viernes. 19.04.2024

Consumo, en la mayoría de los casos es una actividad individual, y por lo tanto consumo responsable tiene que ver con la responsabilidad individual del ciudadano como consumidor [1]. Sin embargo, hablando de consumo responsable, quisiera remarcar también las interrelaciones entre los tres actores en la sociedad, el gobierno, la empresa privada y los ciudadanos, individuales u organizados como sociedad civil.

Para empezar, ¿de qué estamos hablando?, ¿responsabilidad sobre qué y hacia quién? La responsabilidad del consumidor se refiere a la conciencia sobre las consecuencias de sus acciones, consecuencias que pueden darse en los planos ambientales, sociales y económicos. O sea, para satisfacer sus necesidades y/o deseos, el consumidor responsable toma sus decisiones de consumo de tal forma que disminuye o evita posibles consecuencias negativas en los planos mencionados.   

¿Responsabilidad hacia quién? Las consecuencias negativas del consumo pueden darse para uno mismo, para las demás personas, para el medio ambiente, o para generaciones futuras. Considero que dos factores importantes para el consumo responsable son en primer lugar tener formada esa conciencia de ser parte de una sociedad donde cada acción individual impacta al conjunto y, en segundo lugar, tener la voluntad de evitar consecuencias negativas que impactan en lo general, aunque éstas no sean visibles en lo inmediato.

Estamos hablando de consumo responsable, pero también de consumo sostenible. Sostenibilidad o desarrollo sostenible está en la agenda desde hace bastante tiempo, a raíz de las cumbres de las Naciones Unidas, la cumbre de la Tierra (Rio 1992), o la cumbre Rio+20 sobre desarrollo sostenible. Ya en 1992, donde se definió la Agenda 21, se expresó que "la causa principal del continuo deterioro del medio ambiente mundial son las modalidades insostenibles de consumo y producción, particularmente en los países industrializados".

No quisiera tratar de diferenciar entre consumo responsable y consumo sostenible, pero sí resaltar que hay que evitar la impresión que sostenible/responsable se refiera únicamente a ambiental o ’verde’, aunque obviamente es importante lo que se refiere al medio ambiente, el agotamiento de los recursos naturales, la polución o la biodiversidad.

La conciencia y la voluntad de actuar tendría que traducirse en una demanda del consumidor para productos y servicios sostenibles. Sin embargo, mientras algunso estudios indican que mucha gente está dispuesta a comprar productos ‘sostenibles’, relativamente pocos lo hacen en la actualidad.

El interés del consumidor responsable por productos sostenibles tiene que ser correspondido por una oferta en el mercado, y es aquí donde están las fallas y donde entra el papel de la empresa privada y del gobierno, para asegurar que haya oferta, confiable y a buen precio, y que haya claridad sobre qué se está ofreciendo, y para asegurar que haya buena reglamentación al respecto.  

La realidad es que hay mucha confusión en el mercado, con respecto a la sostenibilidad de productos y servicios, hay mucha oferta, muchas marcas, ¿como escoger?

Lo más claro es quizás en relación a productos bajo la forma de Comercio Justo, donde la certificación garantiza la sostenibilidad económica y social en la cadena de suministro, dando más poder a las organizaciones de productores y estableciendo un vínculo más directo entre el productor y el consumidor. Aparte de eso ya hay bastante oferta especializada de productos orgánicos/ecológicos, con diferentes certificaciones, aunque se podrían considerar de lujo para una cesta de la compra básica, por el coste elevado de los productos.

Pero, en lo general, y sobre todo en los supermercados, te confunden con la oferta demasiado amplia de productos; es difícil escoger, las etiquetas a veces contienen información útil, a veces no; muchas veces falta transparencia y claridad, y el consumidor tiene que buscar demasiado para encontrar lo sostenible, económico y sano; tampoco el consumo puede ser actividad ‘a tiempo completo’.

Lo que uno quisiera es que la decisión para un consumo sostenible y responsable fuera fácil, en base a la claridad en la oferta de productos y servicios. Por eso debe de haber transparencia y la adecuada provision de información por parte de las empresas, la política pública y los reglamentos del gobierno que lo exigan.

Uno no quisiera que hubiera productos ‘tóxicos’ en el mercado: no productos tóxicos de verdad, dañinos para la salud, ni tóxicos en el sentido de impactar negativamente en los demás o en el ambiente. Quizás va más lejos de pensar en lo que llaman en Inglés ‘choice editing’, ‘edición de la oferta’, para limitar la oferta de productos que son nocivos o dañinos, sobre quitarlos de los estantes.

Pero por lo menos tendría que ser parte de la Responsabilidad Social Empresarial de las empresas: no ofrecer productos no-sostenibles y evitar que el consumidor no sea conciente de lo que está comprando. Eso incluye no presentar los productos más bonitos o más sostenibles de lo que en realidad son, lo que se denomina ‘greenwash’ o ‘lavar de verde’.

Obviamente, el precio es un factor muy importante en la decisión de qué producto comprar. Sin embargo, aquí entra la pregunta de si el precio realmente refleja todos los costos relacionados a la producción y el puesto en el mercado del producto, o en otras palabras, si están incluidas las ‘externalidades’.

Las ‘externalidades negativas’ son gastos o costos en el proceso de producción que no asume la empresa y que no están reflejados en el precio, sino que están pasados a la sociedad en general o al ambiente. Si los precios de ciertos productos realmente incorporaran todos los gastos relacionados con su producción -incluyendo polución del ambiente, por ejemplo-, y si los mismos fueran más altos y los productos menos atractivos que los productos realmente sostenibles.

¿Cuáles son los instrumentos que puede concienciar al consumidor para hacer las mejores decisiones de compra –siempre recordando que no-comprar (para sus deseos, obviamente no para sus necesidades) también puede ser una buena decision?

Hace pocos días salió publicado en el blog de Consumers International una referencia a un App para un teléfono movil, que puede ser utilizado con los códigos de barra de productos alimenticios -para poder controlar las tasas de azúcar, de sal y de grasas no saturadas de los productos que está comprando, para evitar una alimentación poco saludable, para su responsabilidad personal.

Es un interesante desarrollo, que sin embargo me provoca algunas preguntas.

¿Quisieramos que todos los productos tengan código de barra? ¿No excluiría eso los productos frescos, no procesados, de mercados tipo campesino, dirigiéndonos únicamente hacia supermercados o tiendas grandes?

Otra pregunta es, si para la salud personal son azúcar, sal y grasas no-saturadas los parámetros que aparecen en los codigos de barra, ¿cuales son los criterios que definen la sostenibilidad de productos, los cuales prodrían ser incluidos como parámetros en los códigos de barra?

Me parece un desafío conjunto para la industria, los gobiernos y las organizaciones de consumidores, para llegar a la definción e incorporación de criterios confiables al respecto, criterios que pueden dar al consumidor la confianza de que sus decisiones son las correctas y en línea con su conciencia. 

Porque la actividad ciudadana de consumir es uno de las maneras más directas en que podemos incidir en el mundo, en definir qué tipo de mundo es el que queremos, ya que las decisiones de consumo nos permiten “votar con nuestra billetera o cartera”.


[1] Si estoy hablando del consumidor, me refiero tanto a las consumidoras como a los consumidores. Para la facilidad utilizo la expresión ‘el consumidor’.


Joost Martens | Exdirector General de Consumers International

Consumir responsablemente para incidir en el mundo