jueves. 28.03.2024
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El 3 de noviembre de 1918 se firmaba el conocido como Armisticio de Padua entre los aliados y el Imperio Austro-Húngaro, y que ponía el fin a la guerra entre los firmantes en el frente italiano.

En el Imperio Austro-húngaro había una clara tendencia desde al menos 1917 que defendía la necesidad de llegar a algún tipo de acuerdo con la Triple Entente para terminar con una guerra agotadora y terrible. Sin lugar a dudas, el Imperio Austro-húngaro era la parte más débil del bando de los Imperios Centrales, y que más problemas internos tenía dada su compleja composición de naciones, pueblos, lenguas y religiones distintas. Era la parte más interesada, pues, en que se llegara a una paz sin victoria, desde la convicción de que si Alemania era derrotada el Imperio que se dirigía desde Viena desaparecería, premonición muy lúcida, y que se terminaría confirmando en 1918. Para Berlín todo esto era inaceptable, demostrando la creciente tensión entre los dos aliados. Los británicos y franceses no veían con desagrado la iniciativa austriaca, siempre y cuando fuera una paz separada para seguir combatiendo a Alemania con el fin de derrotarla completamente, el enemigo principal. Pero los italianos, rumanos y serbios eran contrarios a cualquier negociación porque perderían sus reivindicaciones territoriales que tenían que ver con el Imperio Austro-húngaro, pero no con Alemania.

El Armisticio permitía a los aliados ocupar los puntos estratégicos que necesitaban para su ofensiva hacia Múnich, en Alemania

La iniciativa austriaca fue llevada por el príncipe Sixto de Borbón-Parma, cuñado del emperador. Sus gestiones, entre marzo y mayo de 1917, fueron conocidas como el “affaire Sixto”. Los austriacos proponían el restablecimiento de la soberanía de Bélgica (invadida y sometida por Alemania desde el principio de la contienda), el restablecimiento de la soberanía de Serbia con promesa de una salida al mar, y la promesa de compensaciones territoriales a Italia pero sin concretar (recordemos que Italia reclamaba territorios de habla italiana que pertenecían al Imperio Austro-Húngaro). Pero los aliados no aceptaron la propuesta porque no se concretaba nada para Italia y, sobre todo, porque no se aludía a Alsacia y Lorena, reivindicación irrenunciable para Francia, pero que seguramente los austriacos no habían incluido en su propuesta porque también era una cuestión sobre la que los alemanes no estarían dispuestos a tratar bajo ningún concepto. Precisamente, la oposición cerrada alemana fue el otro factor que explicaría el fracaso de la negociación.

Pero la situación era ya insostenible en el otoño de 1918. A finales de septiembre se había producido la rendición de Bulgaria. Las noticias del frente italiano eran desastrosas. El mariscal italiano Armando Díaz había lanzado una fuerte ofensiva el 23 de octubre hacia Vittorio Veneto, con apoyo franco-británico y, aunque le costó, consiguió el objetivo de tomar esta ciudad. En el ejército austro-húngaro se produjeron motines de soldados eslavos, y que se convirtieron en otro factor para pedir el fin de las hostilidades. La retirada se había convertido en un verdadero caos. Por su parte, el primero de noviembre se había liberado Belgrado en Serbia, por lo que Viena decidió enviar al general Von Weber a Italia para negociar un alto al fuego. El alto mando italiano comunicó a los austriacos sus condiciones y se concedió un plazo hasta el día 3 de noviembre para que dieran una respuesta a los mismos.

Mientras Von Weber esperaba la respuesta de Viena, los acontecimientos se precipitaban en uno de los meses de noviembre más intensos de la Historia. Desde Hungría llegaban noticias alarmantes, ya que se había decidido la separación con Austria y la rendición ante los aliados. Así pues, se aceptaron las condiciones en el plazo señalado. Los aliados estuvieron representados por el general y mariscal Armando Díaz. La aceptación de las condiciones aliadas y la firma del Armisticio en Padua el 3 de noviembre, entrando en vigor al día siguiente, fueron conocidas en Hungría dos días después, en plenas negociaciones con los aliados. Hungría firmaría el denominado Armisticio de Belgrado el 13 de noviembre, que culminaba un proceso propio y harto complejo de descomposición del Imperio Austro-húngaro en los Balcanes.

El Armisticio permitía a los aliados ocupar los puntos estratégicos que necesitaban para su ofensiva hacia Múnich, en Alemania.

El Armisticio de Padua