sábado. 20.04.2024
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“Este sería el verdadero contenido de la historia de mi vida: sustituir la torpe invisibilidad bajo la capa mágica por la invisibilidad del sabio, que, conociendo, permanece constantemente desconocido.” (*)

Un ignorante, eso es lo que soy. Pensando equivocadamente que por conocer algo de la filosofía griega, un poco del pensamiento de la Escuela de Frankfurt y otro tanto de la de Palo Alto soy un tipo ilustrado. Que por leer periódicos diariamente, de diferente signo y color, desde el semanario Voz a Periodista Digital pasando por InfoLibreeldiario.es, desde abajo, El EspectadorPúblico o El País; o escuchar la radio o ver algunos programas de televisión, de RTVE Internacional o de Canal Capital RCN o Tele Sur, pasando por otras miradas o tendencias, soy una persona informada.

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"Origen". Fotografía de Beatriz Múnera

Que conozco el avión y el tren de alta velocidad, que disfruto de un teléfono celular de penúltima generación, que tengo computadora con internet, que viajo regularmente, subo en ascensor y puedo asistir al cine, al teatro o a conciertos, y visitar exposiciones y museos.

Pero a lo largo de mi vida apenas podré leer una ínfima parte de los libros publicados, ver una mínima parte de las películas producidas y visitar apenas un uno por mil de los territorios de la Tierra. Y aún así creo conocer algo de la historia de la Humanidad.

Además de que nunca me podré bañar en muchos de los grandes ríos, en la mayoría de las hermosas playas, subir a las cumbres más altas o ver un buen número de los monumentos, naturales o construidos, que nos cuentan nuestra propia historia.

Me doy cuenta que no sé casi nada, que desconozco muchas de las múltiples realidades que me rodean (y me refiero ahora solamente a las que en la actualidad, por geografía, me son más cercanas).

No sé leer dibujos en las piedras, no entiendo el significado del revoloteo de las mariposas, no comprendo el sentido de las formas de las nubes, no alcanzo a descifrar las estrellas, ni las huellas de los animales en la arena, ni los olores del aire, ni las crecidas de los ríos, ni los vuelos de los pájaros o los sonidos de los delfines.

Soy un ser minúsculo en un mundo gigantesco, un individuo cuya corta vida no me dará opción a conocer lo que quisiera, ni a las gentes y sus culturas, ni las selvas, ni los desiertos, ni las montañas, ni los océanos, ni los ríos, ni los bosques, ni…

No soy nadie para cuestionar siquiera a mi gente, como para intentar dar lecciones a pueblos que habitan territorios que les pertenecen desde hace siglos. Que los pueblan desde el respeto a los demás, leyendo las líneas de la existencia y conservando la naturaleza.

Pero me reafirmó en mi ateísmo, sobre todo frente a las religiones monoteístas y a la católica en especial. Cómo pervirtieron con sus miedos, sus pecados y sus salvaciones a las culturas que no profesaban sus creencias; culpas que trasladaron a gente noble que creía en sus dioses y que hablaban sus lenguas, oralidades que les fueron prohibidas por unos pacatos y patéticos religiosos de un dios intolerante.
No somos mejores ni peores, somos distintos. Unos diferentes que no valoramos a los otros si no es por sus riquezas. Y la fortuna está en el viaje interior por los ríos de la vida.

Una brújula, ¿para qué?

No basta solamente con viajar por un río (puede ser el Amazonas) y disfrutar de los beneficios de una planta (llámese “yakruna”), es necesario escuchar para no ser un “chullachaqui”, ese espíritu que vaga por el mundo en un tiempo sin tiempo.

Rescatemos nuestras canciones para que no se extingan, las de cualquier cultura, para encontrar los sonidos y los relatos, para ser un vagabundo de sueños, para sentir el lazo de la anaconda que bajó de la vía láctea. Para que nos salté el jaguar o nos abrace la serpiente.

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Un fotograma de "El abrazo de la serpiente", película de Ciro Guerra

La última película de Ciro Guerra, El abrazo de la serpiente, es algo de todo eso, “A través de la ficción uno crea para poder hablar. No es un documental, es una historia inspirada en eventos y también un modo de acercar a quien no entiende de esto. Es muy difícil para Occidente entender y acercarse a la manera de ver el mundo de esas culturas, y con la ficción eso se traduce.” (entrevista en El Espectador).

“El tiempo pasa y la sabiduría permanece. Cambia de formas y de ritos, pero en todos los tiempos reposa sobre el mismo fundamento: la incorporación del hombre a la naturaleza, al ritmo cósmico. Podrán llegar tiempos inquietos que reclamen una y otra vez la emancipación del hombre de ese orden, pero esa seudoliberación siempre conduce a la esclavitud, igual que el hombre actual, muy emancipado, es esclavo abúlico del dinero y de la máquina.” (*)


(*) Hesse, Herman (1975). Lecturas para minutos. Madrid, Alianza editorial.

Ignorancia