¿Disponemos de energía alimentaria suficiente?
Yvonne Colomer | Los productos con energía alimentaria para el hombre pueden convertirse en otra forma de energía.
Imaginemos el universo (excluyamos la tierra). Existe enorme cantidad de energía nuclear, fósil, solar, electromagnética, gravitacional…. Pero no existe vida (posible pero muy improbable) conocida. Y la vida, nuestra existencia, necesita de la energía que recibe en forma de la aportación de energía alimentaria. Si no existiese, continuarían existiendo las otras energías pero la que escribe y sus estimados lectores no existirían. Necesitamos alimentarnos para vivir, y la energía de los alimentos la obtenemos de la fotosíntesis.
Para crear energía alimentaria hay que partir de la energía solar (obtenida a partir de cualquiera de las otras formas) y transformarla a partir del sistema biológico de la fotosíntesis, que es la fábrica de producir los productos que aportan energía a los heterótrofos. Este es el único camino y el inverso es posible: los productos con energía alimentaria para el hombre pueden convertirse en otra forma de energía.
Frente a los retos que encaramos (cambio climático, aumentos de la población, incremento de la producción de alimentos, disminución de los recursos disponibles: agua, tierra…), la preocupación por el medio ambiente ha pasado a formar parte de nuestra vida, hemos de hacer más con menos y todo ello en un entorno de sostenibilidad que garantice el futuro de las nuevas generaciones. Así que convertir la energía alimentaria, de uso específico para alimentación, en energía física de uso general (como biocarburantes), puede ser potencialmente conflictivo por afectar según cuál sea el proceso a la estabilidad social y política. Desbrozando el tema, la humanidad necesita dos tipos de energía: la esencial para mantener la vida, es decir, la energía en forma de alimento el origen del cual está en la fotosíntesis (como propio sistema de la vida para captar y transformar la energía física a sus necesidades), y la que podríamos llamar energía del desarrollo, la de las realizaciones humanas, de su economía, sus tecnologías, sus servicios, el transporte…y esta segunda es válida cualquier energía física independiente de su origen (nuclear, hidráulica, fuel/gas, carbón, renovables…).
Hoy este equilibrio se ha desplazado, un ejemplo, USA utiliza el 40% de su maíz (energía alimentaria) para producir biocarburantes (energía física) y ello ha provocado un incremento significativo del coste de los alimentos en base a este cereal (en México por ejemplo).
La sociedad empieza a tomar conciencia y ya están en marcha investigaciones sobre el desarrollo de biocombustibles, llamados de 2ª, 3ª y 4ª generación. Se utiliza la estructura del vegetal (residuos agrícolas), sin valor nutricional, que se desechan. El tema es de compleja investigación ya que hidrolizar eficientemente celulosa a glucosa (para que sea fermentable a alcohol) no es técnica ni económicamente fácil. Están en estudio otras vías, cultivo específico de algas, cultivo de especies vegetales no alimentarias, pero en este caso puede existir conflicto con los recursos hídricos y del suelo, biocombustibles de cuarta generación con almacenamiento de carbono.
En definitiva, un reto para la investigación, innovación y economía bajo la responsabilidad global de la Sociedad (políticas gubernamentales y empresas) con objeto de conseguir la máxima eficiencia energética, sin daños no sostenibles al medio ambiente y sin efectos negativos en la accesibilidad de todo ciudadano a su alimentación, accesibilidad afectada por múltiple factores sociales entre los que la relación disponibilidad/precio es crítica.
Se analizó el impacto de la energía y el medio ambiente en la competitividad del sector alimentario, en un seminario organizado por Fundación Gas Natural Fenosa el pasado 16 de junio en Logroño. El seminario fue inaugurado por representantes del Gobierno de La Rioja, comunidad muy dinámica en producción agroalimentaria y contó con la participación de diversos expertos, que analizaron el tema desde diversas perspectivas.
Por Yvonne Colomer | Directora de la Fundación Triptolemos
Fundación Triptolemos para el desarrollo agroalimentario desde el 2002 colabora en la optimización y articulación del funcionamiento del sistema alimentario, para que redunde en una mayor disponibilidad y calidad de los alimentos, en la confianza y dignificación, en un entorno de sostenibilidad global, en la convicción de que no puede haber un desarrollo sostenible y equilibrado socialmente si, en la base, el sistema alimentario global no mantiene el equilibrio entre sus actores