viernes. 29.03.2024
argentina

@jgonzalezok | Las ausencias de algunos escritores argentinos en la lista de invitados a viajar a Francia para asistir a la edición número 34 del Salón del Libro de París –que este año tiene al país sudamericano como invitado especial, coincidiendo con el centenario del nacimiento de Julio Cortázar- ha instalado la polémica y la sospecha de que fueron tachados escritores críticos del gobierno. El encuentro tendrá lugar en la capital francesa entre el 21 y el 24 de marzo.

La controversia empezó por una nota del diario digital Infobae, cuando recogió algunas opiniones al respecto. El escritor Martín Caparrós, exiliado en Francia durante la dictadura y que acaba de ver traducida al francés su última novela, Los Living, contó que el encargado de elaborar la primera lista le confirmó que un funcionario del gobierno había recibido órdenes de eliminarlo. Caparrós, que desde hace algún tiempo vive en Barcelona, no ha ahorrado críticas al gobierno, a pesar de su pasado Montonero. Con una sólida obra a sus espaldas, el escritor dijo no tener especial interés en ser invitado, pero se mostró molesto por el uso que hace el Estado de las actividades culturales: “el Estado no es un aparato que pueden manejar para su beneficio y el de sus amigos”, afirmó.

“Prefiero creer que los 40 escritores invitados son mucho más interesantes que yo y tienen una obra más significativa”, afirmó

Otro de los que habló fue Jorge Asís, uno de los más ácidos detractores del kirchnerismo. Desde su página web, además, ha adelantado muchas de las informaciones que afectan al gobierno. Muy ligado a la década del denostado Carlos Menem –lo nombró embajador en la UNESCO-, también es ninguneado por Clarín, el gran enemigo del kirchnerismo. Es así desde que contó en una novela lo que vio en la redacción en la que trabajó durante años. “Prefiero creer que los 40 escritores invitados son mucho más interesantes que yo y tienen una obra más significativa”, afirmó, precisamente desde París.

“Me parece que el gobierno no tiene nada más para decir, está absolutamente terminado”, fue una de sus últimas declaraciones, en las que señaló que el gobierno está integrado por un grupo de iluminados que destruye cotidianamente y pacientemente el país”.

En la lista de 48 nombres invitados a viajar a París, hay escritores indiscutibles, independientemente de su posición política: es el caso, por ejemplo, de Selva Almada, Alicia Dujovne Ortiz, Mempo Giardinelli, Noé Jitrik, Alberto Manguel, Ricardo Piglia, Elsa Osorio, Claudia Piñero, Quino, o Guillermo Saccomanno.

Otros son más que discutibles: Hernán Brienza, Ricardo Forster, Ernesto Laclau, por ejemplo. El primero es un periodista, el segundo un filósofo y el tercero un sociólogo, cuya característica más destacada es su labor de apología del kirchnerismo. 

Y hay ausencias que no se explican, como las de Beatriz Sarlo, Abelardo Castillo, los citados Martín Caparrós y Jorge Asís, Rodrigo Fresán, Edgardo Cozarinksy, Roberto Cossa, Luis Gusmán, Alan Pauls, Silvia Yparraguirre o Vlady Kociancich.

En la literatura argentina de hoy las diferencias no pasan por lo propiamente artístico. Aunque en el pasado los grupos literarios compartían similares enfoques artísticos, pero también políticos y sociales –recordemos el caso de los grupos de Florida y Boedo, con Borges y Raúl González Tuñón a la cabeza-, hoy es más evidente que la política tiñe los debates de los escritores.  

La relación que el kirchnerismo estableció con los intelectuales es la misma que con el resto de estamentos: amigos y enemigos. A cambio de generosos beneficios, de los primeros espera una defensa a ultranza de las políticas oficiales, independientemente de que estas cambien en el curso del tiempo. Tras la primera gran crisis política del gobierno de Cristina Fernández, su enfrentamiento con el sector agropecuario al comienzo de su primer mandato, surgió el grupo llamado Carta Abierta, que sacó una serie de documentos dando respaldo teórico al gobierno. Este grupo de intelectuales orgánicos se reúne regularmente en la Biblioteca Nacional, cuyo director, Horacio González –invitado al evento en París- es uno de sus principales referentes.

La polémica que se ha generado con la delegación oficial al Salón del Libro de París no es nueva. Ya en Feria del Libro de Frankfurt del 2010, cuando Argentina fue también el país invitado,  se vivieron episodios similares. Además del tema de la lista, el gobierno, en aquella ocasión, eligió como sus símbolos culturales a Evita, Maradona, el Ché y Gardel, figuras sin ninguna relación con la literatura. Ante la polémica que se generó, el gobierno aceptó incluir a Borges y a Cortázar.

La figura convocante de la cita parisina, Julio Cortázar, también fue en el pasado el centro de polémicas de tipo político. Hoy vuelve a ser un escritor indiscutible, que concita nuevamente el entusiasmo después de una etapa de cierto olvido, tras su fallecimiento, el 12 de febrero de 1984. Había llegado a París en 1951, con 37 años, huyendo del ambiente opresivo del primer peronismo. Fue allí donde escribió gran parte de su obra, incluyendo Rayuela, su obra maestra.

Activo militante contra la terrible dictadura militar argentina –en realidad contra todas las dictaduras militares del continente-, puso el mismo énfasis en defender a Cuba y a la Nicaragua sandinista. Su último viaje a Buenos Aires, después de 10 años de su última visita y ya enfermo –moriría tres meses después-, fue cuando estaba por asumir Raúl Alfonsín. El viaje, de solo seis días de duración, le provocó una desilusión profunda ya que fue reconocido y aclamado por la gente, pero ignorado por el presidente electo –todavía no había asumido- Raúl Alfonsín. No hay una sola versión del por qué de este desencuentro. Alfonsín, años más tarde, lo achacó a un descuido de su secretaria y  se afirma que lo lamentó.

Polémica literaria en Argentina, teñida por la política