jueves. 28.03.2024
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El noveno monarca español de la Casa de Borbón no pudo evitar que la crisis de la Restauración supusiera la llegada de la Segunda República.

Alfonso XIII quiso y aceptó privar a España de un enfrentamiento entre monárquicos y republicanos y en 1931 abandonó el país. Un día antes se había proclamado la Segunda República

Hijo póstumo del rey Alfonso XII y de María Cristina de Habsburgo-Lorena, Alfonso León Fernando María Jaime Isidro Pascual Antonio de Borbón y Habsburgo-Lorena nació en Madrid el 17 de mayo de 1886. Su madre ejerció la regencia hasta que el mismo día pero del año 1902, cuando él cumplía 16 años, alcanzó la mayoría de edad.

Se casó el 31 de mayo de 1906 con Victoria Eugenia de Battenberg, nieta de la reina británica Victoria I. Aquel día, cuando la comitiva nupcial paseaba por las calles de Madrid, un atentado a cargo del anarquista Mateo Morral causó varios muertos pero ningún daño a la pareja regia.

Su reinado, mediatizado en sus comienzos por el desastre de 1898 (la derrota en la Guerra Hispano-estadounidense, fase definitiva de las Guerras de Cuba), está ligado a los intentos del regeneracionismo por acercar la España oficial a la España real, pero no pudo superar el principal vicio del sistema ideado por Antonio Cánovas del Castillo cuando reinaba su padre, el caciquismo, ni superar la quiebra de la alternancia en el poder entre liberales y conservadores (el llamado turnismo).

Pronto, las dos principales figuras políticas de esas dos tendencias fueron el conservador Antonio Maura y Montaner y el liberal José Canalejas, cada uno regeneracionista a su manera y ambos fracasados en sus políticas de apertura y conexión del régimen con la realidad social. A lo que habría que unir la predisposición de Alfonso XIII a usar las capacidades regias para intervenir en las decisiones políticas tal y como le permitía la Constitución de 1876.

Otros problemas a los que hubo de hacer frente su reinado en aquellas décadas de comienzos del siglo XX fueron las demandas y las movilizaciones de las organizaciones obreras, la guerra de Marruecos y el surgimiento de los nacionalismos periféricos, sobre todo el catalán y el vasco.

Pero la más grande crisis del sistema de la Restauración tuvo lugar en el año 1917, cuando el país no supo aprovechar las posibilidades que le ofrecía su neutralidad durante la I Guerra Mundial y se vio inmerso en un triple atolladero militar (creación de las Juntas Militares), revolucionario en lo social y de efervescencia nacionalista catalana.

Llegada la hora de los gobiernos llamados de concentración nacional, formados en 1918 por el conservador Maura primero y luego por el liberal Manuel García Prieto, la descomposición del régimen político era tal que el fracaso de aquellos gabinetes unido a la crisis económica, a las agitaciones sociales y a los problemas ocasionados por los nacionalismos periféricos y las derrotas militares en Marruecos, con su máxima expresión en el desastre de Annual de julio de 1921, situaron al sistema político de la Restauración frente al espejo de su propia destrucción.

Llegamos así al año 1923, cuando el 13 de septiembre el capitán general de Barcelona, Miguel Primo de Rivera, encarna la solución de fuerza con la que el sistema, con la aceptación del propio rey Alfonso XIII, decide enfrentar el punto de no retorno a que ha llegado.

Hasta el año 1930, Primo de Rivera encabezará la primera dictadura española del siglo XX. Una experiencia ajena al parlamentarismo que tuvo una buena acogida en general, al menos en sus primeros años, cuando por medio del desembarco de Alhucemas puso punto y final en 1925 a la guerra de Marruecos. Asimismo, la dictadura aprovechó los tiempos de bonanza internacional para llevar a cabo una notable labor social y un considerable esfuerzo en el campo de las obras públicas.

Luego de que Primo de Rivera abandonara el poder en 1930, Alfonso XIII pretendió sin éxito regresar al orden constitucional, pervertido por aquél, mediante los sucesivos gabinetes de dos militares, Dámaso Berenguer y Juan Bautista Aznar. Entre tanto, la oposición a la monarquía (republicanos y socialistas) acordaba en el verano de ese año el Pacto de San Sebastián y obtenía en las elecciones municipales del 12 de abril de 1931 el triunfo en las principales ciudades.

Alfonso XIII quiso y aceptó privar a España de un enfrentamiento entre monárquicos y republicanos y el día 15 de ese mes abandonó el país. Un día antes se había proclamado la Segunda República. Parece evidente que la solución del “cirujano de hierro”, el primorriverismo dictatorial y antiparlamentario consentido por el monarca, supuso su lastre, su desconexión con la sociedad civil y el fracaso regio.

Entre 1907 y 1914, había tenido seis hijos con la reina Victoria Eugenia: Alfonso (1907-1938), Jaime (1908-1975), Beatriz (1909-2002), María Cristina (1911-1996), Juan (1913-1993) y Gonzalo (1914-1934).

Favorable a los sublevados durante la Guerra Civil (1936-1939), el 8 de julio de 1939 Alfonso XIII nombró a Juan sucesor de los derechos dinásticos y en enero de 1941 abdicó en él, un mes antes de fallecer en su exilio italiano en Roma el día 28 de febrero. Uno de los hijos de Juan de Borbón, Juan Carlos, reinaría a partir de 1975, tras la dictadura de Francisco Franco.

Y sí, eso es ya otra Historia, aunque la biografía de Alfonso XIII tiene un estrambote: su nieto y ya rey de un país muy distinto de aquel sobre el que él reinó y aun más del que gobernó Franco, hizo que sus restos fueran trasladados desde Roma hasta el Panteón Real del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial. Era el día 19 del mes de enero del año 1980.


Artículo publicado en la revista Anatomía de la Historia

Alfonso XIII, en pocas palabras