sábado. 20.04.2024
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El deterioro de lo público es, en gran medida, una de los dramas que asolan a esta región del Continente. Claro que no es esto patrimonio exclusivamente sudamericano, ya que tal como lo demuestran las políticas impuestas por gobiernos de países del mal denominado Primer Mundo, ciertos pilares que deberían ser intocables como la Salud, la Educación y la Justicia, bien pueden verse afectados por medidas drásticas, impulsadas -en ocasiones-  por intereses ajenos al bien común de los integrantes de una sociedad o, peor aún, de intereses que atentan directamente contra éstos.

Aquí la cosa es distinta. Si bien podría decirse que la intención de los mandatarios es restablecer la protección que todo Estado debiera brindar a sus ciudadanos, el funcionamiento de lo público continúa en caída libre por razones que van más allá de las decisiones que se adopten en el seno del gobierno. Las carencias siguen siendo grandes, las razones múltiples y las consecuencias nefastas. Y cuando a estos infortunios no los contrarresta el buen desempeño del factor humano, el cóctel suele ser trágico.

El ejemplo más concreto de esto se da en la salud pública. Se evidencia en el nefasto estado de los hospitales, en la falta de insumos, en las horas de espera en pos de un turno, en las guardias atestadas y en equipos médicos de dudosa cualificación. Pero como bien se sabe, las generalizaciones no son el resultado de un criterio adecuado; de modo que antes de continuar deberé señalar que, groso modo -únicamente groso modo-, la salud en Argentina es desastrosa. Aunque para ser más específico diré que en particular este adjetivo se lo gana un hospital de una pequeña localidad bonaerense fundada por un vasco en 1881.

Imagino que para el Dr. Emilio Ferreyra no ha de ser nada grato que su nombre encabece un centro de salud en donde la sucesión de descuidos y negligencias arroja como resultado un sinfín de severos diagnósticos. Sin embargo la decadencia del Hospital Municipal Dr. Emilio Ferreyra es, si se quiere, apenas el reflejo de la decadencia de la ciudad en donde se halla emplazado: Necochea, localidad fundada por aquel vasco del Valle del Roncal que, vaya él a saber por qué coño, decidió asomarse a estos lares y bautizar con su nombre a este bucólico paraje bañado por el Atlántico y ventilado por un sureño aire que en invierno cala hasta el mismísimo hueso.

DE MÉDICOS Y BOMBEROS

Imagine usted que en un intento por combatir las llamas que amenazan con abrasar a toda una familia, uno de los bomberos que asiste en el siniestro confunde el agua con gasolina. Imagine que este despiste provoca otro gran incendio y pone en peligro a más personas. ¿Qué haría usted si fuera testigo de una situación como esta? O, mejor aún, ¿qué haría si resultara afectado por el descuido de este bombero?

El ejemplo viene a cuento de aquella máxima que postula que “entre bomberos no se pisan la manguera”. Algo de esto sucede en el Hospital Dr. Emilio Ferreyra de la ciudad de Necochea. De lo contrario (de no existir pacto de silencio entre los “bomberos” de dicho hospital para que lo que allí sucede, allí se quede) ya hace tiempo que semejante mole de cemento debería haber sido reemplazada por un centro comercial que, en caso de fracasar, no afectaría demasiado la salud de sus visitantes. Sin embargo se trata de un hospital y no de un paseo de compras (aunque más de uno de los profesionales que allí sofocan algún fuego, aún ignoren este detalle). Y es precisamente este detalle el que verdaderamente importa, porque en ese y en todos los hospitales, lo que está en juego es la salud, la suya, la pública, la que usted paga.

Los libros de quejas están repletos de serias denuncias que las autoridades de dicho establecimiento sortean con explicaciones fantásticas. Atrévase a demostrar una de las tantas mala praxis que allí se han cometido y verá que no hay manera, que nunca hay responsables reales, sino “causas ajenas”, “factores que escapan a la ciencia médica” y otros inverosímiles etcéteras. Denuncie a este hospital mediante una carta de lectores. Busque testimonios, pregunte, cuestione. Verifique los sumarios abiertos a algún anestesista, las dudas que aún no logran aclarar la muerte de tal o cual paciente, las altas inexplicables, la desaparición de datos de las historias clínicas, las repetidas adulteraciones de éstas. Haga esto y los directivos del hospital Dr. Emilio Ferreyra se encargarán de que sea usted el denunciado, le explicarán que lamentan mucho que haya recurrido a los medios, que se ven obligados a tomar medidas, y que su abogado ya está al tanto del artículo publicado.

Incluso diríjase al Colegio de Médicos de la Provincia con la correspondiente lista de descuidos cometidos por ese centro de Salud y verá que entre ciertos médicos y ciertos bomberos, no existen grandes diferencias.      

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