jueves. 25.04.2024
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@jgonzalezok / El pasado 25 de octubre los argentinos no pudieron elegir en primera vuelta a su presidente –sí otros cargos legislativos y provinciales- y fue necesario una segunda vuelta. En aquella ocasión, todos coincidían en que la única duda era si Daniel Scioli, el candidato oficialista, sería capaz de llegar al 45 % o sacar el 40 % con una diferencia de diez puntos sobre el segundo. La realidad fue que todos se equivocaron y que la diferencia entre los dos favoritos no llegó a los tres puntos. Peor aún, el peronismo perdió en sus principales bastiones, incluyendo la estratégica provincia de Buenos Aires.

Las encuestas para esta segunda vuelta indican un panorama totalmente distinto. Prácticamente todas le dan la victoria a Mauricio Macri, el candidato de la coalición opositora Cambiemos (PRO, UCR y Coalición Cívica). Pero las elecciones hay que ganarlas y la experiencia de la primera vuelta obliga a ser cautelosos con los pronósticos.

Se cierra este domingo un largísimo ciclo electoral, que se inició el pasado mes de enero con votaciones en algunas provincias. La mayoría de los ciudadanos llegaron a votar hasta seis veces. La larga campaña se fue envenenando y terminó con el candidato oficialista, Daniel Scioli, que siempre hizo gala del diálogo y el optimismo, acusando a su rival, Mauricio Macri, de las peores intenciones: devaluación, quita de subsidios y ayudas sociales, etc.    

Macri, por su parte, trató de despejar la idea de que con él se viene el neoliberalismo salvaje. En este sentido, el último día de campaña hizo un anuncio interesante. Dijo que su futuro ministro de Economía “va a tener un perfil desarrollista”. Aludió así a la experiencia del gobierno de Arturo Frondizi (1958-1962), que tuvo un sesgo industrialista y que planteó propuestas para enfrentar el deterioro de los términos de intercambio en el comercio internacional, que vuelve a ser un fantasma para la región de América Latina.

Macri añadió que habrá otros cuatro ministerios con la misma importancia que el de Economía: Agricultura, Infraestructura, Producción y Energía. Los cinco formarían un “gabinete económico equilibrado”. Es decir, se acabaría con la figura del superministro de Economía, o de un presidente que anula al ministro para ser el verdadero ejecutor de la política económica, como sucedió durante el kirchnerismo.

Los últimos días de la campaña estuvieron dominados por los planes de los dos candidatos respecto al dólar. Un bien escaso en Argentina, al punto que existe un cepo desde hace cuatro años, pese a lo cual las arcas del Banco Central están prácticamente a cero. Scioli asegura que en enero la divisa norteamericana estará a 10 pesos –en el llamado mercado blue o paralelo, está a 15-, lo que significa que seguiría retrasado. Pero desde su propio campo se reconoce que es insostenible y que, antes o después, hay que sincerar. Y se recuerda el reciente ejemplo de Brasil, donde Dilma Rousseff negó cualquier medida de ajuste en su campaña electoral, pero inmediatamente después de iniciar su segundo mandato comenzó con los recortes y otras medidas ortodoxas.

En el campo de Macri han sido más claros respecto a la necesidad de acabar con el cepo, lo que significaría devaluación y pérdida de poder adquisitivo de los salarios. También hablan de la necesidad de actualizar los precios de los servicios básicos, que están distorsionados. Hoy, tomar un café en Buenos Aires cuesta entre 25 y 30 pesos, pero el boleto de colectivo (autobús) cuesta solo 3,25, la factura de luz para una vivienda con una pareja apenas sobrepasa los 100 pesos, y la de gas no llega a los 80, en ambos casos con un consumo normal.

Pero estos subsidios, que se han mantenido en los últimos años, son la causa del enorme déficit –llegará al 7 % este año- y son regresivos. Benefician, sobre todo, a la clase media de Buenos Aires. Los más pobres, por ejemplo, no tienen gas natural, por lo que están obligados a comprar garrafas que no están subvencionadas. Y el transporte solo es subvencionado en la capital y el conurbano bonaerense, no en las provincias.

El candidato vencedor tendrá solo 18 días para negociar la transición, ya que asumirá el 10 de diciembre. Cristina Fernández está tratando de dejar la mayor tropa posible en el Estado, mediante la inclusión de miles de personas afines en todos los organismos públicos. En las últimas semanas se han nombrado incluso ocho nuevos embajadores. También se está intentando nombrar jueces y fiscales militantes, que le pueden ayudar en el futuro, cuando las causas por corrupción se activen con el nuevo gobierno, en caso de que sea Macri el vencedor. Es sabido, al menos en Argentina, que los jueces reactivan este tipo de sumarios cuando hay cambios en el poder.

El propio Daniel Scioli, que en los últimos ocho años fue gobernador de la provincia de Buenos Aires, cayó en el mismo tipo de práctica. Antes de dejar el cargo, envió al senado provincial una lista de 117 candidatos a jueces y pretende dejar una nueva Cámara de Casación Penal, que es la que se ocupa de los casos de corrupción. También quiere dejar una nueva cúpula en la policía provincial.

La transición se producirá en unas fechas complicadas. Diciembre ha sido en muchas ocasiones escenario de saqueos, coincidiendo con las fiestas navideñas. Y enero es el mes tradicional de vacaciones en el hemisferio sur. Cualquiera que sea el vencedor tendrá que aplicar rápidamente medidas económicas importantes. Más allá del tema del dólar, hay que tomar medidas para enfrentar la inflación, hacer creíbles las estadísticas y hacer crecer la economía, estancada desde hace cuatro años. Como telón de fondo, hay que encontrarle alguna solución al tema del conflicto con los fondos buitre, ya que sin solucionar este tema no se pude pensar en inversiones.

Del tamaño de la victoria del próximo presidente dependerá que los sindicatos le otorguen una tregua razonable. Ahí tendría ventaja Scioli, ya que son mayoría las organizaciones sindicales que le han manifestado su apoyo.

Argentina vuelve a las urnas con Macri como favorito