jueves. 25.04.2024
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Los resultados del último sondeo del CIS han provocado un seísmo político que hace temblar el suelo bajo los pies del régimen. En ese contexto, se hace dificil hablar de tecno política y no hablar de Podemos, protagonista casi absoluto del revolcón electoral, pero lo voy a intentar, dado que Podemos es, en parte, tecno política pero a su vez es mucho más que tecno política.

Aquellas fuerzas políticas que no lo hagan así estarán condenadas a la desaparición. Hoy es el ciber militante el que tiene esa capacidad de socializar el mensaje político y, además, su capacidad de influencia está multiplicada por la potencia comunicativa de la red

Tradicionalmente la potencia electoral de un partido político y su estabilidad en el tiempo estaba ligada a su militancia, o mejor al número de sus militantes.

Un solo militante comprometido era capaz por si mismo de multiplicar su voto en sus círculos de influencia; familia, amigos, trabajo… y establecer un ámbito de influencia favorable a las siglas en que milita y, hasta hoy, el medio natural en que se desenvolvía la militancia eran las sedes de los partidos políticos. Un ejemplo paradigmático de esto puede verse en la hegemonía electoral de algunos partidos como EAJ-PNV en la Comunidad Autónoma Vasca, basada en una vasta red de batzokis donde se socializaba la ideología del partido y su posterior expansión a los círculos de influencia de sus militantes.

En este estado de cosas y con ese esquema de comunicación de arriba abajo lo normal es que acabase dirigiendo el grupo político quien más horas pasaba en la sede, normalmente los profesionales de la cosa; los liberados, con el indeseable efecto colateral de ligar la política del grupo al modo de vida de sus dirigentes y como consecuencia de ello la perpetuación en el poder de un grupo de personas cerrado y, las más de las veces, ajeno a los cambios en la sociedad y en el mismo grupo.

(Poli-TIC. La no renovación del equipo dirigente durante largos periodos de tiempo y la creación de redes clientelares de asesores, el control de instituciones públicas, subcontrataciones interesadas, subvenciones a tejidos de ONGs cercanas…provocan, además, un entorno estancado que favorece las situaciones de corrupción como las que estamos conociendo)

Esa cerrazón de las organizaciones políticas en torno al grupo dirigente ha tenido como consecuencia dos efectos, aún si cabe, mucho más devastadores; la desmotivación de la militancia a la vista de su poca o nula participación efectiva en las decisiones del grupo y la incapacidad de la organización para la toma ágil de decisiones y su resistencia al cambio.  (Poli-TIC  Recomendamos añadir un tercer efecto sobre la selección de los cuadros y dirigentes. Los procesos de selección basados en la cooptación negativa impide que permanezcan los que no aceptan ese estado de cosas en el que la fidelidad al poder de turno es un valor) Existen organizaciones políticas que prefieren renunciar a su expansión, en la mente de todos hay unas cuantas, a cambio de la estabilidad de su propio núcleo dirigente.

Las TIC revolucionan el esquema de comunicación de las relaciones humanas

Y es en este contexto cuando la fulgurante aparición y expansión de las nuevas tecnologías de la información y el conocimiento y su aceleradísima evolución han pillado con el pié cambiado a la mayor parte de las organizaciones políticas, mucho más pesadas y difíciles de evolucionar por esa misma cerrazón del grupo dirigente, porque lo que han cambiado las TICs es el propio esquema de comunicación. Hemos pasado de la comunicación unidireccional, de arriba abajo y con los medios de comunicación de masas como altavoz a una comunicación en red, multicanal y multidireccional que ha producido un resultado lógico como es el empoderamiento de la ciudadanía.

Así, la socialización de la política ha saltado de las sedes a las redes y el militante comprometido está mucho más cómodo en Twitter o Facebook que en la sede de su propio partido porque es allá donde puede hablar en libertad y, lo que es todavía mucho más importante, ser tenido en cuenta. Evidentemente de esa comodidad y ese intercambio de opinión van surgiendo poco a poco comunidades políticas que no responden en absoluto a los criterios políticos u organizativos de los partidos tradicionales. Esto mismo ha pasado en los otros dos campos de actuación humana; la economía y la religión. La primera ha reaccionado inmediatamente con un desarrollo brutal de las tecnologías tanto en los procesos productivos como de venta y marketing mientras que la segunda más pesada y burocratizada aún, y aquí hay alguna excepción que prefiero ni nombrar, languidece sin dar señales de haberse enterado de nada.

Y es en este estado de cosas, y ahora si hablo de Podemos, solo era cuestion de tiempo que apareciera una organización política que se tomara en serio esto de la tecno política y socializara su política en las redes, captara su militancia desde ellas y se organizara a través de ellas. Mientras que las organizaciones políticas tradicionales intentan utilizar las redes para adaptarlas a su visión obsoleta de la organización y la comunicación, con resultados las más de las veces penosos, las nuevas organizaciones políticas hacen todo lo contrario, adaptar su mensaje político y su estructura a las nuevas formas de organización y comunicación.

La conclusión es evidente; aquellas fuerzas políticas que no lo hagan así estarán condenadas a la desaparición. Hoy es el ciber militante el que tiene esa capacidad de socializar el mensaje político y, además, su capacidad de influencia está multiplicada por la potencia comunicativa de la red.

Un ciudadano informado y empoderado es muy difícil que quiera volver a estar desinformado y a delegar todo el poder. Esa es la principal lección de la tecno política.

(Poli-TIC. Con todo, el debate sobre los efectos de la tecnopolítica está en sus inicios y necesita reposar para conocer su alcance.  Para empezar el “revolcon electoral” que aquí se alude no se ha producido. Dada la extremada liquidez de la actual situacion es posible tanto que Podemos se consolide como mayoría capaz de gobernar por si sola, como que se quede en una experiencia marginal similar a la de otras tentativas frustradas. Por otro lado, cierto optimismo sobre las consecuencias democratizadoras de la red forman parte del ciberutopismo. Para tomar cierta distancia sobre el fenómeno, recomendamos al lector que relea  La ciberutopía era esto   de Eduardo Arroyo, republicado en estas mismas páginas.)

La tecnopolítica: de las sedes a las redes