Profesor Lazhar, una clase magistral de buen cine social
Pocas películas rodadas en los últimos años alcanzan el nivel de sinceridad y emoción que ésta que ahora nos ocupa.
Pocas películas rodadas en los últimos años alcanzan el nivel de sinceridad y emoción que ésta Profesor Lazhar que ahora nos ocupa. Su director, el canadiense Philippe Falardeau, ya había tratado y esbozado el lado menos agradable de la infancia en su anterior trabajo, titulado No he sido yo, ¡lo juro! (C´est pas moi, je le jure!, 2008), un film donde un muchacho se dedicaba a cometer bastantes gamberradas con el único objetivo de atraer la atención de sus padres. Aquí también se trata de hablarnos de los problemas que pueden sufrir los niños a causa de las acciones de los mayores, en el marco concreto de una escuela de primaria de Quebec en la que nada más comenzar la película, y antes de los títulos de crédito iniciales, se nos muestra una escena trágica y absolutamente demoledora que aquí no desvelaremos, pero que desencadenará una serie de situaciones y culpabilidades que servirán como piedra de toque para analizar algunos de los males que hoy en día existen en nuestra sociedad en general y en la educación en particular. Y nadie mejor que un recién llegado, Bachir Lazhar, refugiado que pide asilo político en Canadá después de haber perdido a su mujer y a sus hijos en un atentado, para poder observar (y actuar) sobre un hecho violento que se enquista en la mente de los traumatizados alumnos e incluso del resto del profesorado que conviven en dicha escuela.
Todo ello explicado de manera sosegada, sin aspavientos, mediante largas conversaciones en las que todos los implicados exponen su punto de vista desde su particular grado de madurez. Los niños son incapaces de digerir algo que se les escapa de su incipiente experiencia, mientras que los mayores no acaban de asumir el grado de responsabilidad que pueden tener en el asunto y optan por sobrevivir de la mejor manera posible, bien buscando ayuda psicológica, o bien mostrando cobardía culpando a los propios menores. A parte de esta trama principal que afecta a todos los protagonistas de la acción, se van desarrollando otra serie de subtramas paralelas igual de interesantes en las que se nos habla de la ausencia de los padres, quienes a causa de sus múltiples ocupaciones, tanto laborales como de ocio, descuidan la atención de sus hijos a los que no pueden educar de manera completa; de la problemática de la inmigración y la dificultad de la integración en un espacio geográfico y cultural distinto; de la idoneidad de separar la psicoterapia de la psicopedagogía; e incluso de la imposibilidad de rehacer tu vida cuando las heridas del pasado son
En definitiva, recomendada para todos aquellos que gustan de ver películas que incluyen una fuerte carga social y sobretodo emocional (ojo al momento final, tan bello como conmovedor). Apuntamos otros títulos similares que tienen al sistema educacional como eje para quien quiera ahondar en la materia: La ola (Die Welle, 2005), de Dennis Gansel; Entre los muros (Entre les murs, 2008), de Laurent Cantet y El profesor (Detachment, 2011), de Tony Kaye.