sábado. 20.04.2024
Ding Liren

Querido Ding, o querido Liren, disculpa que no sepa cuál es tu nombre y cuál tu apellido: muchas felicidades, campeón. Debo reconocerte que detesto el ajedrez, que no he jugado en mi vida al ajedrez, que me parece una absoluta pérdida de tiempo y de esfuerzo que gente como tú, con tu brillo mental, con tu genialidad, se pase las horas muertas machacándose la cabeza con el único objetivo de mover unas figuritas de plástico o de madera, o a lo sumo de marfil, de un lado para otro, de arriba a abajo o en diagonal, como un tonto, con la de cosas que podrías estar creando o inventando con esa cabeza privilegiada que Dios te ha dado. 

Yo soy más de juegos dinámicos, de esos en los que no hay que pensar tanto, de futbolín, de pinball, de tirar piedras a tejados, y como mucho podría invitarte a jugar una partida a las damas, aunque seguro que me ganarías en siete u ocho movimientos. Pero es que tú eres diferente. 

Tú me caes bien. Muy bien. Con esa cara de niño que te gastas, esos modales exquisitos, esos ideogramas en chino que seguro que escribes con precisión quirúrgica, esa bolsa de la compra carente de lujos, ese estudio de cuarenta metros cuadrados en el que vives, en Pekín, con esos vecinos tan ruidosos que tienes que ponerte a Bob Dylan para concentrarte. Porque he leído que te gusta el poeta de Minnesota, que el otro día, después de perder una partida en la final, estabas hecho polvo, pero te pusiste Blowin´ in the wind y te viniste arriba, tan arriba que acabaste ganando el Mundial. 

El otro día, después de perder una partida en la final, estabas hecho polvo, pero te pusiste Blowin´ in the wind de Bob Dylan y te viniste arriba

Y que dices que te gusta leer a Salinger: te imagino leyendo diecisiete veces seguidas El guardián entre el centeno, buscando claves, posibilidades, mensajes ocultos, enigmas que descifrar. Eres muy tímido, se te nota, tienes unos familiares que no te dejan respirar, que te siguen allá por donde vas, algunos que te quieren de verdad y otros que solamente buscan sacar tajada, pero claro, tú no eres tonto, por eso te has hecho amiguísimo del gran Richárd Rapport, ese genio húngaro rumano del ajedrez de 27 años que te acompaña a todas partes, ese maestro de la bohemia, ese remedo hipster de Kurt Cobain que ha estado contigo apoyándote y dándote consejos técnicos y no tan técnicos durante toda la final, y es que da gusto veros a los dos, es tan hermoso ver cómo os miráis, tan diferentes y tan iguales, tan genios y tan frágiles, él más el corazón y tú más la cabeza del binomio. 

Pues eso, querido Ding, o querido Liren, que muchas felicidades, y con esto me despido, que sigas dudando y angustiándote ante el tablero y bebiendo chupitos de bourbon con Richárd y escuchando a Bob Dylan cuando necesites inspiración. Venga, te dejo, que debes de estar machacado de tanto darle al coco y de tanto aeropuerto, y que nada, que a ver si vienes pronto a Madrid, me das un toque y nos tomamos unas copas de Rioja por mi barrio, por Retiro, para celebrar lo listísimo y lo majete que eres, lo buen muchacho que pareces ser.

Carta a Ding Liren