viernes. 19.04.2024
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@jgonzalezok | Los lazos comerciales de la familia Kirchner con un puñado de empresarios que crecieron desmesuradamente durante las presidencias de Néstor y Cristina, no eran un secreto. Los Kirchner practicaron un verdadero capitalismo de amigos. Y tuvieron socios y testaferros, sobre cuya actividad se conocen detalles cada vez más comprometedores.

Los nombres de Lázaro Báez (el gran beneficiado con la obra pública), y Cristóbal López (el zar del juego, que extendió sus negocios al petróleo y los medios), han vuelto a ser noticia estos días por diversos motivos, todos ligados a la corrupción. Ambos empresarios tienen en común su relación especial con los Kirchner y numerosos negocios con la familia presidencial. Y la complicidad del poder a la hora hacer negocios y de evadir al fisco.

Los argentinos pudieron ver en los últimos días imágenes de una cámara de seguridad en la que se ve a uno de ellos, Martín Báez (hijo de Lázaro), contando billetes de euros y dólares por un monto de al menos 9 millones. Son imágenes de finales del 2012, cuando el gobierno había instaurado el cepo al dólar, por el que era prácticamente imposible acceder legalmente a la divisa americana. Más allá de que era, evidentemente, dinero negro, y la justicia deberá investigar su origen.

Las imágenes eran de una financiera conocida como “La Rosadita”, ubicada en Puerto Madero, el moderno barrio cercano a la casa de gobierno, que serviría para lavar dinero del poder y que estaba controlada por Báez. Además de Martín Báez, aparecen en las imágenes Daniel Pérez Gadín, el contador o contable del empresario, y Walter Zanzot, director de la empresa de taxis aéreos de Báez, que sería el encargado de transportar el dinero a Uruguay, al sur argentino o a Punta Arenas (Chile). El destino final de este dinero sería Suiza, en algunos casos, y escondites en la Patagonia, en otros.

El anterior titular de la financiera, Federico Elaskar, que denunció que fue presionado para venderla, afirmó tras verse las primeras imágenes: “Van a ver desfilar a media Casa Rosada ahí dentro, era una cueva ultra mega vip”. El calificativo de cueva se usa en Argentina para designar los antros donde se mueve el dinero negro.

El mismo Elaskar lanzó acusaciones directas contra la ex presidente: “la lavadora número 1 es Cristina, en sus hoteles decía que tenía ocupado el 80 % de su hotel pero facturaba por 10 %, hacía ingresar su propia plata”. Afirmó que la financiera “era un lugar de recaudación para la familia presidencial”.

Mariana Zuvic, una tenaz opositora a los Kirchner, además de coprovinciana, alentó las sospechas de que Báez era en realidad un testaferro, al señalar que era “un cajero, una persona designada por Néstor Kirchner para custodiar su dinero, contarlo y guardarlo”.

El empresario Lázaro Báez y su mujer compartieron la última cena con Néstor Kirchner y Cristina Fernández en El Calafate, el paraíso patagónico en el que los Kirchner tienen un imperio hotelero. Horas después el ex presidente fallecía y su amigo Lázaro fue el encargado de construir una tumba de características monumentales. El empresario había conocido a Kirchner cuando éste era gobernador de Santa Cruz y Báez un simple empleado bancario.

Báez, que fundó su empresa constructora cuando Kirchner llega a la presidencia, fue beneficiado con casi toda la obra pública en la provincia de Santa Cruz. Dicha provincia, prácticamente despoblada, fue la que recibió mayor número de concesiones para construir carreteras: el 11,2 % del total, por encima de lo que se destinó a la provincia de Buenos Aires, donde vive la mitad de la población argentina.

Pero Báez adquirió notoriedad, además, por sus negocios conjuntos con los Kirchner y por haber alquilado a la familia presidencial miles de habitaciones de sus hoteles, una operatoria que está siendo investigada por sospechas de lavado de dinero. Sería, también, un retorno por los negocios conseguidos gracias a su cercanía con el poder.

Pero las relaciones con la ex presidente han entrado en crisis. Ricardo Echegaray, que durante años fue el responsable de la AFIP (el organismo responsable de la recaudación de impuestos), salió a decir que Báez terminaría preso. Y la gobernadora de Santa Cruz, Alicia Kirchner, cuñada de la presidente, declaró contra toda evidencia que su familia “jamás, pero jamás, fue socia de Lázaro Báez”. La respuesta del empresario fue: “Yo puedo explicar mi patrimonio, Echegaray no puede explicar su enriquecimiento”. Y lo mismo dijo en referencia a Alicia Kirchner.

En el caso del otro gran empresario beneficiado por los gobiernos pasados, Cristóbal López, se descubrió que defraudó al Estado por una cifra millonaria, con la complicidad de la AFIP y del citado Echegaray. Con el dinero que no ingresó de impuestos en sus negocios petroleros, compró medios de comunicación que puso al servicio del gobierno.

Tanto Báez como López alquilaron pisos, casas y plazas de garaje propiedad de los Kirchner, cuando es evidente que su poderío económico no necesitaba de este tipo de operaciones. También se da el caso de compras de propiedades de la familia presidencial. En todos los casos, como beneficiarios de obras públicas o de concesiones del Estado, son operaciones reñidas con el código de ética pública.

La ruptura de los Kirchner con Lázaro Báez quedó en evidencia cuando Alicia Kirchner, que asumió la gobernación de Santa Cruz en diciembre pasado, decidió rescindir todos los contratos pendientes con el empresario, que tuvo que cerrar todos los obradores que tenía en la provincia y despedir a 1.500 personas.

Aunque todos estos negociados habían sido ya denunciados, las imágenes de su hijo contando los millones de euros y dólares, complican aún más la situación de los Báez. Y se afirma que Lázaro estaría dispuesto a todo si su hijo acaba en la cárcel. Esto supone una preocupación para la ex presidente, Cristina Fernández, dada la intrincada relación comercial que la une con el empresario.

En el entorno del kirchnerismo se teme, sobre todo, que Lázaro Báez hable y se convierta en el primer arrepentido del kirchnerismo. Al mismo tiempo se trata de minimizar los escándalos. “No es delito contar plata”, dijo Aníbal Fernández, el último jefe de gabinete de Cristina Fernández. “Sólo se ve gente contando dinero”, manifestó la actriz Nancy Dupláa, a lo que el periodista Víctor Hugo Morales, una de las espadas mediáticas del anterior gobierno añadió que se contaba dinero como en una panadería se cuentan panes.

Se desató la guerra entre los Kirchner y sus socios y testaferros