viernes. 29.03.2024
9M | DÍA DE LA VICTORIA SOBRE EL NAZISMO

Españoles en el Ejército Rojo

En este 75 aniversario de la derrota del nazismo, sirva este artículo para recordarlos, no por el hecho de combatir, ni tan siquiera por haberlo hecho con determinación, sino porque lo hicieron contribuyendo a la derrota del nazismo

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Alzando una bandera sobre el Reichstag. Imagen Wikipedia.

Cada vez más personas conocen que entre los primeros en liberar Paris estaban los españoles republicanos de “La Nueve”. Lo que permanece un tanto oculto es que también hubo españoles entre los primeros combatientes que entraron en Berlín con el ejército soviético. La noche del 8 de mayo de 1945 Alemania firmaba la rendición, ya era día 9 en Rusia y esa es la fecha en la que se celebra allí la victoria de la Gran Guerra Patria.

Cuando, casi cuatro años antes, el 22 de junio de 1941 Alemania invadió la Unión Soviética, había en la URSS cerca de 7.000 españoles. De ellos tres mil eran los niños que llegaron en 1937 evacuados de la guerra civil, el resto eran los exiliados que fueron llegando después de la caída de la República en 1939; combatientes del ejército republicano y dirigentes en su mayoría comunistas.

Inmediatamente, al conocerse la invasión, los españoles quisieron incorporarse al Ejército Rojo, pero fueron rechazados. La orden de Stalin era contraria. En esos momento los soviéticos de lo que tenían carencia era de armamento, no de hombres y preferían preservar a los extranjeros.

La presión de los españoles fue en aumento. Los “mayores”, como llamaban los niños españoles a los que habían combatido en la guerra de España, eran más disciplinados en la aceptación de las consignas pero, entre los que llegaron de niños muchos de los que superaban los dieciséis años promovieron desordenes y manifestaciones en la cajas de reclutamiento y alguno se incorporó a grupos de partisanos que de manera irregular operaban por los bosques próximos; finalmente los dirigentes comunistas españoles acabaron convenciendo a Stalin.

Los jóvenes voluntarios

En Leningrado había una casa de jóvenes españoles. Setenta y cuatro de ellos se alistaron en la Tercera División de las Milicias de Voluntarios del Pueblo de Leningrado. Varios de ellos falsificaron la documentación con su fecha de nacimiento para ser admitidos ya que era requisito tener más de dieciocho años.

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Lápidas en Karelia

Esa tercera división fue destinada, desde finales de junio, al frente norte de Karelia donde los finlandeses, aliados de los alemanes avanzaban hacía Leningrado para cerrar el cerco por ese sector. Ese territorio era trascendente para impedir el bloqueo total de la ciudad. De hecho, estratégicamente fue determinante para mantener el paso por el lago Ládoga; durante todo el tiempo que duró La Blocada fue el único acceso por donde continuó entrando, aunque en escasa cantidad para las necesidades de una ciudad de siete millones, suministro tanto de armamento como de alimentos. Se denominó el Camino de la Vida porque fue el cordón umbilical de la ciudad. Primero llegaban por barco con la flotilla del lago y cuando éste se heló, en camiones por encima del hielo. Ese camino fue defendido desde las posiciones de Karelia por el norte. En esa zona el frente quedó estabilizado desde primeros de 1942 pero en los primeros meses de la guerra fue escenario de tremendas batallas. De aquellos combates iniciales, a finales de septiembre, de los setenta y cuatro jóvenes españoles, solo siete habían retornado a sus unidades, los demás fueron dados por muertos aunque en realidad unos veintidós fueron hechos prisioneros. El resto cayeron en combate. Los prisioneros pasaron por varios campos de concentración en Finlandia dirigidos por los nazis.  La mayoría de ellos estuvo cerca de un año de un campo de prisioneros a otro hasta que fueron entregados a las autoridades franquistas en España. El primero de ellos en ser repatriado llegó a España el 7 de enero de 1942. Otros dieciocho fueron traídos a través de Berlín en enero de 1943.

Además de “ellos”, decenas de jóvenes españolas fueron enfermeras o voluntarias de protección civil. El trabajo de estas últimas consistía en llevar ayuda a personas mayores, o incapacitadas para salir de casa, subirse a los tejados cuando bombardeaban con proyectiles incendiarios para intentar apagarlos con cubos de arena, o haciendo de balizas humanas provistas con bengalas y lámparas de petróleo para indicar el camino a los camiones que transitaban sobre el hielo del Ládoga. Algunas perdieron la vida en esas peligrosas operaciones. Entre las enfermeras que cayeron un nombre ha pasado a la historia: María Pardiña, Marusia para los rusos, una joven que había vivido en el madrileño barrio de Cuatro Caminos y que rescató a numerosos soldados heridos en los combates hasta que ella misma resultó alcanzada. 

Los mayores: guerrilleros y pilotos

Los oficiales de mayor rango que habían combatido en la guerra de España no fueron destinados a combatir, sino que se les destinó a escuelas militares, como la prestigiosa Frunze, en  calidad de profesores y en algún caso también como alumnos. La formación militar era extremadamente necesaria en esos momentos y desempeñaron un importante papel: Modesto, Lister, Tagüeña…

En Moscú un contingente formado prácticamente en su totalidad por españoles al mando de Francisco Ortega fue destinado a una unidad del NKVD −Unidades de la Seguridad del Estado− para proteger el Kremlin en uno de los momentos más complicados de la guerra.

Francisco GullónA finales de 1941, otros antiguos oficiales españoles y militantes comunistas fueron admitidos paulatinamente en el ejército. La mayoría fueron destinados a unidades guerrilleras que operaron tras las líneas enemigas en los territorios ocupados. Al frente de uno de esos destacamentos estuvo Francisco Gullón (en la imagen). Durante meses actuaron en territorio enemigo con gran eficacia en sabotajes de infraestructuras y trenes. El destacamento Voroshílov, que así se denominaba, estaba formado por unos ciento veinte hombres, soviéticos y españoles. Solo sobrevivieron cuatro, dos rusos y dos españoles: Joaquín Gómez y Gullón pero éste con graves heridas que le causarían complicaciones y finalmente la muerte en 1944.

luis LavínHubo un grupo numeroso de pilotos que combatieron incorporados en distintas unidades de aviación. A finales del 1941 había dieciséis ya en activo; en el siguiente año se sumaron otros treinta que habían permanecido a la espera de autorización para volar: Zarauza, Carbonell, Caldevilla, incluso alguno de los jóvenes, como Luis Lavín (en la imagen), que fue herido en combate, fue aviador. Muchos habían actuado anteriormente como guerrilleros. Uno de los considerados as de la aviación española fue José Bravo. Su historial era de tal calibre que cuando Stalin fue a la conferencia de Teherán a entrevistarse con Churchill y Roosvelt, el jefe de la escuadrilla fue Bravo.

Contraofensiva: la batalla de Berlín

Cuando la guerra fue cambiando de signo, los alemanes comenzaron a retroceder. A medida que los territorios soviéticos eran recuperados los guerrilleros se fueron integrando en las unidades regulares del ejército. Hubo españoles en todos los frentes de la ofensiva y desde luego en las fuerzas que cruzaron la frontera alemana hacía hacia la capital.

Cuando los primeros atacantes entraron en Berlín, atravesando los barrios en ruinas, un destacamento soviético llegó a una calle con un cartel indicativo en la fachada del primer edificio: “Stephanstrasse”. Uno de los soldados se encaramó a la ventana más accesible para arrancar un trozo de yeso blanco; con él escribió sobre el rótulo: “calle José Díaz”. −Nombre del Secretario General del PCE−. Era el teniente de zapadores Manuel Alberdi González, anteriormente guerrillero.

Otro teniente español: Fermí Roca, fue felicitado posteriormente porque, habiendo recibido la orden de neutralizar una compañía alemana que se había atrincherado en el metro, consciente de que la rendición era cuestión de horas se limitó a bloquearlos en los túneles. Al día siguiente llegó la rendición. Había salvado así a algunos de sus hombres y seguro que a la mayoría de aquellos alemanes de haber establecido combate.

También hubo pilotos españoles que participaron en esa batalla final: Juan Lario, Carlos Alfonso García, Carlos Aguirre que fue derribado pero sobrevivió, había efectuado más de doscientos setenta vuelos.

Cómputo de la participación de los españoles en el ejército Soviético

Está constatado documentalmente que hubo más de ochocientos españoles combatientes. Algunas fuentes como Enrique Lister sitúa la cifra en mil setecientos.

En cuanto a los caídos en combate, en el archivo histórico del PCE están registrados con nombres y apellidos 153 fallecidos (aparte de los que murieron por hambre o enfermedad) Enrique Lister contabiliza 204 y Roque Serna 207. El historiador militar ruso Daev coincide en que fueron unos doscientos.

Curiosamente en la guerra de España cayeron también cerca de doscientos soviéticos: “Sangre por sangre”, dijeron en alguna ocasión en la conmemoración del 9 de mayo en la embajada de la URSS.

La proporción de caídos (sin contar heridos y prisioneros) es muy alta. Esa brutal estadística da cuenta del nivel de combatividad de los españoles en aquella guerra. Ese compromiso era notorio y reconocido entre los militares soviéticos.

Fueron otorgadas condecoraciones de la máxima importancia: “Héroes de la unión soviética”, “Orden de Lenin”, “Bandera Roja”, “Defensores de Leningrado”.

Pero, sin pretenderlo, quizás el mayor reconocimiento vino del enemigo que publicó en territorio ocupado donde operaban los guerrilleros estos bandos: “Los ciudadanos que ayuden a los grupos españoles serán cruelmente castigados”, Alberto Fernández. Emigración republicana española−. Y otro: Se ofrecen 10.000 rublos por cada cabeza de bandido español. –Jesús Hernández. Yo fui ministro de Stalin.−

En este 75 aniversario de la derrota del nazismo, sirva este artículo para recordarlos, no por el hecho de combatir, ni tan siquiera por haberlo hecho con determinación, sino porque lo hicieron contribuyendo a la derrota del nazismo. A todos ellos les debemos mucho de lo que tenemos que, con todos los defectos y carencias no es comparable con el mundo que habríamos padecido si hubiese triunfado el fascismo.

El último combatiente español de quien tengo noticias, Maximino Roda, falleció en Asturias en 2019. Todos los que conocí tenían un deseo común, que los jóvenes no tuvieran que padecer ninguna guerra. En palabras de Maximino: “que el futuro sea de libertad y paz”.

Españoles en el Ejército Rojo