viernes. 29.03.2024

El ser humano es por naturaleza un ser social, objeto de estudio de la antropología social. La supervivencia de este ser humano depende de su interacción con el medio ambiente, con el orden social y con el orden cultural que lo rodea. Pero en la pandemia del COVID-19, todo el entramado social, se ha visto alterado.

A lo largo de toda la historia evolutiva del ser humano, este ha conseguido sobrevivir y desarrollarse gracias a la interacción social. A raíz de esta crisis sanitaria, social y económica de la COVID-19, hemos escuchado una serie de consignas en los discursos políticos del tipo de: el virus nos iguala a todos, este virus lo venceremos unidos, resistiremos unidos…, todos enmarcados en un discurso bélico.

Se ha polarizado, como casi siempre, entre los buenos que cumplen las normas y los malos, que de forma irresponsable y sin criterio crítico aparente, optan por la desobediencia

Este discurso no ha sido construido desde la pedagogía, a fin de fomentar la salud necesaria, sino desde mecanismos de control y vigilancia propios de la anatomopolítica y biopolítica descrita por Focault.

Anatomopolítica y biopolítica serían desde el punto de vista de Foucault, dos aspectos del mismo proceso, típicamente moderno, de racionalización de lo vivo, en aquella, de lo corporal individual; en este, de los corporal social, siempre con el fin de alcanzar su rentabilización política.

Michel Focault habla del poder sobre las personas desde la sumisión de los cuerpos por el control de las ideas. En una pandemia como la actual la mayor parte de las personas apelan a lo sentimientos, a las emociones y a las bajas pasiones, y esto se alimenta con las ideologías, que operan grabando en las mentes sus mensajes para someter los cuerpos a su control.

En esta pandemia se ha producido una polarización social, por un lado, ha nacido una especie de vigilante de balcón en origen, y ahora de vigilante social, que corresponde a lo que Bourdieu llama violencia simbólica, por lo que se asume un rol social, de modo que el mismo controlado reproduce el control. Por otro lado, han proliferado sectores de población que proclaman no cumplir normas, que adoptan un criterio propio respecto a sus comportamientos, llegando al extremo del negacionismo sobre la existencia del virus o de la pandemia.

Todo el discurso hasta ahora de las administraciones ha pivotado sobre estos dos polos. Este discurso pretende llevar al convencimiento de los ciudadanos responsables, que parar la pandemia está en nuestro comportamiento y responsabilidad personal. Sin embargo, no se ha promocionado, ni puesto en valor, la capacidad para escoger en el marco de una educación para la salud y una pedagogía que realmente trasmita responsabilidad. Se ha polarizado, como casi siempre, entre los buenos que cumplen las normas y los malos, que de forma irresponsable y sin criterio crítico aparente, optan por la desobediencia.

Una última reflexión antropológica sobre la COVID-19 para las personas sin hogar. Este es un colectivo invisibilizado con una doble vulnerabilidad frente a este virus. Por un lado, tienen frecuentes patologías respiratorias previas y por otro, tiene difícil al vivir en la calle, cumplir las medidas higiénico sanitarias recomendadas por las autoridades sanitarias. En estos momentos, la cooperación y coordinación institucional y de las asociaciones privadas de ayuda humanitaria, resulta fundamental para garantizar la seguridad de las personas sin hogar. Por ello, insistir en que la vivienda, no sólo es un derecho constitucional, sino que constituye algo indispensable para la promoción y protección de la salud pública. Invertir en vivienda pública es invertir en salud pública. Esto es una prioridad absolutamente transversal, no debe por tanto ser contaminada por las ideologías.

Por último, compartir esta reflexión de Eduardo Galeano:” la caridad es humillante porque se ejerce verticalmente desde arriba; la solidaridad es transversal e implica respeto mutuo”.

Antropología social y Covid 19: Una reflexión alternativa diferente