viernes. 29.03.2024
Foto: José Luis Ibáñez

Caminas una mañana de otoño madrileño por las calles de tu barrio, un breve paseo sin ruta definida: un paseo auténtico, uno de esos ejercicios que tan saludables resultan en los que nos dejamos ir libremente sin las obligaciones que la necesidad dispone para nosotros. Vas con las manos en los bolsillos, presagiando un frío que a ellas no les molesta en realidad. Y esas aceras que son las de tu infancia se convierten para ti, de nuevo, en aquellos días cada vez más antiguos, más lejanos, más olvidados, más imaginados, más literarios, cinematográficos, aquel tiempo moribundo pero alegre que te saluda a menudo desprovisto de nostalgia inútil. Son el tiempo que fueron y a la vez este presente indudable, el de las mascarillas y el no saber continuamente qué es lo peor ni cómo será el inmediato futuro agujereado. Tu barrio, en esta mañana soleada, luce hoy como suele, urbano y villano a la vez, como un pueblo inscrito en el interior de una ciudad europea descomunal. Tu barrio.

La realidad no sabe serlo del todo, por eso escribimos, pintamos, cantamos, inventamos personas que ya existían y peinamos un poco a seres humanos incapaces de ser verdad para que aparenten vivir en nuestra imaginación de terrícolas competentes. Por eso escribo ahora mismo que en ese paseo tuyo por tu barrio, de repente, ves a tu amigo Pepe en la otra acera del paseo de la Chopera, la de la tapia que bordea ese Matadero renacido y espléndido ya sin muerte. Y él te ve a ti, también. Os reconocéis a cierta distancia, pese a la mascarilla que cada uno lleva obligatoriamente para evitar correr el riesgo de enfermar y evitárselo a otros. Las mascarillas de este año 2020. El miedo y la ignorancia y la abominable presencia del porvenir triturado. No sabéis saludaros, ni cómo poneros para hablaros. Pero no importa, la conversación, los saludos y los buenos deseos se amontonan en ese minuto en el que has vuelto a recordar de dónde vinieron prácticamente todos los mejores momentos de tu vida: llegaron de las personas a las que de verdad has querido desde que aprendiste a amar, a sentir, a defenderte del burdo egoísmo adolescente del lobo.

2020, todavía