viernes. 19.04.2024

El espejo, ese aliado que no sabe mentir, me llevó de vuelta al ropero del Intercontinental bonaerense.

Mi ridícula imagen de Capitán Tapioca iba a cagar de risa a James Catriel.Me presenté en La Leona, una antigua posta de caballos entre El Calafate y El Chaltén.

Me sentí el ser más indefenso de la tierra.El viento atroz de la Patagonia y la nada en todos los puntos cardinales casi me hacen desistir. Había llegado a La Dilatada Tierra Adentro.Estaba en la mítica Patagonia Rebelde.

-Yeims supongo, saludé.

-Empezás mal lechuguino. Me llamo James; a ver repite: Ja - mes. James Catriel.No lo olvidés.

Apreté su mano con energía y correspondió con un apretón hercúleo. Ya estaba ante James Catriel, enjuto y magro como lo imaginé.

-He aceptado recibirte no sin antes informarme.

1) Has dormido en yurtas mongolas, bebido leche de camella sin hervir y comido oveja veterana.

2) Dices ser antropólogo y venir de parte de Almudena Cortés Maisonave, catedrática de Antropología de Universidad Complutense de Madrid, gitana y francesa por apellido.

3) Una antepasada tuya, tataranieta de Lucrecia Borgia, apioló a John Herbert Dillinger tras un atraco en Idaho, se quedó con el botín y dictaminó para el Yorker: “Dillinger e morto”.

4) Tuviste a Kim Philby de profesor de cinismo marxista y de espionaje en la Universidad de Antropología Patrice Lumumba de Moscú donde te doctoraste Cum Laude. Este capítulo de tu vida ha sido determinante en mi decisión.

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-Bienvenido sos lechuguino.

-Por cierto, pa qué llevás cuaderno y birome (1) ; deshazte de eso. Te la tragás la birome si vuelvo a verla. Aquí sólo valen memoria, pasión y palabra.

Así lo hice, qué remedio.

-Explícame tus antecedentes y tu vida, James.

-Nací de madre galesa en un cobertizo de ovejas cuando el siglo XVIII moría.

Ella falleció pronto del vómito negro, espanté a las ovejas, allí sigo viviendo y en esa mansión te acogeré hasta que quieras.

Está a pocas leguas de aquí pero tengo alazanes. Sabés montar vos?

-Te has quedado de pasmarote mudo e incrédulo. Pensás que miento en punto a fecha de nacimiento.

Mirá lechuguino, sabés que el hielo compacto conserva? Has estado en Kanchatka tocando al Ártico?

Venga seguimos...

-Cierto día escuché un grito desgarrador mientras destazaba una rancia vaca perdida.

Una hembra de puma había atacado a una partida de porteños y estaba a punto de acabar con Francisco Pascario Moreno.

Fui a por la bestia, saltó hacia mí, me agaché y al pasar por mi vertical hundí el cuchillo en su tripa. Siempre fui listo para el tajo; durante años en la zona me motejaron cómo Ciruja.

Años después otro porteño, Borges, impedido de ceguera y sin levantarse de su mesa camilla utilizó mi episodio con el puma para una figura literaria (El Tigrero) que él situaba en la Pampa Húmeda defendiendo a la vacada de su vasta hacienda. Jorge Luis Borges era lechuguino como tú pero, joder, en el manejo de la lapicera nunca tuvo rival.

-Repuesto de las espantosas heridas, Moreno me invitó a ir en su comitiva. Él era un famoso perito y encabezaba una misión para trazar la cartografía de los glaciares y después negociar la frontera con Chile.

Menudo ferrete (2) nos dimos. Tras mil andanzas y cinco años por los hielos y las barreras de piedra lisa o troceada para formar otras barreras, coincidimos con Alberto D’Agostini, un tano (3) calabrés que nos condujo al Fitz Roy. Dos de los nuestros, abusadores de alcohol pendenciero, se estrellaron.

D’Agostini nunca se desprendía de la sotana en las ascensiones; era sacerdote y un voto es un voto, decía.

Muchas noches dormimos al raso tapados con el manto estrellado.

Cruzamos a territorio chileno y dimos allí con el cacique mapuche Sayhueque que, en señal de buena voluntad me ofreció a su hija Hermógenes. Matrimonié con ella y murió mientras cogíamos (4) de bute; al parecer añoraba a sus hermanas.

Las negociaciones con Chile fueron muy bien y entre la verborrea bonaerense y unas actas que los vecinos no sabían leer (estaban en lunfardo (5)) nos alzamos con el santo y la limosna.

No acudí a los fastos de celebración en Buenos Aires.

A uno de nuestros glaciares lo nombraron Perito Moreno y a Francisco Pascasio Moreno lo llenaron de medallas y honores.

Creo que murió tan pobre como las arañas.

Le dieron tierra en Isla Centinela y cuando ando cerca llevo yuyos a su sepultura.

-Aquí en La Leona, infancias del XX, coincidí con tres gringos de Dakota: Butch Cassidy, Ethel Place y Sundance Kid. ¿Te suenan?

[Mis ojos salían y entraban de sus órbitas]

Estos gringos tenían muy desarrollado el hábito de atracar bancos. Tras uno de ellos en Wyoming y a uña de caballo llegaron a Bolivia. Por el camino llenaron las alforjas de dólares y acumularon muescas en sus colt’s 45 y Winchester’s 73.

Perseguidos por el tozudo Pat Garret, oriundo de Aragonia, siguieron trotando por el extenso mapa argentino hacia el sur.

Me contrataron de guía y robamos el Banco de Londres y Taracapa en Río Gállegos, muy lejos de aquí, en un feliz día de pagos.

Nunca había tenido tanto vento(6).

Pat Garret llenó las pocas paredes de la Patagonia con el retrato de Cassidy - dead or alive4.000 $ y subimos pitando al sur de Bolivia donde sufrimos un encontronazo mortal con los Canas (7) de los Unites.

Mis amigos fueron abatidos pero yo llevaba todo el botín y salí de allí sin derramar ningún lagrimón. El muerto al hoyo y el vivo al bollo.

Llegados a la mansión de James, que resultó covacha, pregunté por la toilette.

Me miró con sus hundidos ojos de cuévano que tapaba con gafas culovaso y señaló un rincón de la estancia.

Añoré ciertas letrinas colectivas con montañas de mierda que había usado en Zagorst (8).

- ¿Porqué creés lechuguino que la víbora no me pica, los guanacos y los pumas huyen de mí y los cóndores vuelan y planean tan alto?

Pocos días más tarde el hedor atrapó mis fosas nasales y una asquerosa costra me protegió de los fríos.

-Cómo pronosticó mi maestra Maisonave había logrado una primera regla del antropólogo: estaba ya integrado en la cultura local, había saltado la frontera étnica y mi proceso de enculturación era un hecho irreversible.

Todo se tornó armonía. 

Lo que tenía por verdad científica mudó a verdad del presente.

No hay límite para el relativismo cultural.

Faltaba la cuestión de género.

Instalé pues en la mollera a Margaret Meat y a Ruth Benedict.

-Hoy visitaremos a las Nielsen, dos mosaicos ligeros.

Antes de salir, decime lechuguino si admiras a Carlitos Gardel o a Edmundo Rivero.

Ya sabés que Gardel prefería las canciones a las minas, el muy puto (9).

El otro, Edmundo, era un macho de libro y se le veía en la cara construida a golpes de pedernal.

Las Nielsen se coscan (10) enseguida si sos macho o puto o mediopensionista. Ándate al loro lechuguino.

La menor de las Nielsen me tocó en suerte y aquel día flojeé.

En parte por mi condición civilizada, en parte por pánico a las ladillas que se habían enseñoreado de su hucha.

Una generosa suma de dólares y la promesa del silencio evitaron el mal trago.

Vaya soberbio macho que me has echaó Catriel, mintió la petiza de las Nielsen al irnos de allí. No pienso compartirlo ni con mi hermana, remachó.

En pocos días la fortuna nos sonrió.

Unos persas llegaron a nuestro pago. Habían hecho un chandrío (11) en la Mutual Israelita de Azcuénaga, no muy lejos del Obelisco capitalino.

Los escondimos durante semanas en una hacienda arruinada a cambio de un fajo de euros y de un fastuoso Astrolabio de Isfahan que guardo como mi tesoro más preciado.

En un anticuario clandestino de El Chaltén descubrí al auténtico Pantocrator de Taüll que desde joven había desbaratado mis sueños y que adoraba hasta la locura.

Sin levantar las perdices pedí el gesto a James y en pocas semanas y sin menoscabo de su guita llegó a mis aposentos gallegos.

Me consideré compensado por el regalo que hice a la Ciudad de Buenos Aires. No ha mucho compré o robé, no recuerdo, en un siniestro callejón de El Cairo semillas de obelisco que planté con éxito en la desembocadura de la calle Corrientes.

Hoy distingue e identifica a la ciudad y bajo su sombra hay siempre un kilo de orquestas y docenas de teatros. 

En una mañana soleada y sin guiris, Catriel olfateó el viento y nadamos hasta la fachada del Perito Moreno.

Mi amigo escaló los 30 metros de fachada de hielo hasta su techo, me lanzó una maroma y retozamos en las lomas del glaciar. La extensión del Perito Moreno supera a la ciudad de Buenos Aires; su inmensidad es imposible de comprender para nuestra percepción europea. La costra de mierda nos salvó de la pulmonía.

Cuando empecé a echar de menos el neón decidí marcharme.

-Amigo James: eres como Homero, que alcanzó la eternidad devenido en can que recorre el mundo dando aliento a los corresponsales de guerra.

Eres muy grande Catriel, atiné a decir bañado en lágrimas.

-En la Córdoba argentina y en Nueva Orleans hay dos fulanos que se fueron en la barriga de sus madres hace muchos años; ellas sostenían que son productos míos.

El uno, Carlos di Fulvio, toca la guitarra y canta en Torcuato Tasso (12). El tipo de la Córdoba argentina hace folclore sin concesiones comerciales del centro e interior de la provincia.

Del otro no sé su nombre. Toca el banjo con aprovechamiento en un grupo veterano. Actúa estos días en el Bebop Club.

 -No les hables de mí. O sí, haz lo que te dicten los huevos.

-Chau Casaus. Saluda a los sembrados y huertas que no conozco.

Sumergido durante dos días en la bañera del Hotel Intercontinental de Buenos Aires, fatigué sales, geles, piedras pómez, ungüentos y afeites hasta volver a mi ser.

Engullí varios bifes de chorizo en Chiquillín, chasqueé los dedos en Bebop Club, pase por Torcuato Tasso y un Pegasus nocturno me depositó en el Lugarón Manchego.

Mis gemelos Boris y Yuri cubrieron mis mejillas de besos y, de inmediato, reclamaron un guiso de patatas a la riojana.

Rendí cuentas ante mi severa maestra doña Almudena. Ella, deambulando por la tarima o sentada ante el ordenador, o pasando su figura ante mí (ahí suelo aparcar por momentos el aprendizaje académico).

-Hablaremos de este trabajo, Casaus. Ahora voy a la manifestación feminista del 8 de Marzo. Si quieres venir... El feminismo inundó ese día las calles principales.

Ya estaba en Europa...

José Luis Casaus Lambea El Bombardero de Detroit

Aula de la Experiencia. Universidad Complutense de Madrid. Campus de Somosaguas.

Notas.- (1) Birome. Bolígrafo en Argentina. En recuerdo de Latslo Biro (húngaro), su creador.

(2) Ferrete. Mucha actividad y a toda prisa.

(3) Tano. Italiano.

(4) Coger o cojer (también puede escribirse así) es follar.

(5) Lunfardo. Idioma cargado de italianismos y mezclado sin reglas con cualquier otro idioma al azar.

(6) Vento. Dinero.

(7) Cana. Policía.

(8) El monasterio de Zagorst es el centro De la Iglesia Ortodoxa Rusa. Está a unos 50 kilómetros de Moscú.

(9) Puto. Homosexual.

(10) Se coscan. Lo perciben.

(11) Chandrío. Desastre, atentado.

(12) Torcuato Tasso. Una milonga en San Telmo. En las madrugadas se baila el tango, “Esa expresión vertical de un deseo horizontal” (Enrique Santos Discépolo). También se conoce al tango como “El cerrojo del amor”.

Una leve aproximación a la Patagonia