viernes. 29.03.2024
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Rafael Chirbes. Fotografía © Mara Gilda Zorrilla

“En la orilla” es una novela imprescindible a la hora de explorar los fondos abisales del alma, las semillas de la violencia, de la crueldad, del mal

lecturassumergidas.com | @lecturass | por Emma Rodríguez | Rafael Chirbes nos ha dejado tempranamente, pero nos ha legado obras difíciles de olvidar como “En la orilla”, su última novela, una novela sobre la España actual, sobre la crisis y sus consecuencias. Sin apenas distancia ni perspectiva el escritor se sumergió en el ahora y trazó el discurso de la codicia, del dinero, de los tiempos de derroche. Pero no le bastó con eso. Chirbes fue capaz de bajar a las alcantarillas y escarbar en el lodo del pasado para hallar los orígenes, lo que se esconde detrás del telón, en los oscuros túneles de la Historia reciente: la Guerra Civil, la memoria, el rencor enterrado…

“En la orilla” es una novela imprescindible a la hora de explorar los fondos abisales del alma, las semillas de la violencia, de la crueldad, del mal. Es en ese punto donde alcanza su  mayor trascendencia, esa pátina simbólica que poseen las grandes obras de la literatura y que las hace sobrevolar por encima de cualquier circunstancia, de cualquier época concreta.

Todo comienza en un pantano, “el pantano siempre visto de reojo por los vecinos como lugar insalubre, infeccioso, agua estancada de la que hay que desconfiar, líquido que se calienta y corrompe al calor de la primavera y ya no se lava hasta que llega la gota fría de otoño”, leemos en la página 42 y proseguimos: “El mar limpia, oxigena, el pantano pudre. Como la guerra, la comisaría y la cárcel”, le va contando Esteban, el protagonista, a su viejo padre enfermo, a quien cuida mientras hace frente a la quiebra de la carpintería familiar, al despido de sus trabajadores.

En realidad lo que hace es hablar consigo mismo, ir construyendo un largo y doloroso monólogo que llena toda la novela. Esteban es un hombre atrapado en los márgenes de su destino. Un hombre sin suerte, que se jugó todas las cartas a un amor y perdió; que, a diferencia de sus amigos, no buscó los horizontes de la engañosa prosperidad y se quedó varado en el pueblo de su infancia, asumiendo, ya en la última etapa de su vida, una brutal derrota como consecuencia de la única operación arriesgada que se atrevió a llevar a cabo, la inversión de todos los ahorros en una empresa dedicada a la promoción inmobiliaria que fracasó cuando explotó la burbuja.

Todo comienza en el pantano en el que Ahmed Ouallahi, un marroquí que se queda en el paro a consecuencia de esa mala racha, encuentra un cadáver. Todo comienza en un marjal, en una geografía de ficción que enseguida asociamos a los paisajes en ruina de la costa levantina, a esas fantasmales edificaciones a medio construir que son la  metáfora más certera de una época de posibilidades que parecían ilimitadas, una época de especulación y de sobreabundancia que ha quedado atrás. Esa escena inicial, que ya indica al lector la crudeza del camino que apenas ha comenzado a transitar, permanece en el aire. Es una incógnita que no encuentra resolución hasta que los distintos ramajes de la historia van armando la fronda del árbol. Todo es sórdido, descarnado, desde el primer momento. No hay asideros posibles, pero merece la pena recorrer el trecho con valor, con curiosidad, buscando esa chispa, ese aldabonazo  que nos lleve a entender por qué hemos llegado hasta aquí.

Esta novela, que se parece a una pintura negra de Goya, destapa el juego de las mentiras que ha desembocado en la realidad del paro, de los desahucios, de los recortes y la desigualdad. Pero siendo grandioso el retrato que realiza Chirbes de las miserias, de la fealdad del presente, lo que más estremece es la manera en que nos muestra de qué manera los comportamientos del hoy arrancan en el ayer, de qué manera se repiten hasta la saciedad usos y costumbres similares. Por todo eso, por tantas cosas, ahora que Rafael Chirbes se ha ido nos queda, tras la bruma de la tristeza, darle las gracias por ayudarnos a interpretar el presente con las armas de la ficción...

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Adiós y gracias a Rafael Chirbes por ayudarnos a entender la España actual