la nación vasca. Si miran hoy la clasificación comprobarán que está en zona de descenso a la 2ª división. En caja tienen 300 millones de euros pero no los pueden gastar porque no hay jugadores “vascos” que les sirvan. En los últimos años se le han ido desde Javi Martínez, a Llorente, de Ander Herrera a Kepa y Laporte. Y es que eso del “amor eterno a los colores” es una milonga tanguera más vieja que Noé.  El Athletic de hoy es una sangría y un despojo de lo que fue ¿La culpa? El nacionalismo excluyente: hay muchísimos grandes jugadores de todos los continentes que querrían jugar en el equipo de Ibaigane pero no pueden. Sí lo hacen, por ejemplo, en el Atlético de Madrid o en el Sevilla, equipos parejos al Athletic, que desde hace 10, 12 años le han superado en palmarés y hoy son equipos de la Champion League. Si alguien quiere buscar relaciones con la fuga de empresas de Catalunya -4.880- o con el odio al inmigrante -al diferente- de los Partidos de extrema derecha en tantos países, pronto encontrará datos. Las declaraciones contra los “españoles” que tantas veces esgrime Inés Arrimadas contra Torra, sacadas de artículos escritos por éste; la ideología que subyace en Patria, el libro de Aramburu, provenientes del ínclito Sabino Arana; las frases de tantos mítines de Bolsonaro, Marie Le Penn o Salvini, se enmarcan todas en un paradigma que no está tan lejos de esa ideología nacionalista del Athletic. “El Athletic cuando era vasco, todos le tenían asco,/ ahora que es campeón, todos le piden perdón”, rezaba un estribillo que se cantaba en San Mamés hace medio siglo. El problema es que ya no es, ni se huele que vaya a ser campeón de nada, sólo es vasco otra vez; por ejemplo su himno está en euskera, no cabe variante en castellano: “Cantemos, pues, los bilbainitos, a nuestro club con gran amor…”, se entonaba antes en el viejo San Mamés. Ahora ha desaparecido. Sus hinchas actuales repiten que es el único equipo del mundo con esta “filosofía”. También puede ser el único equipo del mundo que baje a 2ª división con 300 millones en Caja. ¿Principal motivo? El nacionalismo excluyente. Lo denunció ya hace mucho tiempo el señor Revilla, el presidente cántabro: “es un equipo racista”, así de claro.  Y es que los tiene tan cerca que los conoce como la palma de su mano. El nacionalismo excluyente –lo sabemos- fue el detonante principal de las dos guerras mundiales y hoy en Bilbao –ya saben que hay mapamundis de Bilbao- está ya calentita la tercera conflagración cósmica. Es el plato estrella de la nueva cocina vasca. ¿Remedios? Abrir las fronteras de la mente, no construir el muro de Trump en la frontera mexicana, que puedan vestir de rojiblancos jugadorazos como Canales, por ejemplo, que lo tuvieron bien cerca y no lo vieron. El señor Revilla sabe el porqué.

El lector ya habrá colegido que todo eso lo dice un hincha del Athletic, malgré lui, por supuesto: 300 millones, 2ª división, nacionalismo excluyente.

El Athletic Club como colofón universal de nacionalismo excluyente