viernes. 19.04.2024
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El kirchnerismo sueña con la vuelta, no solo por volver a tocar poder, sino también para lograr impunidad

El 2019 es año electoral en Argentina y en el mes de octubre las urnas pueden decidir nuevamente entre dos modelos de país: bien confirmarán al actual presidente, Mauricio Macri, o deciden una vuelta al pasado, de la mano de la ex presidente, Cristina Fernández de Kirchner. Ninguno de los dos llega en buenas condiciones y en el caso de la ex mandataria ni siquiera está confirmado que vaya a ser candidata. Se da por descontado que no mostrará sus cartas hasta el último momento, como suele ser habitual en ella.

Macri vivió este 2018, su tercer año de mandato, como una pesadilla marcada por la crisis. Y Cristina Fernández sigue arrastrando, desde su salida de la Casa Rosada, gravísimas acusaciones de corrupción. En solo unos días, dos fiscales pidieron que ella y sus hijos vayan a juicio por supuesto lavado de dinero, y por encabezar una asociación ilícita dedicada a recaudar sumas millonarias en sobornos.

La peor resolución judicial, conocida estos días, tiene que ver con la causa conocido como “los cuadernos de las coimas”, que es como en Argentina se denomina a los cohechos o sobornos. La Cámara Federal, es decir, ya una segunda instancia judicial, confirmó en general lo actuado por el juez Claudio Bonadio, quitando argumentos a la supuesta persecución política, en base a la conocida animadversión entre el juez y la ex presidente.

La resolución de la Cámara Federal afirmó que los cuadernos del ex chofer del ministerio de Planificación Oscar Centeno, que detalló nombres, direcciones, trayectos y fechas en la recaudación de los sobornos, eran “el más detallado que se pueda tener sobre una práctica de corrupción enquistada en el corazón del gobierno de la última década”, es decir los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner.

El escrito de los fiscales no dejó lugar a dudas: “Al asumir la presidencia de la Nación, Néstor Kirchner no solo habría traído consigo el modelo de gestión que desarrollara en sus años como gobernador de Santa Cruz, con él se importaría también un sistema de recaudación paraestatal centrado principalmente -por su volumen- en la concesión de la obra pública, sin descartar otras formas recaudatorias de ingresos espurios”.

Cristina Fernández fue elegida hace dos años senadora, lo que le da fueros e impide que se concrete la prisión preventiva que dictó el juez. Pero el Senado no está dispuesto a conceder el desafuero. Dicha cámara, en la que hay históricamente mayoría peronista, siempre actúa así. El ex presidente Carlos Menem (1989-1999), también peronista, sigue cómodamente instalado en su escaño a pesar de que fue condenado en firme por la venta ilegal de armas a Ecuador y Croacia durante su mandato.

En cualquier caso, el kirchnerismo sueña con la vuelta, no solo por volver a tocar poder, sino también para lograr impunidad. No en vano adelantan que, entre sus proyectos, está “la democratización de la Justicia”, que no es otra cosa que conseguir someter a jueces y fiscales, alineándolos con los intereses del gobierno. Algo que estuvieron a punto de conseguir durante el segundo mandato de Cristina Fernández.

De cara al electorado, se intenta instalar la idea de que hay “una nueva Cristina”. El principal operador de esta maniobra es Alberto Fernández, que fue jefe de Gabinete durante el gobierno de Néstor Kirchner y parte del primer mandato de Cristina. Estuvo mucho tiempo alejado de la ex mandataria, pero ahora trata de unir a todo el peronismo, con la idea de que ya no es aquella figura soberbia que castigaba a sus adversarios, fueran de la oposición o de su propio partido. Es una “Cristina herbívora”, dicen, aludiendo a aquella frase de Perón, cuando regresó del exilio, en 1973, cuando se presentó como un “león herbívoro”.

En las últimas semanas la ex mandataria ha multiplicado sus contactos políticos, aunque siempre en ámbitos privados. Es atenta con sus interlocutores, tiene gestos de humanidad que tratan de hacer olvidar el trato altivo y desdeñoso que solía conceder cuando su poder era inmenso. Y se ha mantenido en silencio, con muy pocas apariciones públicas, algo que siempre le dio buenos resultados en las encuestas.

El problema es que el peronismo está dividido en tres: el kirchnerismo puro, el llamado peronismo federal, en el que están numerosos gobernadores -que tienen tropa propia- y el llamado “massismo”, en referencia a Sergio Massa, que fue jefe de Gabinete de Cristina, pero que rompió en 2009. Solo unidos tendrían posibilidad de disputarle la presidencia a Macri, a no ser que antes de las elecciones se vuelva a vivir otra convulsión económica.

Es cierto que Macri está abocado a terminar su presidencia con un saldo muy negativo en términos sociales y económicos. Pero no es menos cierto que todos los presidentes de las últimas décadas también fracasaron: Alfonsín, Menem y De la Rúa, fueron barridos por devastadores episodios de hiperinflación. Y la propia Cristina Fernández sufrió momentos muy difíciles, como lo demuestran las convulsiones sociales con saqueos en los años 2012 y 2013, además de terminar su mandato con un tercio de la población por debajo de la línea de la pobreza, a pesar de una bonanza económica sin precedentes.

A pesar de que hay un núcleo duro de votantes de Cristina Fernández que son inmunes a las denuncias de corrupción, el kirchnerismo enfrenta estos días otro vendaval potencialmente peligroso. Varios miembros de La Cámpora, la organización juvenil que comanda su hijo Máximo, y que constituye el núcleo duro del kirchnerismo, enfrentan acusaciones por acoso sexual, provocando la crisis más grave que haya enfrentado la organización desde que nació, en 2008. Las denuncias de algunas antiguas militantes muestran cómo la organización protegió en su momento a los acosadores. La única mujer en la dirección de La Cámpora, Mayra Mendoza, tampoco reaccionó ni contuvo a sus compañeras.

Entre los denunciados están Jorge el Loco Romero, un senador provincial, mano derecha de Máximo Kirchner y el hombre más importante de la organización en la provincia de Buenos Aires. Y el máximo referente universitario de La Cámpora, Julián Eyzaguirre, presunto acosador y denunciado por violencia por su propia pareja, fue sacado de la primera línea para ser nombrado asesor legislativo por Mariano Recalde, otro dirigente importante de la organización.

Otra denunciante sumó el nombre de Juan Cabandié, un diputado hijo de desaparecidos que fue el ojo derecho de Néstor y Cristina. Marisol de Ambrosio afirmó que durante años las militantes callaron porque no convenía hablar de abusos en las filas kirchneristas, para no ser acusadas de traidoras al Proyecto Nacional: “Si nombramos a Juan Cabandié como uno de los más famosos acosadores de La Cámpora, conmigo lo hizo verbalmente y delante de todos en un campamento en Cañuelas, nos condenan a la esquina donde yacen los funcionales a la derecha”.

La primera reacción de Máximo Kirchner fue en un acto en el que afirmó: “Las organizaciones políticas, sociales, culturales y sindicales deben ponerse al frente de las demandas como las del colectivo de mujeres”. Pero una de las denunciantes consideró que no es suficiente, y que no podía dejar de saber lo que había estado pasando.

A pesar de este panorama lleno de complicaciones no hay que subestimar las posibilidades de Cristina Fernández, con dos fechas para tener en cuenta: 11 de agosto, cuando se celebrarán las elecciones primarias, y 27 de octubre, elecciones generales. Aunque lo más probable es que haya que esperar al 24 de noviembre, la segunda vuelta, para tener un resultado definitivo.

Cristina Kirchner juega con la posibilidad de su regreso