sábado. 20.04.2024

No_estamos_solos-581476691-largeEstamos ante un documental que por su significación y valor testimonial no puede dejar indiferente a nadie que tenga un mínimo de inquietud social. Que España no va nada bien desde hace años es algo que tenemos claro una gran parte de la población, sobre todo los pertenecientes a la casi extinguida clase media o los que viven rayando en la pobreza o directamente en la miseria. Recortes salvajes en educación, cultura y sanidad; paro disparado hasta el infinito y más allá, leyes castradoras que parecen dictámenes a sangre y fuego que nos retrotraen a otras épocas no muy lejanas en el tiempo; desilusión generalizada…un país que se desangra poco a poco mientras las hienas ríen en sus inamovibles poltronas. Adalides de la avaricia que lastran sin piedad nuestras ilusiones de ser mejores y que no se enteran o no quieren enterarse de que bajo su hipocresía existe un pueblo que lucha por sus derechos y se revuelve ante la injusticia.  No estamos solos (Joan Ventura, 2015) quiere dar buena cuenta de esa situación precaria que nos acucia desde que fuimos invadidos por la crisis galopante (o recesión, según afirmaba quien mandaba entonces) que todavía perdura aunque los necios intenten esconderla bajo sus vacuos delirios de grandeza.

Decía Antonio Machado que en España, de cada diez cabezas, nueve embisten y una piensa, y qué razón tenía. Pero después de observar la cantidad de movilizaciones promovidas para intentar cambiar de alguna manera el curso de los acontecimientos, nos atreveríamos a decir que hoy en día la proporción podría ser de ocho a dos (los más optimistas dirían que de siete a tres, aunque suene un tanto a utopía). Verbigracia: Las comadres asturianas, incansables en su labor feminista que promovieron el famoso Tren de la Libertad que las llevó a Madrid para denunciar la reforma de la Ley del aborto promovida por el extinto y un mucho retrógrado ministro Gallardón; Ada Colau, cara visible de la PAH (Plataforma de afectados por la hipoteca) que consiguió el apoyo popular para alcanzar la alcaldía de Barcelona; David Alegre, director de la orquesta de la Solfónica, capaz de interrumpir un pleno del Congreso de los Diputados cantando “La canción del pueblo” de Los Miserables; algunos de los integrantes de los yayoflautas, quienes no dudan en dedicar su tiempo a ejercer de azote de la corrupción institucional a pesar de su avanzada edad; la Marea Verde que unió a miles de personas para protestar contra la séptima reforma educativa más conocida como Ley Wert; la Marea blanca contra la privatización de los hospitales; la Plataforma Salvem el Cabanyal en defensa de un barrio que pretendía ser borrado del mapa para favorecer la especulación inmobiliaria…Uff!. A uno se le pone la piel de gallina cuando ve a ese puñado de valientes entonando proclamas que actúan como auténticos puñales que se deberían clavar en la conciencia.

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Qué pena que este documento indispensable para entender la más rabiosa actualidad no sea de visión obligatoria en todos los institutos y centros culturales españoles. Al contrario, por desgracia se trata de un título más que pasará a engrosar el listado de películas sobre denuncia social que se vuelven invisibles ante la desigual competencia existente hoy en día en nuestro cine. ¿Quién se acuerda de que este 2015 que nos acaba de dejar se estrenaron alguno de estos títulos?: Canciones de amor y anarquía; Cartas a María; Chicas nuevas 24 horas; Corrupció, l´organisme nociu; El lugar de las fresas; Historias de Lavapiés; Hablar; La vida en llamas; Las lágrimas de África; Muros; Frankenstein 01455…? Pues nadie, porque ni se apoya su distribución ni en el fondo interesa que se sepa la verdad de las cosas. Me duele España, que decía Unamuno. Pero No estamos solos…

No estamos solos. Nos duele España