jueves. 18.04.2024

Después de las elecciones primarias del pasado 11 de agosto, en las que el kirchnerismo sufrió un descomunal varapalo, la primera reacción del gobierno de Cristina Fernández fue negar lo evidente: que había perdido 4 millones de votos y que del 54 % que había logrado en las presidenciales del 2011, se quedaba con un magro 26 %. Pero los estrategas de campaña se pusieron a trabajar y lanzaron una serie de medidas para tratar de seducir a los votantes que le dieron vuelta la cara al oficialismo.

Se empezó con medidas de tipo económico. Para aliviar el bolsillo de la gente, se tomaron decisiones que alivian la presión fiscal –una de las más grandes del mundo-, que combinada con la inflación, se estaba comiendo los sueldos y provocando un creciente malhumor social. En concreto, se elevó el mínimo no imponible en el impuesto a las ganancias, como venían reclamando de forma unánime todos los sectores, incluyendo al sindicalismo alineado con el gobierno.

Después se tomó una decisión que parecía imposible. Algunos funcionarios y candidatos acudieron a los estudios de TN, el canal de noticias del Grupo Clarín. Después de años de ningunear al periodismo no alineado con el gobierno y de acusar a Clarín de tener manchadas las manos de sangre, por los estudios del canal ya pasaron Richardo Echegaray, el poderoso jefe de la AFIP –la agencia recaudadora-, y los dos principales candidatos del gobierno en las elecciones legislativas de octubre, Martín Insaurralde y Daniel Filmus.

En sus declaraciones tuvieron que admitir cosas que hubieran sido una herejía solo semanas antes, como que en Argentina hay un problema grave de inseguridad o que la inflación real no es la oficial. No solo eso, se ordenó un despliegue de gendarmes en la provincia de Buenos Aires para hacer frente a la inseguridad del principal distrito electoral del país y se anunciaron miles de cámaras para luchar contra el delito.

Aunque el gobierno no se ha caracterizado en estos años por el diálogo con los sectores de la sociedad ajenos al oficialismo, la presidente lanzó una serie de reuniones sectoriales con empresarios y sindicatos, aunque excluyendo a los sindicatos opositores y al sector del campo, aunque es el motor de la economía argentina. En el último de estos encuentros advirtió que no debían tenerle miedo, que cada uno podía exponer sus ideas libremente.

Un paso más en la estrategia de campaña ha sido la decisión de la presidente de dar una entrevista cara a cara por televisión. La última había sido en el 2009. Claro que en ambos casos no encontró ningún cuestionamiento. En la de hace cuatro años, fue entrevistada por una actriz, muy popular –Soledad Silveyra-, pero el encuentro fue más que nada una charla de amigas.

En la última entrevista, el interlocutor fue Hernán Brienza, un periodista que hoy es hiperoficialista, que participa en actos de La Cámpora y otras organizaciones kirchneristas, que tampoco planteó ninguna de las cuestiones que, según las encuestas, preocupan mayoritariamente a los argentinos. Con gesto arrobado, más que preguntas, Brienza fue dando pie a la presidente para que hablase de la deuda recibida y de algunas generalidades, tipo qué es el kirchnerismo.

El diario Perfil, por cierto, rescató un artículo del periodista del año 2007, para la revista Noticias, titulado: Vidas y amores de Cristina, con el subtítulo de La verdad sobre su polémico título de abogada. En el artículo calificó a la ahora presidente de concheta (pija) y afirma que en sus años como legisladora era conocida como Madame Guillotine, “por su irascibilidad, autoritarismo y frontalidad”.

La entrevista, que se emitió por el canal 7 –público- y Radio Nacional, duró media hora y se anunció que el próximo sábado habrá una segunda parte. El tono amable contrastó con el habitual lenguaje bronco y confrontativo, cada vez más cerca de la caricatura de Eva Perón.

La agrupación juvenil La Cámpora, a quien muchos achacan parte importante del fracaso en las elecciones primarias, también parecen haber tomado nota. De los discursos encendidos están pasando a presentarse como “los pingüinos de la paz” en alusión al origen patagónico de Kirchner, “que queremos un país lleno de amor e igualdad”. Así lo dijo su dirigente, Andrés El Cuervo Larroque, aunque no se privó de culpar a “la prensa hegemónica” de mentir y demonizar a la juventud.

Las encuestas siguen dando malas perspectivas para el gobierno en las elecciones de octubre, en que se renueva la mitad de la Cámara de Diputados y un tercio del Senado. Descartada ya la posibilidad de que un buen resultado diera la posibilidad de plantear una reforma constitucional y poder habilitar a la presidente para un nuevo período, el principal objetivo del gobierno de Cristina Fernández es evitar una derrota que pueda considerarse humillante.

Le quedan aún dos años por delante –la mitad de su segundo mandato-, ya que las presidenciales son en el 2015. La mandataria acaba de declarar que aspira a terminar tranquila su segundo período. Pero las condiciones en que van a transcurrir estos años parecen ser bastante menos favorables. Las perspectivas de crecimiento en China, socio fundamental para los países de América Latina, van a golpear a las economías de la región y los expertos anuncian que se acabó el viento de cola. Alicia Bárcena, secretaria general de la CEPAL (Comisión Económica para América Latina) ha dicho que “el motor de la exportación ha empezado a decrecer” y que la región deberá acostumbrarse a un crecimiento mediocre a partir de ahora.

Uno de los países más afectados puede ser Argentina. No solo por China, también porque Brasil, principal socio económico argentino en la región, también se verá afectados por la situación del gigante asiático. Esta perspectiva económica y unos resultados en octubre desfavorables han llevado al oficialismo a reanudar sus advertencias de maniobras destituyentes. El fantasma del golpe ha sido reiteradamente utilizado por el kirchnerismo y ahora el caballo de batalla parece ser la presidencia de las dos cámaras del Parlamento, después de octubre. Mientras algunos sectores opositores anuncian que lucharán por los cargos, si el kirchnerismo pasa a ser minoría, en el gobierno sostienen que esto sería golpista.

El operativo seducción de Cristina Fernández