jueves. 28.03.2024

@jgonzalezok / La primera cita con la justicia marcó los tiempos del regreso de la expresidente argentina, que pretende convertirse en el faro de la oposición a Mauricio Macri. Citada a declarar en la llamada causa por el dólar futuro, que supuso unas pérdidas para el estado de entre 50.000 y 75.000 millones de pesos –entre 3.300 y 5.000 millones de dólares-, el juez debe ahora decidir si la imputa formalmente de un delito o no.

Horas después de su declaración pidió que el Consejo de la Magistratura inicie un juicio político para remover al magistrado, Claudio Bonadio, por mal desempeño y por prevaricato. En su comparecencia en la oficina del juez, Cristina Fernández se negó a contestar preguntas. Presentó un escrito en el que no hubo argumentos jurídicos. Interpretó que el juez y el gobierno quieren perseguirla por encabezar “un gobierno de carácter nacional y popular” y para barrer las “conquistas” logradas durante su gobierno. Recusó al juez, acusándolo de “clara y manifiesta enemistad pública”. También lo tildó de “incompetente” y “arbitrario”.

La animadversión viene de lejos. El juez Bonadio ya fue apartado de una causa que investigaba los negocios hoteleros de la presidente. Ésta le dedicó, incluso, alguna de sus cadenas nacionales, llamándole “juez pistolero” y “extorsionador”. Hacía referencia a un episodio de hace unos años, en el que el magistrado mató a dos delincuentes que pretendían asaltarlo. A aquellas palabras de la presidente el juez contestó en su momento: “soy cazador, cazo chanchos (cerdos) o animales de pluma, soy instructor de tiro y practico un deporte, ésa es mi vinculación con las armas, no soy juez pistolero”.

La ex presidente no se encontró con el juez cara a cara. El magistrado entró en el despacho cuando ya se le leían a Cristina Fernández los argumentos para convocarla. Al saludo general -“buenos días”- que lanzó el juez, la ex mandatario no contestó ni se volvió. Y cuando quedó claro que la ex presidente no iba a responder preguntas, se retiró.

Además del escrito presentado, a Cristina Fernández le molestó que le recordaran su segundo nombre –Elisabet, según figura en su documento- y exigió a su apellido le agreguen de Kirchner. También mostró su fastidio cuando pidió agua y se la ofrecieron en un vaso de plástico.

Pasado el trago judicial, afuera le esperaba un camión cedido por el poderoso sindicato de los porteros, donde volvió a hablar a la militancia. No lo hacía desde el 9 de diciembre, horas antes de extinguirse su mandato. Todos los canales de televisión, aún los perseguidos durante su presidencia, lo transmitieron íntegro, ignorando incluso un acto que el presidente Macri celebraba en el norte del país.

Gran parte de su discurso estuvo dedicado al actual presidente y a los jueces. Criticó las medidas económicas tomadas en los últimos meses y destacó la presencia del presidente en la documentación de los papeles de Panamá. Afirmó que la justicia está actuando en combinación con el gobierno para meterla presa. “Me pueden citar veinte veces más, me pueden meter presa, pero no van a hacer que deje de decir lo que pienso”, fue una de sus frases. También afirmó: “No les tengo miedo. Voluntaria y explícitamente renuncié a tener fueros. No los necesito, tengo los fueros del pueblo”.

En su discurso a la militancia tampoco hubo argumentos jurídicos para defenderse de las sospechas que llevaron a pedir su indagatoria. Se comparó con otros grandes líderes del pasado argentino, como Perón e Hipólito Yrigoyen. Ambos, en efecto, fueron perseguidos al terminar sus mandatos, pero lo fueron por dictaduras militares.

Terminado el discurso, al único medio que atendió brevemente fue al canal Telesur, que no le hizo ninguna pregunta, simplemente le ofreció el micrófono. Aprovechó para atacar a la prensa argentina, afirmando que el escándalo por los Panamá Papers estaba siendo celosamente ocultado por los medios locales. Afirmación que no se sostiene: cabe recordar que periodistas del diario La Nación integran el comité internacional de periodistas de investigación que destaparon el caso.

En el curso de la movilización, organizada por los jóvenes de La Cámpora, varios periodistas fueron agredidos. Entre ellos estuvo Mercedes Ninci, una muy conocida reportera que trabaja para Radio Mitre. Uno de los dirigentes de La Cámpora, Lucas Llardo, la acusó de ir a “buscar eso”.

La ex presidente había vuelto a Buenos Aires la noche anterior a su presentación ante el juez, poniendo fin a cuatro meses de reclusión en el sur. Hubo movilización de gente que hizo noche ante los tribunales. Otros fueron hasta su casa y acompañaron su salida para acudir a la cita con el juez. En el edificio de los tribunales hubo una enorme pancarta que se colgó del edificio con los rostros de Néstor Kirchner y de Cristina. Y, mientras declaraba, sonaron con fuerza los bombos y los cánticos, en la mejor tradición del folklore peronista. 

Cristina Fernández se instaló en uno de los varios pisos que tiene en la capital, en este caso en el elegante barrio de La Recoleta, y comenzó a recibir visitas. Las primeras fueron de representantes de organismos de derechos humanos, y de sus incondicionales del Frente para la Victoria, sello electoral que el kirchnerismo usó para diferenciarse del viejo Partido Justicialista.

El caso de la venta del dólar futuro no es el que más preocupa a la ex presidente. A pesar de que el daño sufrido por el Banco Central es millonario, podría argumentar que fue una decisión de tipo político. Pero hay otros frentes judiciales donde su situación está bastante más complicada. En la causa por lavado de dinero está implicado también su hijo Máximo.

En el regreso de Cristina Fernández, pide que remuevan al juez que la investiga