martes. 19.03.2024
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Para el gobierno de Macri, la explicación sobre el descenso de la pobreza hay que buscarla en los datos positivos de los indicadores económicos

@jgonzalezok | Las últimas cifras del INDEC (Instituto Nacional de Estadísticas y Censo) le acaban de dar una buena noticia al presidente argentino, Mauricio Macri. Después de un importante aumento de la pobreza y la indigencia durante el primer año de su mandato (2016), los indicadores del año pasado registraron una mejoría notable, aunque sigue siendo intolerable la persistencia de tal nivel de desamparados.

En efecto, a fines de 2017, la pobreza alcanzaba al 25,7% de los argentinos (11,3 millones de personas), y la indigencia al 4,8% (2,1 millones). Comparando con las cifras del 2016, la pobreza bajó 4,6 puntos porcentuales y la indigencia 1,3 puntos. Estas cifras mejoraron, incluso, la situación respecto a la herencia recibida.

Las comparaciones con el final del gobierno de Cristina Fernández, fines del 2015, no pueden ser exactas, ya que durante su gobierno se produjo un apagón estadístico para ocultar los malos resultados en indicadores clave de la economía, como la inflación y la pobreza. El último ministro de Economía del gobierno anterior, Axel Kicilloff llegó a justificar el escamoteo de estos datos afirmando que, medir la pobreza, era “estigmatizante”.

El exjefe de Gabinete, Aníbal Fernández, dijo por su parte que el Estado no estaba para contar pobres y que en Argentina había “menos pobres que en Alemania” (sic). Pero mediciones privadas señalaron que, en el mejor de los casos, el gobierno anterior dejó el país con un 29% de pobres.

Para el gobierno de Macri, la explicación sobre el descenso de la pobreza hay que buscarla en los datos positivos de los indicadores económicos. El país viene creciendo durante siete trimestres consecutivos. La actividad económica fue especialmente importante en la industria y la construcción, gracias a los créditos hipotecarios y la obre pública. Igualmente hubo un aumento de la inversión. Consecuencia de todo esto creció el empleo, tanto el formal como el informal. También hubo un aumento en las prestaciones de los programas sociales, que acompañaron la inflación. Los salarios, por su parte, fueron superiores al aumento del costo de vida (27,5% frente al 24,8%).

Los datos conocidos ahora, buenos en cuanto significan sacar de la pobreza a casi dos millones de personas, no aseguran una bajada sostenida y permanente, por cuanto hay una pobreza estructural de la que será muy difícil salir sin medidas a largo plazo. Especialmente dramática es la situación del 4,8 % de la población (2,1 millones de personas), que viven en la indigencia, es decir, que tienen ingresos por debajo de la canasta básica de alimentos.

Para Agustín Salvia, investigador del Observatorio de la Deuda Social de la UCA (Universidad Católica Argentina): “la pobreza no se combate con transferencia de ingresos, los planes sociales no la resuelven. Son necesarios, pero no suficientes para lograr un futuro mejor. Uno de los pilares fundamentales es la educación”.

El jesuita Rodrigo Zarazaga, director del Centro de Investigación y Acción Social, y uno de los que mejor conoce el conurbano bonaerense, donde hay grandes bolsones de pobreza, recordó hace un tiempo en una entrevista con La Nación que, cuando se recuperó la democracia, en 1983, se eligió la política de transferencia de ingresos para enfrentar la pobreza y nunca se pasó a soluciones estructurales. Y señaló que la transferencia de ingresos “es más rápida, más fácil, paliás la urgencia y solucionás lo electoral, no hay incentivos para atacar a fondo”.

Hasta mediados de la década del 70 del siglo pasado, la pobreza fue un fenómeno limitado en Argentina. En 1975, cuando el país sufrió el primer plan de ajuste salvaje de su historia, conocido como el Rodrigazo (por el ministro de Economía, Celestino Rodrigo), era del 4,7%. Y al final de la dictadura (1983), del 6%. Fue en la década del 80, después de varios episodios de hiperinflación, cuando la pobreza se instaló en los grandes centros urbanos.

Con el gobierno anterior, después de más de una década “de modelo de matriz diversificada con inclusión social”, y de proclamar que protagonizaron “el crecimiento más impresionante de los últimos 200 años”, se acabó con casi 30 % de pobres. El país no aprovechó las inmejorables condiciones externas, cuando el precio de la soja, principal exportación del país, llegó a casi 600 dólares la tonelada. Hubo una fuerte disminución de la pobreza entre 2003 y 2011, pero a partir de ahí volvió a subir de forma sostenida.

La reducción de la pobreza es la gran apuesta de Macri para aspirar a la reelección, en el 2019. Sobre todo si el peronismo sigue sin encontrar un liderazgo que unifique las distintas familias que lo componen. La expresidente, Cristina Fernández, sigue siendo el gran obstáculo para la reunificación.

Macri presume con la disminución de la pobreza