viernes. 29.03.2024
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El Jefe de Gabinete, Jorge Capitanich.

@jgonzalezok / Hay que seguir profundizando el modelo, fue la consigna que Cristina Fernández lanzó tras su reaparición postquirúrgica, el pasado 19 de noviembre. Pero habría que hacer caso al difunto Néstor Kirchner que cierta vez, en España, pidió a empresarios locales: “no miren mis labios, fíjense en mis actos”. Y es que la crisis está empujando al gobierno argentino a tomar una serie de medidas impensables hasta ahora, que lo alejan de la práctica de estos últimos diez años, bajo el signo de una especie de neorrealismo.

Las respuestas de los gobiernos neoliberales a las crisis que han azotado periódicamente a toda América Latina fue tradicionalmente la del ajuste, siguiendo generalmente las recomendaciones del Fondo Monetario Internacional (FMI). Las consecuencias fueron tarifazos, devaluaciones, recorte de gastos sociales, privatizaciones, desregulaciones, liberalización del comercio y una severa disciplina fiscal. Está lejos de ser la receta argentina, pero algunas de estas cosas están empezando a ser consideradas.

Dos hechos casi simultáneos están detrás de este cambio de rumbo. El primero de ellos, el revés en las elecciones legislativas de octubre, que clausuró la ilusión reeleccionista de Cristina; el otro, la enfermedad de la presidente, que la sacó de circulación varias semanas. Tras el regreso se produjo un cambio de gabinete que parece abocado a poner en orden la economía del país, desquiciada por la inflación –más del 25 %, la mayor en 10 años-, la pérdida de reservas -12.000 millones de dólares en lo que va da año- y el atraso cambiario –que conlleva pérdida de competitividad-, entre otras variables. 

Los encargados de llevar a la práctica esta nueva agenda son el nuevo Jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, un peronista conservador, y el ministro de Economía, Axel Kicillof, un joven académico de formación marxista que nunca fue peronista. La presidente, estratégicamente, ha dado un paso al costado y ha pasado de ser la protagonista excluyente, con inauguraciones y discursos casi diarios, a ser una referencia recluida en la residencia presidencial de Olivos. Su verdadero estado de salud se desconoce, más allá de que haya recibido el alta médica. Pero el hecho de que haya reducido su actividad, se controle incluso el tiempo de sus audiencias, y que no viaje, hacen pensar que la recuperación no es total.

Ahora es el Jefe de Gabinete el que habla todos los días. Tiene una cinta con la prensa a las 8 de la mañana, inaugurando un procedimiento inédito en este gobierno, donde los funcionarios han rehuido a los medios y solo hablaban con periodistas confiables. En declaraciones al diario La Nación, Capitanich dijo que su objetivo era “tener un modelo macroeconómico consistente, coherente y estructurado”. También aseguró que se cumpliría con todas las metas del presupuesto de 2014, incluyendo el superávit primario –aquel que excluye los intereses de la deuda- de 2,49 % del PBI. Las intenciones de poner orden en la economía no son nuevas. Tras las elecciones del 2011 se habló de implementar una sintonía fina, que llevaba aparejada una subida en la tarifa de los servicios y el transporte, prácticamente congelados durante años gracias a las millonarias subvenciones a cargo del Tesoro, que suponen un 5% del PBI. Pero aquél anuncio quedó en el olvido.

El giro ha comenzado con el dólar. “Quienes quieran ganar plata con una devaluación deberán esperar a otro gobierno”, dijo recientemente la presidente, Cristina Fernández, consciente de que una devaluación fuerte golpearía sobre todo los bolsillos de los asalariados. “El tipo de cambio de la Argentina es flotante”, matizó ahora el nuevo Jefe de Gabinete, Jorge Capitanich.

Pero la realidad es que se vienen produciendo mini-devaluaciones que intentan acercar la divisa norteamericana a su valor real. La brecha entre el dólar oficial y el negro llegó a ser del 60 %. Del 2004 al 2011 la divisa norteamericana subió menos del 10 % anual; en el 2012, trepó un 13 %; y este año ya alcanzó el  25 %. En los dos últimos meses la tasa de devaluación del peso fue superior a la inflación. El atraso cambiario –cuando los precios internos suben más que el dólar- ha hecho que Argentina se haya encarecido en estos años en términos internacionales.

Los subsidios a las tarifas de los servicios públicos y el transporte también están en la mira del gobierno y se anunció que se estudia el tema, aunque sin dar detalles. Hoy se calcula que, sin subsidios, servicios como luz y gas deberían estar un 300% por encima de su nivel actual, y el transporte urbano y suburbano un 200% más. Los subsidios permitieron estos años que la inflación no fuera mayor y también contener una posible explosión social, pero ahora la caja está mucho más vacía y el populismo necesita fondos, que escasean.  

La necesidad de dinero fresco para financiar nuevos yacimientos de petróleo, también ha llevado al gobierno por el camino del realismo. “Nos vamos a asociar con quienes tengamos que asociarnos, porque no tenemos prejuicios”, dijo Cristina nada más reaparecer. El yacimiento de Vaca Muerta, que cuenta con una de las reservas más importantes del mundo en petróleo y gas no convencional, es la gran esperanza argentina de volver a tener autoabastecimiento energético. Pero para conseguir socios se necesitaba el acuerdo con España para compensar por la estatización de YPF.

En este caso, se pasó de discursos incendiarios, en los que se reclamaba que era Repsol la que tenía que pagar por daños ambientales, al actual acuerdo. Fue el mismo ministro de Economía, Kicillof, el que habló en su momento de “los tarados son los que piensan que el Estado debe ser estúpido y cumplir lo que dice la propia empresa”.

En la agenda del gobierno argentino está también tratar de arreglar con el Club de París, con los fondos buitre, congraciarse con el FMI y reformular el INDEC (Instituto Nacional de Estadísticas y Censos) para volver a tener un índice de inflación creíble. Antes, ya hubo un acuerdo con cinco empresas que pleitearon con Argentina en el CIADI, el tribunal de arbitraje del Banco Mundial. Todo esto es necesario para buscar inversiones extranjeras, después de una década en la que Argentina no pudo acceder a financiación internacional, a pesar de las bajas tasas en los créditos ofrecidos por organismos internacionales de crédito. 

Argentina, la sombra del ajuste