viernes. 29.03.2024

"La gente sigue necesitando música"

ANTONIO SANTO
El violinista libanés Ara Malikian y el guitarrista y compositor argentino Fernando Egozcue interpretaron ayer las canciones de su disco Lejos en la madrileña sala Clamores. Hablamos con ellos tras el concierto de música y fusión, crisis y nostalgias, futuro y pasado.
NUEVATRIBUNA.ES - 21.09.10

ENTREVISTA: ARA MALIKIAN/FERNANDO EGOZCUE Se conocieron hace quince años en un parque, mientras paseaban a sus perros: el violinista libanés con un gran danés en la mano; el guitarrista y compositor argentino, con un chihuahua. “Los perros empezaron a liarse y nosotros nos pusimos a tocar. A tocar música, me refiero”. O quizá se conocieron en un ascensor en Londres, y en el breve transcurso del viaje de un piso veinte a la planta baja les dio tiempo a hacerse amigos y a planear alguna canción. El violinista es Ara Malikian; el guitarrista, Fernando Egozcue. Ayer llenaron la Sala Clamores junto a los también argentinos Martín Bruhn (batería) y Nicolás Quintela (contrabajo) y al español Moisés P. Sánchez (piano), para tocar Lejos, el primer disco de este dúo de monstruos de la música que ya cuentan con un amplísimo historial a sus espaldas.

Ara salta, agita la cabeza y baila por el escenario mientras toca el violín, como una rockstar; es un vendaval de energía, un torrente de notas que no para quieto ni encima de las tablas ni debajo. Fernando, por contra, es un hombre más tranquilo: desde su silla domina la guitarra como si fuera una marioneta, con la tranquilidad de quien tiene un control absoluto sobre el instrumento y sus posibilidades. Son tan diferentes como buenos amigos, y juntos son capaces de crear un sonido hipnótico, lleno de fuerza y en ocasiones con toques vanguardistas (como las improvisaciones con piano preparado de Moisés P. Sánchez o el espectacular cierre del show, el tema Carne cruda), en el que se fusionan sonidos y ritmos tan distintos como el tango, el folklore balcánico, el flamenco, el jazz, el boogie y el rock, con la elegancia y el estilo de una banda sinfónica y la potencia y frescura de una big band de jazz. A lo largo del espectáculo el violín, la guitarra y el piano se hablan, se preguntan y responden, doblan las melodías como si se hicieran coros entre sí; unas veces se gritan y discuten en rápidos y fieros contrapuntos; otras bailan abrazados, como novios que acabaran de conocerse. No hay voz en estas canciones porque sería redundante: las cuerdas cantan cuando las tocan músicos como ellos. Y, como si fueran arbotantes de una catedral hecha de acordes, el contrabajo y la batería sostienen y levantan este artificio sonoro: golpean hasta el KO allá donde es necesario, y cuando hace falta amortiguan, acarician, susurran y acompañan. El resultado es un espectáculo lleno de matices, lírico y sugerente, en el que uno pasa del asombro a la maravilla para acabar dejándose llevar, completamente a la merced de la música de Malikian y Egozcue.

Terminado el concierto Fernando se acerca a la mesa sonriendo, satisfecho por el resultado de la noche. Da un trago de su cerveza, se sienta y, mientras esperamos a Ara Malikian (que va de un sitio a otro tan rápido como una ardilla: tan pronto está en un extremo saludando a alguien como en el otro firmando un disco), hablamos sobre su relación con el genial violinista libanés y cómo empezó a fraguarse Lejos.

FERNANDO EGOZCUE: Como a Ara lo conozco de hace tanto… Quince años ya. Primero éramos amigos, antes de empezar a tocar. Después una vez que nos encontramos de casualidad en el Nuevo Alcalá [teatro sito en la madrileña calle de Jorge Juan] empezamos a hablar del tema de hacer algo juntos, de grabar un disco… Él conocía el repertorio mío; las canciones de Lejos estaban ya compuestas. Así que nos pusimos a elegir los temas, a pensar la composición de la banda con este formato de quinteto, cómo los íbamos a tocar… Buscábamos algo con fuerza, con energía. Fue el único requisito que nos pusimos.

NT: Aunque las canciones no estuvieran compuestas a priori para ir juntas, el disco parece ir en una dirección, hablar de algo concreto, desarrollar un concepto: la nostalgia, el desarraigo… ¿Por qué esa idea en concreto, por qué “Lejos”?

F.E.: Bueno, es un tópico, pero es un tópico que toca a todo el mundo, sea como sea de grande la distancia. Da lo mismo estar a 5.000 kilómetros de casa que a 500. Siempre vas a estar lejos del sitio donde naciste… Salvo que te cases con tu vecina de al lado [risas]. Esto de “lejos”… [se queda pensativo un instante]. Mirá, esto en el fondo simboliza esa historia rara que tiene cada uno, y aún así… En el caso nuestro, ya sabés: Ara es libanés pero ha vivido en media Europa, yo soy argentino y llevo acá desde el 92… Cada uno es de un sitio, cada uno está lejos de un sitio, pero hay algo en común que nos une: la música, el estar aquí juntos tocando por encima de las diferencias.

NT: Ahora que no nos escucha… ¿Cómo es Ara Malikian, como persona y músico?

F.E.: Pues es que yo siempre me he llevado genial con él… Nos conocimos hace quince años, ya sabés, el chihuahua, el gran danés [risas]. Ha pasado mucho tiempo, hemos pasado muchas cosas juntos, pero siempre… Es un tipo muy afectivo, cariñoso, empático, siempre alegre. Y tocando, mirá, desde la primera vez que lo oí tocar me pareció espectacular. Su sensibilidad, su intuición, su potencia, la comprensión que tiene del instrumento… [en ese momento llega Ara, saluda y se sienta a la mesa]. Mirá, Ara, ahora mismo estaba poniéndote verde… [se ríen].

NT: Ara, lo primero, para los que conozcan sólo tu faceta de instrumentista clásico verte tocando en la sala Clamores puede sorprenderles. ¿Qué tiene un bar que no tiene un teatro?

ARA MALIKIAN: Bueno, tocar en un bar te da la cercanía del público, te llega su cariño. Es un ambiente más relajado, más íntimo. En el teatro es muy bonito también, pero hay reglas que no se pueden mover ni cambiar: no se puede hablar, no se puede uno levantar… Y en el teatro es bueno, hay que tener respeto, pero es un encanto distinto. Aquí es un ambiente más libre.

NT: Viéndote tocar se pregunta uno si no te has planteado nunca dejar el violín y colgarte una guitarra eléctrica...

A.M: Un amigo mío brasileño me dijo un día que quien me regaló mi primer violín me hizo la gran putada [risas]. Jamás dejaré la música clásica, pero lo hago a mi manera. La música de Fernando es también música clásica… Hay que llegar al punto de no tener etiquetas.

NT: ¿Crees que la música clásica y la popular, el rock, etc. pueden enseñarse algo entre sí?

A.M: Absolutamente, yo he aprendido a no separar estilos (aunque me costó y aún estoy en proceso). Todo es música para mí: clásica, flamenco, jazz… Todo es lo mismo, un solo género: la música. Hoy en día tenemos la suerte de descubrir músicas de muchas culturas, de sitios distintos, y puedes fusionarlo todo y nadie te dice nada, no vas a la cárcel ni nada [risas]. Ahí está lo bonito, que puedes ponerte a tocar con cualquiera y mezclar las cosas y siempre seguirá siendo música.

NT: ¿Afecta la crisis a la música?

A.M: Estamos en crisis, sí… Pero es ridículo, ¿estamos en crisis porque no tenemos para irnos de vacaciones, para tener lujos? Porque en otros sitios, en África, en Sudamérica, en Asia sí que tienen crisis, no tienen para comer desde hace siglos, y no se quejan. La música no está en crisis; ganaremos más o menos dinero pero la gente sigue necesitando la música.

F.E.: Siempre se siguen haciendo cosas. Es como una partitura: puedes mirar el todo, la estructura, el macro, o el compás, la nota, el micro. Si uno mira el micro, pues mirá, sí puede que haya crisis. Pero si mirás la historia de la música, siempre va aparte del dinero. El dinero no hace que haya más o mejores artistas, quizá al revés: cuando hay una situación boyante cuesta que la gente quiera evolucionar, hacer cosas distintas… En sitios complicados salen cosas más potentes. Es como si el buen vivir fuera en contra de la creación, ¿no? [Mira a Ara, que asiente]. Hay algo extraño entre el sufrimiento y la acción.

NT: Si llegara un marciano a nuestro planeta, probablemente la única forma de comunicarnos que tendríamos con él es la música. ¿Qué tiene que la convierte en la lengua de todos?

A.M: La emoción; la música es una lengua universal porque llega y emociona, ésa es su función. Nadie puede decir que no le gusta la música; te puede gustar un estilo y otro no, este grupo sí y este no… Pero la música le gusta a todo el mundo. Todos dependemos de ella.

NT: Ara, le hemos preguntado antes a Fernando sobre ti. Te toca ahora hablar de él…

A.M: Por dónde empiezo, ¿por el chihuahua? [risas] Fernando y yo antes de tocar juntos, de ser compañeros de trabajo, ya éramos amigos. Eso es lo importante. Pero además de ser amigos lo considero uno de los mejores compositores vivos en activo. Creo que todavía no se le ha descubierto como merece. Espero que se le valore antes de que pasen doscientos años…

F.E.: Qué doscientos años, no jodas… ¡Como mucho quince o veinte, que me dé tiempo a rascar algo! [risas]

A.M: La gente que lo conoce lo valora mucho, sólo falta que se le conozca más. La dirección por donde ha ido… Está considerado un compositor contemporáneo, casi dentro de la clásica, y por desgracia hay muchos prejuicios sobre ella.

NT: Contadnos algo del próximo disco.

F.E.: Que sonará mejor [risas].

A.M: Ya está grabado, ¿eh?

F.E.: Sí, ya está grabado. Es a quinteto también, es una evolución de lo que estamos haciendo desde que sacamos Lejos. El primer disco era, digamos, la historia de lo que conocíamos… Y esto es el paso a partir de ahí, una evolución. Es más abierto.

Seguimos charlando un rato sobre música. Fernando viaja mañana a Omán (de cuya capital, Mascat, tardamos un buen rato en acordarnos) para una actuación; Ara prepara, como siempre, nuevos proyectos; también aparecerán muy pronto juntos en televisión con Lejos, pero no podemos contar todavía dónde (“será muy divertido”, nos dicen). Nos despedimos deseándoles lo mejor en sus próximos espectáculos e impacientes por escuchar el nuevo disco de este dúo genial. Nunca la historia de la música le debió tanto a un chihuahua.O a un ascensor, quién sabe.

LOS PERFILES

Ara Malikian (Beirut, 1968) nació en el Líbano de una familia de orígenes armenios; empezó a tocar el violín desde muy niño y con 12 años ya estaba dando conciertos. Becado por diversas instituciones de prestigio, ha vivido en Alemania e Inglaterra para ampliar sus conocimientos sobre violín; en su lenguaje musical, virtuoso, tremendamente expresivo y potente, se mezclan las tradiciones árabe y judía, el sonido del folklore gitano centroeuropeo, el flamenco asimilado en España, el tango y las músicas latinas… Desde hace tiempo, su gran interés es derribar las fronteras entre música clásica y popular y acercar la música de todos los estilos a la gente. Hasta hace muy poco fue concertino titular de la Orquesta Sinfónica de Madrid, puesto que abandonó para centrarse en sus numerosos proyectos alternativos de fusión y divulgación musical

Fernando Egozcue (Buenos Aires, 1959) es un reputado intérprete de guitarra y compositor, alma mater del ensemble Nuevo Tango (que desarrolla el Nuevo Tango y ha girado por todo el mundo con gran éxito) desde 1999 hasta que comenzó el ensemble con Ara Malikian. Es conocida la anécdota de que el maestro Astor Piazzolla le regaló la composición “500 motivaciones”. Ha participado en bandas sonoras de películas como Todo sobre mi madre o La lengua de las mariposas, además de componer la de Los pasos perdidos de Manene Rodríguez y de obras de teatro como Vida y muerte de Pier Paolo Pasolini. Cuenta con ocho discos editados como compositor y guitarrista. Fue director y profesor durante cinco años de la Escuela Municipal de Coslada (Madrid) Sus obras han formado parte de numerosas coreografías de danza.

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