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NUEVATRIBUNA.ES - 28.1.2010

J.D. Salinger puso a prueba todas las reglas del marketing literario. Siendo uno de los autores de nuestro tiempo que más venden, su "deseo inflexible de proteger y defender su privacidad" (en palabras de sus familiares) le mantuvieron alejado de entrevistas, cara a cara, giras, todas las actividades que supuestamente sirven para atornillar la popularidad y disparar las ventas.

Ahora que ha muerto, sabremos qué se oculta tras la leyenda sobre su obra inédita y desconocida, ya que Salinger no ha publicado nada desde mediados de los sesenta. Saltó a la fama en 1951 cuando publicó su primera novela corta, "El cazador oculto", también conocida como "El guardián entre el centeno". Es la historia de un adolescente rebelde, ultrasensible, que debe enfrentar el feroz mundo de los adultos en la selva neoyorquina. Es, al fin, la pérdida de la inocencia, sólo que Holden Caufield busca un refugio en un extraño universo que linda con la locura, una huída de una realidad que considera intolerable. El libro fue un éxito espectacular, y convirtió a Salinger en un "monstruo sagrado".

Dos años después, apareció "Nueve cuentos", y en 1961, publicó "Franny y Zooey", un conjunto de relatos cortos. La obra de Salinger, amarga y profundamente melancólica, se "termina" con una colección de novelas cortas: "Levantad, carpinteros, la viga del tejado", y "Seymour: una introducción". En realidad, lo último que se publicó de él fue "Hapworth 16, 1924", un cuento que ocupó casi todo el número del 19 de junio de 1965 de "The New Yorker". Este cuento, según la recordado "The New York Times", "nunca se publicó como libro y no se parece a nada de lo que escribió anteriormente Salinger. Hapworth es una carta, o más bien la transcripción de una carta, de 25.000 palabras, escrita por Seymour Glass, a los 7 años, a sus padres, mientras se encontraba en la colonia de verano. Lo más fascinante de este cuento es que la voz es insegura, ya que el pequeño Seymour emplea primero un tono y luego pasa a otro, que es alternativamente serio, ansioso, travieso y sarcástico. Lo que hace que los Glass, y en especial Seymour, sean tan atractivos para Salinger es que son demasiado sensibles y excepcionales para este mundo, pero esto mismo los transforma en irritantes para muchos lectores. El problema de los Glass puede plantearse así: ¿cómo se hace arte para un público, o un establishment de la crítica, que es demasiado ignorante para entenderlo? Esta es la cuestión -concluye "The New York Times"- que ha llevado a Seymour a renunciar y, seguramente, la que ha inducido a Salinger a no querer publicar más".

La reacción de la crítica ante el cuento fue destructiva. Se dijo que era "lo peor que había escrito Salinger", lo que explica en buena medida la alergia que los críticos le producían al escritor. Según la periodista y escritora Joyce Maynard, amante de Salinger, su actitud se resumía en esta reflexión: "Quiero que entiendas que cuando publicas un libro, se te escapa de las manos. Los primeros que te atacan son los críticos, deseosos de hacerse un nombre a costa del tuyo. Y lo consiguen. En esto no te equivoques". En cuanto a su opinión de los editores, no era mucho mejor: "Prefiero pasar dos horas en el sillón de un dentista que un minuto en el despacho de un editor. No son más que una pandilla de escritorzuelos insoportables, complacidos de sí mismos; no han leído a Tolstoi desde que iban a la Universidad. Todos detrás del best-séller".

En el 2000, su hija Margaret publicó "El guardián de los sueños", un libro de "confesiones" que la crítica consideró literariamente "irrelevante" pero que le sirvió a su autora para volcar toda la bilis que le producía la figura de su padre. Le presenta como un misántropo amargado que bebe su propia orina y tiraniza a sus seres más próximos. Joyce Maynard, sin embargo, asegura en su propio libro que Salinger era un devoto del budismo zen y de una dieta alimentaria que sólo incluía frutas, hortalizas y nueces. Es ella quien disparó las especulaciones sobre su obra 'oculta' al revelar que escribió dos libros que guardaba en una caja fuerte. No tardaremos mucho en saber qué hay de cierto.

"El guardián entre el centeno" y el legado 'oculto' de Salinger