viernes. 29.03.2024
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Fotograma de la película.

Hace unos días vi As bestas, una película impresionante que creo quedará con letras mayúsculas en la historia del cine español. He leído muchas críticas, casi todas jugosas, interesantes, pero creo que se olvidan de un aspecto crucial de la película: Nosotros. No creo que nadie a estas alturas cuestione la magnífica carrera como guionista y director de Rodrigo Sorogoyen, un cineasta impecable que ni en el guión ni en la realización deja cabos sueltos, cosa bastante rara en el cine de hoy en día donde hay lagunas, elipsis no intencionadas o sugestiones pueriles de difícil digestión.

Se ha dicho muchas veces que cuando un artista termina su obra ésta deja de pertenecerle para pasar a formar parte del acerbo cultural común. No creo que Cervantes cuando comenzó a escribir el Quijote tuviese planificado de antemano la magnitud de la novela que tenía entre manos. Paso a paso, palabra a palabra, situación a situación, la obra va creciendo hasta convertirse no sólo en lo que el escritor quería, sino en algo mucho más grande, en una historia de España, en un compendio de las conductas humanas, en un tratado de filosofía, en una cosmología. 

El desasosiego, la incertidumbre, el impacto visual, la certeza de la tragedia, la tensión acompañan a la obra desde el minuto uno, impidiendo al espectador la relajación

Al referirse a la última película de Sorogoyen muchos han hablado de la España vacía, del drama rural basado en hechos reales, del gravísimo impacto de la energía eólica sobre el medio natural, del choque de generaciones y de mucho más, porque la película es poliédrica, tiene muchas caras y toca casi todo lo que nos afecta y aturde. El desasosiego, la incertidumbre, el impacto visual, la certeza de la tragedia, la tensión acompañan a la obra desde el minuto uno, impidiendo al espectador la relajación, el despiste o la indiferencia, porque Rodrigo Sorogoyen nos cuenta un trágico suceso acaecido en una aldea gallega hace años, pero lo que nos está narrando de verdad es el choque tremendo entre la España negra, ruin, egoísta, primaria, de la España abandonada a su ignorancia y su miseria, con la bondad, con el progreso humano entendido como una evolución a mejor de las personas mediante el estudio, la reflexión y el trabajo.

Es cierto que los dos hermanos y su madre nunca salieron del pueblo, que su vida transcurrió entre la rutina de cuidar las vacas y, al caer la tarde, visitar el bar cochambroso y solitario donde jugar unas partidas de dominó y meterse un litro de orujo entre pecho y espalda, que sobrevivían en un ambiente tóxico y primitivo, que un día, sin hacer nada por conseguirla, vieron llegar la libertad en forma de dinero ofrecido por las energéticas para cubrir sus montes de molinos eólicos y permitirles soñar con un taxi en Orense. Es cierto también que sus padres, sus abuelos y sus tatarabuelos vivieron exactamente igual que ellos, que nadie tuvo nunca interés por ayudarles a ser personas, por darle los medios de conocimiento necesarios para poder emanciparse, pero no es menos cierto que al cabo de siglos de abandono esos hermanos y su madre -Luis Zahera, Diego Anido y Luisa Merelas- son animales con costumbres tribales incapaces para comprender que significan palabras como respeto, diálogo, generosidad o bondad. Viven en un mundo de bestias, se lanzan al cuello de los caballos salvajes hasta agotarlos aun a riesgo de sus vidas, resuelven sus problemas a mordiscos y, sobre todo, son capaces de matar porque aquella aldea, aquel pequeño mundo es suyo y nadie que perjudique su hegemonía y sus intereses puede vivir allí: O se van, o serán asesinados.

Vieron llegar la “libertad” en forma de dinero ofrecido por las energéticas para cubrir sus montes de molinos eólicos y permitirles soñar con un taxi en Orense

Frente a la familia Anta, aparece un matrimonio francés, profesores enamorados de aquella tierra que han decidido dejar trabajo, ciudad y amigos para llevar una vida más tranquila en conexión con la naturaleza, cultivando un pequeño predio y rehabilitando viejas casas de piedra para entregárselas a quien las necesite sin pedir nada a cambio. Son intrusos, no sólo porque vienen de otro país, sino porque hablan otro idioma aunque sepan hablar castellano con soltura. Un idioma en el que la fuerza sólo se utiliza para trabajar, para mover piedras con las que levantar las casas arruinadas, para manejar el azadón o reparar el pozo de agua que riega las hortalizas. Utilizar la fuerza bruta contra los demás no está en su diccionario, ni siquiera en defensa propia. La pareja francesa no quiere molinos eólicos, no quieren el dinero de las eléctricas, quieren vivir su vida inmersos en un paisaje agreste, duro y bello, sin artefactos contaminadores. Además, tienen libros, oyen música y han logrado desprenderse del estrés de la vida moderna ajustándose al ritmo que marca la naturaleza. Creen en el diálogo, en el valor de la palabra para llegar a acuerdos, para desfacer entuertos, cosa que los nativos ignoran. Él es fuerte, gordo, de complexión hercúlea. Ante el acoso brutal de la familia Anta, le habría bastado emplear la fuerza para quitárselos de en medio, pero no sabe y no quiere. La fuerza es una cualidad propia de los animales e inapropiada para las relaciones humanas. Sin embargo, para sus vecinos la fuerza, la violencia, la sangre son valores supremos que determinan quien tiene el poder y como hay que vivir. Un día lo matan, del mismo modo que hacían con los caballos, un hermano al cuello hasta romperle la nuca, el otro a los cuartos traseros. La policía se mantiene al margen pese a las denuncias previas, como si el asunto no fuese con ellos, como si fuesen los garantes de que todo iba a seguir igual que siempre, como toda la vida.

Desde que llegaron al poder mediante una moción de censura se enfrentan al partido de los hermanos Anta, un partido que ya no está formado sólo por reaccionarios del pasado 

Tenemos en España un Gobierno que está intentando por todos los medios aminorar los daños que las sucesivas crisis están causando a la población, unas veces con acierto, otras errando. No salen insultos de su parte, pero desde que llegaron al poder mediante una moción de censura se enfrentan al partido de los hermanos Anta, un partido que ya no está formado sólo por reaccionarios del pasado sino que cuenta con muchos simpatizantes de la España negra, inculta, intolerante, vociferante y poco dada a escuchar. El predio es todo el país y en él se hace lo que siempre se ha hecho, lo que Dios manda, que no es otra cosa que lo que deseen quienes siempre tuvieron el poder político, económico y simbólico. No existe España si ellos no son los que mandan porque si gobiernan otros, por tímidas que sean sus políticas, lo hacen contra España, que sólo es una y de unos, de ellos. Pasó con Felipe González -hoy próximo a sus postulados-, con Rodríguez Zapatero y, ahora, con Sánchez y sus aliados de gobierno: Son la Anti-España y contra ella, vale todo, incluso que el Tribunal Constitucional paralice la actividad del Parlamento, que es donde reside la soberanía nacional. No ofrecen alternativas, no discuten sobre la manera de hacer las cosas mejor, su única propuesta conocida y experimentada es privatizar todos los servicios públicos para entregar el beneficio que deparen a amigos, conocidos y multinacionales, incluidas las viviendas sociales. Para ellos no existe el interés general, fundamento de la democracia, sino el interés particular y su interés particular es España, que sólo puede existir si está a su servicio, a su imagen y semejanza. Si no es así, vale todo, como para la familia Anta de As Bestas.

'As bestas' y nosotros