jueves. 25.04.2024
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@jgonzalezok / A los 92 años, murió en Buenos Aires Antonio Cafiero, un histórico dirigente peronista, el último que podía decir que había tenido un trato cotidiano con Perón y con Evita. Su historia política tiene un recorrido de décadas y hasta su muerte fue un referente.

Con 30 años, se convertiría en el ministro más joven de Perón, que le encargó la cartera de Comercio Exterior. Había conocido al general en 1946, siendo dirigente estudiantil, pero fue Evita la que lo impulsó en su carrera dentro del peronismo.

Como dirigente estudiantil había participado en el Congreso Latinoamericano que se celebró en Bogotá, en el año 1948, justo cuando estalló el llamado Bogotazo, por el asesinato del popular dirigente José Eliécer Gaitán. Al argentino le gustaba contar que había ayudado a llegar al aeropuerto a un joven cubano que había participado en las jornadas violentas, un tal Fidel Castro.

Cuando Perón fue derrocado, en 1955, pasó un año en la cárcel. Lo mismo sucedería en 1976, cuando la sangrienta dictadura militar derroca a Isabelita Perón. Cafiero se encontraba en Roma, a la espera de presentar sus cartas credenciales como embajador en el Vaticano cuando se produce el golpe. Regresó al país a pesar de que sabía que le esperaba también la cárcel o algo peor. Estuvo preso en el barco 33 Orientales, en el que tuvo como compañero, entre otros, a Carlos Ménem, futuro rival político.

Las elecciones de 1983, que ganaría Raúl Alfonsín, fueron una dura derrota para el peronismo, que se jactaba de no perder ninguna elección en la que no estuviera proscrito. Los dirigentes peronistas de la época, con su derrotado candidato presidencial –Italo Luder-  a la cabeza, vivieron tiempos difíciles, pero Antonio Cafiero tenía otra línea. En 1987 ganó las elecciones para gobernador de la provincia de Buenos Aires, sucediendo a Alejandro Armendáriz, de la UCR, el mismo partido del presidente Alfonsín.

En 1989 encabeza lo que se conoce como Renovación Peronista, un movimiento para la democratización del partido. Derrotó a la derecha mafiosa que lo gobernaba, con figuras como Herminio Iglesias. Pero acabaría perdiendo frente a su rival en ese movimiento, Carlos Ménem. Perdió la oportunidad histórica de ser presidente, cuando tenía todo para ganar la elección interna peronista, al impulsar, por primera vez, una votación en la que intervinieron con su voto directo todos los afiliados.

A pesar de la derrota y las diferencias ideológicas, ordenó a su gente colaborar con el nuevo gobierno ante la gravedad de la situación económica. También había tenido gestos de colaboración con el gobierno de Alfonsín.

Cuando éste enfrentó las rebeliones militares de los llamados carapintadas, Cafiero estuvo junto al presidente de dos formas. Mostrando su apoyo públicamente, en el balcón de la Plaza de Mayo (1987), donde la gente se había congregado para expresar su apoyo a la democracia. Y enviando mensajes a los rebeldes para que tuvieran claro que el peronismo no avalaría su actitud.

Cuando la situación económica era extremadamente difícil bajo el primer gobierno de la democracia, pidió que le organizaran una comida con Alfonsín. Al finalizar la misma, ambos se abrazaron y el presidente le dijo: “voy a necesitar de su ayuda”. A lo que Cafiero respondió que siempre podía contar con él. Una reacción generosa, pero inusual en Argentina, donde las discrepancias políticas son a menudo tan radicales que excluyen este tipo de actitudes.

Cuando murió Alfonsín, en abril del 2009, Cafiero hizo una confesión inédita para un peronista, al afirmar: “Yo tuve dos maestros en la vida que me enseñaron lo que sé o lo que mal sé, uno se llamó Juan Domingo Perón, el otro, Raúl Alfonsín”.  

El fin de su carrera política fue como senador, a los 83 años, coincidiendo con la llegada al poder de los Kirchner. Con la sabiduría de la edad y la convicción de estar de vuelta de todo, Cafiero rescató algunas políticas de estos años, aunque señaló que había una diferencia de estilo: “lo que separa a los Kirchner de Perón es el estilo, el maltrato, el destrato. Perón hubiese reunido a todos los políticos alrededor de una mesa, habría dialogado con todos. El trato de los Kirchner no ha sido feliz”.  

Peronista de la primera época y con una gran preparación intelectual, es uno de los pocos que puede dar la clave de qué es ese misterio que se llama peronismo. En declaraciones, hace unos años, al diario La Gaceta, de Tucumán, afirmó: “al peronismo hay que juzgarlo por el sentimiento que despierta. A nosotros nos une una cosa muy distinta a la doctrina, por eso siempre digo que el peronismo tiene algo de cuasi religión, porque en el fondo es un acto de fe”.

Murió Antonio Cafiero, un histórico peronista