viernes. 29.03.2024
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El crimen organizado de la corrupción política nos despierta cada mañana con un hedor a pozo negro que no nos deja casi tomar aire

Hoy toca escribir sobre una celebración. La del Día Mundial del Ahorro. Hace exactamente 90 años finalizaba el Primer Congreso Internacional del Ahorro, que se celebró en la ciudad italiana de Milán. Allí se trataron temas sobre la organización y la legislación de las cajas de ahorro y concurrieron delegados de casi todos los países. Al término de las sesiones, el 31 de octubre de 1924, se dejó instituida esa fecha, para conmemorar la importancia que tiene el ahorro en las economías familiares y en las de cada individuo.

Aunque España no está para celebraciones. El crimen organizado de la corrupción política nos despierta cada mañana con un hedor a pozo negro que no nos deja casi tomar aire. La gente empieza a conocer -y a dejar de tolerar- que los mismos que nos hablaban de austeridad y de ajustes, los que nos decían que habíamos vivido “por encima de nuestras posibilidades” en realidad vivían en una opulencia obscena a costa del esfuerzo y del dinero de todos los ciudadanos. Relaciones turbias, consentidas entre la “clase” política, cuyos descendientes perpetúan sus fechorías con las taras propias de las relaciones incestuosas.

Un país con una cuarta parte de su población activa desempleada, difícilmente puede tener espacio para el ahorro, sobre todo cuando la deuda de las familias (hipotecaria principalmente) no les deja llegar ni a mitad de mes.

Corrupción política aparte, en los últimos años, los bancos y, sobre todo, las cajas de este país se han preocupado poco por fomentar el ahorro entre sus clientes. Al contrario, o bien les metían en vena hipotecas basura, elevando artificialmente el valor de tasación del inmueble sin preocuparse de la capacidad de endeudamiento de quienes solicitaban esos préstamos, o bien -como Caja Madrid entre otras- terminaron convirtiendo los ahorros de toda una vida en veneno financiero, bajo el espectro de las participaciones preferentes.

Un país con una cuarta parte de su población activa desempleada, difícilmente puede tener espacio para el ahorro, sobre todo cuando la deuda de las familias (hipotecaria principalmente) no les deja llegar ni a mitad de mes.

Aunque según el Banco de España el endeudamiento de las familias se redujo levemente durante el pasado mes de agosto (una leve reducción del 0,41 % respecto al mes anterior), lo cierto es que todavía hoy, del total de la deuda familiar (761.838 millones), la mayor parte, 595.042 millones de euros, correspondía a créditos para la adquisición de viviendas, siendo los 163.700 millones de euros restantes créditos al consumo. La deuda privada asfixia a nuestra economía y a las familias. Esto es un hecho cierto. La Fundación Foessa, de Cáritas, acaba de publicar el VII Informe sobre exclusión y desarrollo social en España en el que se concluye que la población excluida asciende al 25% y que 5 millones de personas se encuentran en la exclusión más severa.

Con este panorama, la pregunta es ¿tenemos todavía margen para ahorrar? Dejando aparte los casos más extremos, en los que ni las necesidades básicas pueden cubrirse con las rentas disponibles, la respuesta puede ser positiva. Ahora bien, es muy probable que si no cambiamos nuestros hábitos diarios, a final de mes no tengamos nada para alimentar nuestra hucha. La apatía no nos conduce más que a una inercia de gasto que beneficia a las marcas y a las grandes compañías. Ellas piensan que somos perezosos y egoístas. Pero nada más lejos de la realidad. Nunca en la historia hemos tenido tanta información para poder elegir qué productos adquirimos, cómo nos movemos o dónde invertimos. Por eso tenemos que abandonar nuestra desidia y salir a buscar la mejor oferta disponible. Cambiar de supermercado, de seguro, de tarifa móvil, conducir de forma eficiente, mover tu dinero o incluso aprovechar todas las ventajas que nos brinda el consumo colaborativo para ahorrar o para aprovechar lo que otros no quieren son algunas opciones que están esperándonos ahí fuera. Y no olvidemos que al final, como decía Churchill, nos ganamos la vida con lo que recibimos, pero construimos nuestra vida con lo que damos.

En España no se puede celebrar el 'Día Mundial del Ahorro'