martes. 19.03.2024
pata
Momento en el que detienen a Juan Pablo Medina, más conocido como el Pata Medina.

“Si vienen por mí, si me detienen y me meten preso, les vamos a prender fuego la provincia”, llegó a amenazar el sindicalista Juan Pablo Medina

@jgonzalezok / Argentina acaba de vivir uno de los más bochornosos espectáculos protagonizados nunca por alguno de sus dirigentes sindicales, en su mayoría millonarios y mafiosos. En las últimas horas fue detenido Juan Pablo Medina, más conocido como el Pata Medina, responsable del sindicato de obreros de la construcción de la ciudad de La Plata (capital de la provincia de Buenos Aires) y alrededores, investigado por lavado de dinero, asociación ilícita y extorsión.

Lo extraño es que no haya sido imputado antes, dado su amplio historial. Saltó a la primera página de los periódicos el 17 de octubre de 2006, cuando sus hombres se enfrentaron a tiros con otros del sindicato de camioneros, en el curso del traslado de los restos de Perón a la Quinta de San Vicente, una de las residencias del general en el gran Buenos Aires.

Ese episodio lo pintó de cuerpo entero y ya dio noticias sobre el accionar mafioso que ha caracterizado su vida sindical. Pero se recuerdan otros hechos graves, que demuestran también la protección que sufrió estos años en distintos ámbitos, incluyendo al ex gobernador, Daniel Scioli, y al ex alcalde de La Plata, Pablo Bruera. Hace tres años fue detenido por la policía en un control de tráfico. El resultado, agredió a dos agentes, entre ellos una mujer policía, a la que fracturó el tabique nasal.

En el año 2000 protagonizó otro enfrentamiento a tiros con un grupo de albañiles que trabajaban en la ampliación de un supermercado, a los que quería desalojar para que sus puestos fueran ocupados por hombres que él controlaba. El saldo, treinta heridos y un año de cárcel.

Esa era la forma de actuación del Pata Medina: imponía a las empresas de la región la obligación de elegir entre la bolsa de trabajadores del sindicato. No solo eso, decidía cuántos obreros eran necesarios. Y exigía coimas o sobornos a los empresarios. Fueran grandes o pequeños, porque se conocen casos de exigencias del sindicato incluso en pequeñas obras familiares.

Ahora que la justicia decidió actuar, su reacción fue atrincherarse en la sede del sindicato y lanzar una soflama incendiaria: “Si vienen por mí, si me detienen y me meten preso, les vamos a prender fuego la provincia”. Y dirigiéndose a la cúpula de la CGT (Confederación General del Trabajo), afirmó: “Si quieren al Pata preso, que vengan. Hoy vienen por el Pata y mañana van a venir por ellos también. Por eso el movimiento obrero tiene que estar unido para dar la batalla necesaria”. A más de uno le ha recordado escenas de No habrá más penas ni olvido, la novela del inolvidable Osvaldo Soriano.

El secretario general de la UOCRA (Unión de Obreros de la Construcción de la República Argentina) a nivel nacional, Gerardo Martínez, enfrentado a Medina, hizo público un comunicado de repudio a cualquier práctica que desacredite la función gremial, apartándose del cumplimiento de la ley”. Y hay otros sindicatos poderosos, como el de camioneros, que tienen viejas disputas pendientes. El gobierno, por su parte, dijo que no hay más lugar para las mafias en los sindicatos.

El accionar mafioso de Medina llevó a la paralización de importantes obras en la provincia de Buenos Aires. El ministro de Trabajo de la provincia, Marcelo Villegas, aseguró que los costos de la construcción en la zona de influencia del sindicalista eran un 40 % más que el promedio nacional. Y en respuesta a algunos sectores que indican que esta sería una maniobra de advertencia del gobierno a los sindicatos ante una eventual reforma laboral, el funcionario afirmó: “Nadie está preso por defender los derechos de los trabajadores”.

El caso del Pata Medina recuerda al de Omar el Caballo Suárez, titular del sindicato de obreros marítimos, detenido hace exactamente un año, que extorsionaba a los barcos que transitaban por el Río de la Plata, y que construyó un imperio económico, evocando su amistad con la ex presidente Cristina Fernández (confesó que era su sindicalista preferido) y con el Papa Francisco, en honor del cual montó una radio que llamó así, Papa Francisco.

El último sindicalista argentino conocido sobre el que no hubo sospechas de corrupción fue Saúl Ubaldini, que en la década del 80 le hizo trece paros generales al presidente Raúl Alfonsín. Ubaldini, líder del pequeño sindicato de los cerveceros, había tenido antes una destacada participación en la lucha contra la dictadura militar. Y no vivía en ninguna mansión, como casi todos los gerifaltes de otros sindicatos, sino que lo hacía en un pequeño apartamento dentro de la sede de la CGT.

Lo normal han sido dirigentes sindicales rodeados de ejércitos de guardaespaldas, con fortunas imposibles de justificar y que generalmente armaron en base a empresas dirigidas por testaferros para hacer negocios con los propios sindicatos y con dineros de los propios afiliados. Imperios que levantaron con la complicidad de los gobiernos de turno. Incluso en épocas de dictaduras hubo sindicalistas que negociaron con los militares, como Augusto Timoteo Vandor en la década del 60, que planteaba un peronismo sin Perón.

Caídos el Caballo Suárez y el Pata Medina, muchos ojos se están volviendo ahora hacia Víctor Santa María, titular del poderoso sindicato de porteros. Como otros dirigentes sindicales, tiene su propio club de fútbol en el barrio porteño de Barracas (aunque también es activo en Boca Juniors) y es presidente del Partido Justicialista (peronista) en la ciudad de Buenos Aires. En los últimos años construyó un poderoso multimedio, el Grupo Octubre, comprando el diario Página 12, varias revistas (como la histórica Caras y Caretas) y dos radios. Gestiona dos teatros, cuenta con numerosos edificios de gran valor patrimonial en la capital argentina y también tiene la Universidad Metropolitana para la Educación y el Trabajo, que en 2013 fue inaugurada por la entonces presidente, Cristina Fernández, y el ex presidente brasileño, Lula.

Santa María es ahora investigado por operaciones sospechosas en Suiza por cuatro millones de dólares, detectadas por la Unidad de Información Financiera. El actual titular del gremio de los porteros heredó el cargo de su padre, José Francisco, que estuvo al frente del mismo entre 1985 y 2005. Lo que hace del sindicato un virtual bien familiar. Su condición de editor del único medio abiertamente opositor al gobierno de Macri, identificado con el kirchnerismo, le da una visibilidad importante. Y también una excusa a la hora de defenderse de las acusaciones: siempre puede argumentar que está siendo perseguido por razones políticas.

Una historia de sindicalistas mafiosos y pistoleros en Argentina