jueves. 25.04.2024
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Brian Carlson es un artista y activista norteamericano focalizado en los derechos humanos que nació en Chicago, Illinois, y se educó en Southern Methodist University, en Dallas, Texas. Allí recibió grados en estudio de Bellas Artes y optó por utilizar esos conocimientos para retratar a los desaparecidos por las dictaduras. La intención de retratarlos es, según él, la garantía de nunca haberlos perdido. Padres que se han quedado sin hijos, hijos y nietos que nunca han conocido ni a sus padres ni a sus abuelos.

En silencio cada día este hombre alto y de contextura robusta se apodera de varias pinturas, algunas fotografías en blanco y negro y un lienzo y se encamina a la oscuridad de su habitación en la ciudad de Wisconsin, uno de los estados del Medio Oeste de los Estados Unidos.

En el génesis de su obra abordó problemáticas sociales como personas sin vivienda, el medio ambiente y la violencia en contra de las mujeres. Pero esto era solo el comienzo de una película de sangre que cubrió los rincones del continente tras las dictaduras latinoamericanas que comenzaron a irradiar los rostros de aquellos que ya no están.

Interiorizándose sobre estas temáticas es que llega a la Argentina en 2007, a una exposición en el Centro Cultural Recoleta. En uno de los tantos interines es invitado a una visita al Centro de Detención Clandestino de la Escuela de Mecánica de la Armada, recordada trágicamente como ESMA, donde funcionaba el Espacio para la Memoria y la Promoción y Defensa de los Derechos Humanos. Fue el relato de lo sucedido en ese lugar lo que hizo pensar en la creación de un memorial para mantener en el recuerdo a las personas desaparecidas.

Él los pensaba hincados y con la cabeza cubierta, el relato en la ESMA de ese hombre desconocido lo hizo retroceder en el tiempo. Pudo sentir el frío en sus pies entremezclándose con la sangre caliente que décadas atrás comenzaba a cubrir los rostros de los que hoy no están. Había historias paralelas de soledad y de sufrimiento, y no podía mantenerse al margen.

Carlson comienza a diagramar la muestra que recorrería la Argentina y gran parte de Latinoamérica. Los 2000 retratos pintados a mano reflejan esa obligación que tiene la humanidad de pararse frente a sus espejos cada mañana, de encontrarlos para encontrarse.

Cada uno de estos oleos fueron creados desde las fotos utilizadas para denunciar los secuestros

Cada uno de estos oleos fueron creados desde las fotos utilizadas para denunciar los secuestros, una obra que emociona y que gracias a los familiares de las víctimas del terrorismo de estado se ha convertido en una galería eterna.

Su objetivo original al exponer su obra en el Monumento a la Bandera en la ciudad de Rosario en 2015 fue reaparecer a los desaparecidos. La desidia del poder quiso borrar su existencia, pero muy lejos de eso, la memoria sigue más viva que nunca. Cuando esos rostros aparecen en los antiguos lugares de asesinatos, en un nivel simbólico, la dictadura es derrotada nuevamente.

A pesar de ello el terror continúa a nivel global y latinoamericano con el apoyo de los Estados Unidos, su país de origen, eso lo convierte en un extranjero encerrado en un envase al que no acepta y al que no quiere convertirse.

Los peores delincuentes de América Latina se habían formado en la infame Escuela de las Américas, él sabía que esa Universidad de la muerte había llegado para quedarse, que dejaría secuelas en una sociedad que difícilmente podría recuperarse sin una memoria activa.

Y allí encontró el nicho de acción que depararía el resto de sus días, hacer la vista gorda a los crímenes de su país ya no era una opción. El dolor generado por décadas y décadas de supremacía necesitaba un punto final, Carlson decidió poner manos a la obra y comenzar a diagramar un parate a la actividad prolongada de violencia y de desidia gubernamental norteamericana.

“Creo, personalmente, que los desaparecidos quieren que sus historias se cuenten en todas las formas posibles, en el arte, en la música, en el teatro, en la performance, en la danza, en la poesía, en la literatura y, por supuesto, en historias precisas. Ellos no quieren esto para ellos mismos, ya que su tiempo aquí se ha ido, sino para ayudar a garantizar que lo que les sucedió no continúe sucediendo a otros, perpetua o cíclicamente”, nos dice.

Las imágenes con colores brillantes que contrastan unos de otros forman un código de permanencia que según él construye desde los silencios. La presencia del color no sólo es valorada por el público en general que asiste a las exposiciones sino también por los familiares de los desaparecidos. En la exposición realizada en Rosario, una madre le dijo: “Durante 35 años vi la foto en blanco y negro de mi hijo. ¡Pero tu pintura lo ha traído a la vida con los colores!”.

Hoy Brian lleva pilas y pilas de retratos pintados, sin embargo, la cantidad de víctimas del terrorismo de Estado en Argentina excede toda capacidad de creación. Tiene muy en claro que como llanero solitario no llegará a retratar el infinito oleaje de fotografías e historias que le llegan día a día. Su idea es conformar una ONG para poder seguir con los retratos de los 30 mil desaparecidos. Una organización no gubernamental compuesta por jóvenes estudiantes de arte de todo el mundo que continúen con su trabajo.

Con sesenta y seis años y muchos más por delante, se ha comprometido a realizar dos retratos por día, es según él una necesidad, los vacíos que crecen fuera parecen rellenarse dentro de su alma con cada fotografía terminada. También decidió retratar a los monstruos, los dictadores y los líderes genocidas, una telaraña que se va haciendo cada vez más grande. Un campo de batalla en donde los victimarios son vencidos y donde las víctimas han podido salir de sus fosas para gritar NUNCA MÁS.

La gran satisfacción es ver que los retratos son destinados a ser usados, son descargados desde la página oficial losaparecidos.com, son copiados, impresos y utilizados de forma respetuosa en marchas y conmemoraciones.

Juan Carlos Abachian desaparecido en La Plata el 21 de enero del 77 fue su primer retrato allá por el año 2012. Hoy, casi una década después de aquel entonces y gracias a la intervención de Laura Tasada, una rosarina familiar de desaparecidos que invitó a Brian a venir a Argentina a vincularse con la problemática de la Memoria, la Verdad y la Justicia, es que ha encontrado su lugar en el mundo.

La obra de Carlson de a poco comenzó a ser valorada en su país, pero con dolor reconoce que la mayoría de sus conciudadanos no quieren saber que los Estados Unidos han colaborado con las dictaduras del Cono Sur. Fueron muy pocas las exposiciones en suelo norteamericano, nadie es profeta en su tierra y mucho menos cuando los que la manejan tienen sus manos manchadas con sangre. Él prefiere manchar sus manos con pintura, una labor ardua pero altamente gratificante.

Siendo estadounidense admite no haber conocido la historia del terrorismo de Estado en América Latina hasta haber visitado la Argentina. El apoyo de su país a las dictaduras latinoamericanas causó estupor una vez conocidas.

“Muy pocos pueden asociar a los medios como principales responsables de aquella masacre”, nos dice. “Los medios de comunicación son propiedad de enormes empresas que publican lo que sirve a sus intereses. Los EE.UU. apoyaron dictaduras y ayudaron a instalar en América Latina las ambiciones corporativas de América del Norte. Hay una especie de club de oligarcas que se cuidan entre ellos; en los principales medios vemos lo que ellos quieren que veamos”. Es hora de comenzar a ver más allá. 

tasada carlson

Aparecidos, la idea de tenerlos nuevamente