viernes. 19.04.2024

@jgonzalezok | Decía Adenauer: “Hay enemigos, enemigos mortales y compañeros de partido”. En la derrota, y después de 12 años de férreo control por parte de los Kirchner, el tradicional verticalismo se agrieta y se están manifestando actitudes de rebeldía propias del fin de ciclo. Cristina Fernández empieza a cosechar lo que sembró con tantos años de ordeno y mando y desprecio hacia muchos gobernadores que tuvieron que tragar saliva y acatar órdenes, única forma de recibir los fondos que el gobierno central manejaba de manera discrecional. A pesar de que se proclamaba el federalismo, el gobierno de los Kirchner fue ferozmente unitario.

Su transición del poder al llano encuentra al peronismo dividido, una debilidad que tenía hasta ahora la oposición, que será gobierno a partir del 10 de diciembre. Fuera del poder, el peronismo ya no contará con la caja del Estado como aglutinante, aunque seguirán teniendo cajas más pequeñas.

Al igual que sucedió tras la derrota de 1983, cuando Raúl Alfonsín venció en las primeras elecciones post-dictadura, el peronismo está desorientado, tratando de encontrar explicaciones al desastre, curar las heridas, e iniciar un nuevo curso. Una figura fuerte de aquellos años, que protagonizó la renovación, fue Antonio Cafiero. Hoy no hay un líder claro para encabezar esta regeneración.

Pero las mayores posibilidades pasan por los gobernadores que pudieron vencer en sus distritos y conservan poder territorial. Ahora mismo son 14, aunque esperan que otros cuatro vuelvan a su origen. La presidente Cristina Fernández está tratando de imponer su voluntad hasta el último día de mandato y aspira a conservar el control de su tropa. Pero se la identifica con la derrota y ya hay señales que indican que solo va a poder controlar un puñado de fieles a ultranza. Aunque quiso imponer la continuidad de la jefe del bloque en la cámara de Diputados, Juliana Di Tullio, el más probable es José Luis Gioja, ex gobernador de San Juan. El gobernador de Salta, Juan Manuel Urtubey –con aspiraciones presidenciales-, es otro claro dirigente que ve la necesidad de pasar la página.

Será dentro de la cámara baja donde se concentrará el kirchnerismo puro. La citada Di Tullio, que venía repitiendo que, ganase quien ganase las elecciones, Cristina Fernández sería “su única conductora”. También algunos históricos, como Carlos Kunkel y algunos ex ministros, así como los diputados de La Cámpora, encabezados por Máximo Kirchner, el hijo de la presidente, y el ministro de Economía, Axel Kicillof. Pero entre todos no llegarán a la mitad del bloque de diputados que sacó el Frente para la Victoria, sello electoral del peronismo/kirchnerismo.

Una incógnita todavía es si Sergio Massa, que resultó tercero en la primera vuelta de las elecciones, que rompió hace dos años con el kirchnerismo, está dispuesto a volver para encabezar la renovación. De ser afirmativa la respuesta, su principal aliado sería el ex gobernador de Córdoba, José Manuel de la Sota, con una amplísima trayectoria dentro del peronismo.

El veterano dirigente Julio Bárbaro, que rompió con el gobierno después de haber estado en el grupo inicial que llevó a Néstor Kirchner a la presidencia, escribió recientemente que los Kirchner “dejaron al peronismo en peor situación y crisis que el mismo Menem, que sin duda fue más frívolo pero menos perverso”.

Lo primero será renovar las autoridades del partido, con fecha prevista para mayo del año que viene. El actual presidente es Eduardo Fellner, ex gobernador de la provincia de Jujuy, que resultó derrotado en las últimas elecciones. Su figura, no obstante, fue meramente decorativa, ya que ni siquiera había reuniones del partido. La vida partidaria estos últimos años se limitó a ser correa de transmisión de las órdenes de la Casa Rosada. Y los militantes fueron movilizados para decorar los actos presidenciales. 

También habrá que depurar el padrón de militantes, para saber cuántos de los tres millones y medio largos son reales.

Pero los cambios de nombres no serán suficientes. Lo que parecen haber votado los argentinos al elegir a Macri es por un cambio a favor de más calidad institucional, respeto a la libertad de prensa, transparencia en el manejo de la cosa pública, competencia y compromiso sincero en la lucha contra la corrupción. Esperan eso del gobierno, pero también del peronismo, del que se espera también que actúe como una oposición constructiva.

Algunos sectores, sin embargo, parece que no le van a dar al futuro gobierno de Mauricio Macri ni los tradicionales 100 días de gracia. Hebe de Bonafini, presidente de una de las fracciones de las Madres de la Plaza de Mayo, aliada incondicional del gobierno saliente, ha sacado el hacha de guerra y prepara una manifestación para el mismo día 10 de diciembre, cuando se produce el cambio. Ha dicho que con Macri vuelve el enemigo a la Casa Rosada y anuncia que reiniciarán las Marchas de la Resistencia, que habían dejado de hacer durante los años del kirchnerismo. Otros sectores radicales, como el oscuro grupo Quebracho, también anunciaron resistencia al nuevo gobierno.

Hay también cierto temor a que se aprovechen las fiestas navideñas para promover saqueos, como ha sucedido en algunos de los últimos años. El diario Clarín informó estos días que hay información de los servicios de inteligencia que indicarían que organizaciones en la órbita del kirchnerismo, como la organización Tupac Amaru o Quebracho, estarían planeando un repliegue “con ruido”.

El todavía secretario de Seguridad, Sergio Berni, admitía hace un año que los saqueos eran parte de la cultura navideña en Buenos Aires y que no había que ser un experto “para saber que son provocados”. La gobernadora electa de la provincia de Buenos Aires, María Eugenia Vidal, acaba de declarar: “el fin de año pasado no hubo incidentes y teníamos similares niveles de pobreza, por lo tanto si los hubiera ahora con un nuevo gobierno, no queda más que pensar que hay intención política de desestabilizar”.

El peronismo deberá reinventarse después de la derrota