Argentina: el macrismo y sus límites

Luego de las PASO ha ganado fuerza una discusi&oacute;n sobre lo que es y lo que representa el macrismo. En buena hora, porque sin conocer al adversario es imposible derrotarlo. Y, por a&ntilde;adidura, lo mismo acontecer&aacute; si quien pretende oponerse a sus designios y desea enfrentarlo no se conoce a s&iacute; mismo. Pero ahora nos interesa m&aacute;s internarnos en lo primero que en lo segundo, tarea que dejaremos para una pr&oacute;xima ocasi&oacute;n. Una nota de cautela Tengo la convicci&oacute;n que muchos an&aacute;lisis sobre el macrismo parten de una visi&oacute;n sesgada de lo ocurrido en las PASO. Se ha vuelto un lugar com&uacute;n, inclusive entre quienes critican a la derecha, hablar de una &ldquo;gran victoria&rdquo;, o de un &ldquo;triunfo contundente&rdquo; de Cambiemos, revelando m&aacute;s una suerte de contagio de la euforia montada por esa fuerza pol&iacute;tica la noche del domingo que un an&aacute;lisis riguroso de la realidad. Los datos que arrojan las primarias para elegir los candidatos a diputados en los 24 distritos del pa&iacute;s establecen que el macrismo se alz&oacute; con el 35,9% de los votos contra 21% del kirchnerismo y 15,2% del peronismo no kirchnerista. Por supuesto que hay otros elementos que refuerzan el mensaje de las cifras, como las importantes victorias obtenidas en bastiones del peronismo (Entre R&iacute;os, La Pampa, Santa Cruz, San Luis) o en distritos gobernados por partidos provinciales de gran arraigo, como Corrientes y Neuqu&eacute;n. Sin duda, un desempe&ntilde;o muy positivo pero que no alcanza para fundamentar calificaciones como las que se&ntilde;al&aacute;ramos m&aacute;s arriba. Sin ir m&aacute;s lejos, en las elecciones legislativas de 2013, el FPV obtuvo el 33,6% de los votos y a nadie se le ocurri&oacute; hablar, que yo sepa, de una victoria apabullante. De hecho, como se comprobar&aacute; en el siguiente cuadro, el desempe&ntilde;o de Cambiemos en las PASO es, en t&eacute;rminos porcentuales, inferior al obtenido por Alfons&iacute;n, Menem y Kirchner en 1986, 1991 y 2005 respectivamente, inferior al del PJ cuando era opositor a De la R&uacute;a en el 2003 y muy similar al obtenido por Cristina Fern&aacute;ndez de Kirchner en el 2013, aunque superior al que la presidenta obtuviera en el 2009, tras los fragores del conflicto por la 125. En otras palabras, la de Cambiemos es una elecci&oacute;n que en t&eacute;rminos generales est&aacute; por debajo del promedio aunque no es de las peores. Sin embargo, fue celebrada, por propios y ajenos, como si hubiera sido un &eacute;xito extraordinario.1 Misterios de la posverdad, seguramente&hellip; Los resultados se sintetizan en el siguiente cuadro: * Cifra del escrutinio provisional de las PASO, no estrictamente comparables con las dem&aacute;s. Lo anterior no le resta m&eacute;ritos a la victoria de Cambiemos pero redimensiona su importancia. Hay que tener en cuenta que, probablemente, sus guarismos se modifiquen a la baja una vez que se conozcan los escrutinios definitivos de la provincia de Buenos Aires y en menor medida de Santa Fe. El triunfalismo de los diagn&oacute;sticos predominantes contrasta llamativamente con la sobriedad de uno de los intelectuales org&aacute;nicos de la derecha argentina. Para Rosendo Fraga, pues de &eacute;l estamos hablando, estas primarias &ldquo;han dejado un resultado confuso, tanto en lo electoral como en lo pol&iacute;tico. En la suma nacional de votos &ndash;que nunca se present&oacute; oficialmente&ndash;, Cambiemos habr&iacute;a obtenido aproximadamente el 35%. Es la primera fuerza pol&iacute;tica en el &aacute;mbito nacional, pero m&aacute;s por la dispersi&oacute;n de la oposici&oacute;n que por un apoyo mayoritario&rdquo;.2 A lo anterior se suma el hecho, tambi&eacute;n observado por Fraga, de que si bien el oficialismo aumentar&iacute;a el n&uacute;mero de sus senadores y diputados en caso alguno llegar&iacute;a a la mayor&iacute;a en ninguna de las dos c&aacute;maras. Primera conclusi&oacute;n: est&aacute; bien reconocer los aciertos del adversario, pero est&aacute; mal acrecentarlos y hacerlos aparecer como m&aacute;s de lo que son. Se impone, por lo tanto, mayor parsimonia a la hora de comentar los resultados de las PASO. Menemismo y macrismo La segunda cuesti&oacute;n tiene que ver con algunos paralelismos que por momentos se insin&uacute;an entre el menemismo y el macrismo. Ciertamente que hay un tel&oacute;n de fondo que les es com&uacute;n. Ambos representan variantes de una reacci&oacute;n neoliberal ante los &ldquo;excesos&rdquo; del estatismo, en el caso de Menem o del populismo en el caso de Macri, pero las diferencias no son para nada insignificantes. Brevitatis causae, dir&iacute;a que hay cinco que conviene subrayar. Primero, Menem se apoyaba en un partido pol&iacute;tico, el PJ, que ten&iacute;a una abrumadora presencia nacional y un gran respaldo popular anclado en las conquistas hist&oacute;ricas del primer peronismo. Macri, en cambio, se apoya en Cambiemos, una heter&oacute;clita y sumamente vol&aacute;til alianza de fuerzas pol&iacute;ticas de derecha (y algunas de centro) que si bien al d&iacute;a de hoy es la &uacute;nica con presencia en los veinticuatro distritos del pa&iacute;s est&aacute; muy lejos de ofrecer la firme apoyatura que en los noventa el PJ le aport&oacute; a Menem. Puedo equivocarme pero tengo la convicci&oacute;n de que Cambiemos representa m&aacute;s que nada un pasajero estado de &aacute;nimo, un cierto humor social &ldquo;formateado&rdquo; por la oligarqu&iacute;a medi&aacute;tica, que todav&iacute;a est&aacute; lejos de ser una construcci&oacute;n pol&iacute;tica s&oacute;lida que pueda desembocar en la creaci&oacute;n de un gran partido de derecha. El tiempo dir&aacute; si esta hip&oacute;tesis se confirma o es refutada por el devenir de nuestra vida pol&iacute;tica. Pero, y esta es la segunda consideraci&oacute;n, Macri en cambio tiene a su favor algo que Menem jam&aacute;s tuvo: un formidable blindaje medi&aacute;tico que le ofrecen los medios m&aacute;s concentrados del pa&iacute;s y que cuentan con una capacidad de penetraci&oacute;n y de manipulaci&oacute;n de las conciencias que ni remotamente exist&iacute;a hace un cuarto de siglo. La debilidad de la construcci&oacute;n partidaria de la derecha es reemplazada, por ahora, con la fortaleza de un aparato de medios de comunicaci&oacute;n que, tal como lo anticipara Gramsci, puede en ciertas ocasiones y por un tiempo determinado actuar como el &ldquo;pr&iacute;ncipe colectivo&rdquo; o, como dec&iacute;a Engels, como el &ldquo;capitalista colectivo ideal&rdquo;. Pero es una situaci&oacute;n que dif&iacute;cilmente perdure en el tiempo y denota una indisimulable fragilidad pol&iacute;tica que Menem no ten&iacute;a y que le permiti&oacute; detentar el poder durante diez a&ntilde;os y medio. Tercero, las pol&iacute;ticas del menemismo coincid&iacute;an con las tendencias dominantes en Estados Unidos y en el capitalismo global. Eran los tiempos del apogeo del Consenso de Washington cuando para ganar elecciones hab&iacute;a que hacer p&uacute;blica profesi&oacute;n de fe neoliberal, como adem&aacute;s de Menem en 1995 lo hicieran Salinas de Gortari en M&eacute;xico, Fernando H. Cardoso en Brasil, Alberto Fujimori en Per&uacute; y Patricio Aylwin, Eduardo Frei hijo y Ricardo Lagos en Chile. Pero ese paradigma de pol&iacute;tica econ&oacute;mica hoy ha ca&iacute;do en desgracia con el ascenso de Donald Trump a la Casa Blanca y el neoliberalismo que permea todo el &ldquo;equipo&rdquo; de Macri da la sensaci&oacute;n de ser anacr&oacute;nico en m&aacute;s de un sentido.3 Cuarto, Menem pudo implementar su proyecto sin tener que v&eacute;rselas con una significativa oposici&oacute;n. Tanto es as&iacute; que luego de seis a&ntilde;os de privatizaciones, desregulaciones, desindustrializaci&oacute;n y r&aacute;pido aumento de la pobreza fue reelecto en 1995 con el 49,9% de los votos, y que la primera gran protesta popular contra sus pol&iacute;ticas tuvo lugar en Cutral-C&oacute; en 1996, &iexcl;siete a&ntilde;os despu&eacute;s de iniciado su programa econ&oacute;mico! La raz&oacute;n es f&aacute;cil de comprender: Menem llega a la Casa Rosada luego de la devastaci&oacute;n producida por la hiperinflaci&oacute;n de 1989 y la tremenda crisis econ&oacute;mica que destruy&oacute; empleos, reconcentr&oacute; el ingreso y borr&oacute; del mapa a infinidad de peque&ntilde;as y medianas empresas. Es decir, inicia su mandato una vez consumada una enorme derrota de las clases y capas subalternas. Macri encuentra una econom&iacute;a con muchos problemas &ndash;inflaci&oacute;n, d&eacute;ficit fiscal, estancamiento econ&oacute;mico&ndash; pero con una poblaci&oacute;n cuyas condiciones de existencia hab&iacute;an mejorado (en alg&uacute;n caso sensiblemente), empoderada por una conjunto de nuevos derechos econ&oacute;micos, sociales y culturales y en donde el movimiento popular conserva todav&iacute;a una capacidad de respuesta con la que Menem nunca tuvo que lidiar.4 Por eso a los pocos meses de iniciado su mandato, Macri se enfrent&oacute; a un c&uacute;mulo de protestas &ndash;si bien desarticuladas y sin contar con el apoyo de los organizaciones gremiales tradicionales&ndash; que han ido subiendo de tono a medida que los efectos de sus pol&iacute;ticas de &ldquo;eutanasia de los pobres y los viejos&rdquo; y el cierre de oportunidades para los j&oacute;venes se sienten cada vez con mayor intensidad. Quinto y &uacute;ltimo, Menem pudo hacer y deshacer casi a voluntad durante sus a&ntilde;os en la Casa Rosada porque a lo anterior sumaba su abyecta sumisi&oacute;n al imperialismo norteamericano, que le ofrec&iacute;a un &ldquo;paraguas protector&rdquo; que Macri no tiene porque Estados Unidos ya no est&aacute; en condiciones de ofrecer.5 Si en los noventa ese pa&iacute;s experimentaba un auge sin precedentes con la desintegraci&oacute;n de la Uni&oacute;n Sovi&eacute;tica y su victoria en la Guerra Fr&iacute;a, quedando como la &uacute;nica superpotencia del planeta e ilusion&aacute;ndose con que el siglo veintiuno ser&iacute;a &ldquo;el siglo americano&rdquo;, la &eacute;poca actual est&aacute; marcada por el inocultable comienzo de un proceso de declinaci&oacute;n &ndash;reconocido por autores tan diversos como Zbigniew Brzezinski, Noam Chomsky, Chalmers Johnson y Tom Engelghardt entre muchos otros&ndash; merced a lo cual la otrora inexpugnable &ldquo;superioridad americana&rdquo; ya es cosa del pasado. Macri se enfrenta a un mundo mucho m&aacute;s complejo y amenazante que el de los noventa y en donde la redistribuci&oacute;n del poder mundial y la emergencia de nuevos centros de poder econ&oacute;mico, pol&iacute;tico y miliar (China, Rusia, India, entre otros) y el debilitamiento de Europa hacen que aun con el ferviente apoyo de Washington la viabilidad de sus pol&iacute;ticas est&eacute; marcada por la incertidumbre. La construcci&oacute;n de una nueva hegemon&iacute;a De todo lo anterior brota una tercera consideraci&oacute;n, relacionada con la construcci&oacute;n de una duradera hegemon&iacute;a macrista o de derecha en la pol&iacute;tica argentina. Son muchos los observadores y analistas que auguran su futura concreci&oacute;n, pero la realidad aconseja ser muy cautelosos con estos pron&oacute;sticos. Primero, porque la hegemon&iacute;a, como dec&iacute;a Gramsci, &ldquo;nace de la f&aacute;brica&rdquo; o, si se quiere, del &eacute;xito de un modelo econ&oacute;mico. El que est&aacute; intentando poner en marcha Macri es tan incoherente y contradictorio que dif&iacute;cilmente podr&iacute;a ser el fundamento de una construcci&oacute;n hegem&oacute;nica perdurable. Adem&aacute;s, al cabo de m&aacute;s de un a&ntilde;o y medio sus resultados han sido decepcionantes, por decirlo con diplomacia. Miguel &Aacute;ngel Broda, uno de los m&aacute;s connotados &ldquo;gur&uacute;es&rdquo; de la City porte&ntilde;a, fue lapidario cuando sentenci&oacute;, pocos meses atr&aacute;s: &ldquo;Ac&aacute; no hay plan A ni plan B, esto es insostenible en el largo plazo&rdquo;.6 El equipo econ&oacute;mico es cualquier cosa menos un conjunto armonioso en donde todos tiran en la misma direcci&oacute;n. La improvisaci&oacute;n y los disparates est&aacute;n a la orden del d&iacute;a: desde un endeudamiento a cien a&ntilde;os, que constituye una brutal e irresponsable estafa intergeneracional perpetrada precisamente por la ausencia de un plan, hasta las alucinantes declaraciones del ministro de Hacienda asegurando veinte a&ntilde;os de prosperidad para la Argentina, algo que ning&uacute;n colega suyo en Noruega, Finlandia o Nueva Zelanda se atrever&iacute;a a profetizar, mucho menos en Estados Unidos u otros pa&iacute;ses europeos. Afirmaciones absurdas como esta, sobre todo en un pa&iacute;s tan inestable e imprevisible como la Argentina, dan la pauta de que estamos en manos de una ceocracia que ignora por completo el car&aacute;cter inherentemente c&iacute;clico de las econom&iacute;as capitalistas, para ni hablar de las teor&iacute;as que explican su peculiar comportamiento. En segundo lugar, la construcci&oacute;n de una nueva hegemon&iacute;a supone la capacidad del grupo dirigente de ofrecer una &ldquo;direcci&oacute;n intelectual y moral&rdquo; al resto de la sociedad, y la derecha no puede asegurar ni la una ni la otra. Adem&aacute;s, quien tenga pretensiones hegem&oacute;nicas &ndash;cosa bien diferente de tener &ldquo;capacidad hegem&oacute;nica&rdquo;- tiene que estar dispuesto a hacer concesiones significativas a las clases y capas subalternas en aras del bienestar colectivo para que el aspirante a hegem&oacute;n pueda ser visto, otra vez con Gramsci, &ldquo;como la vanguardia de las energ&iacute;as nacionales&rdquo;. El macrismo en cambio aparece como la vanguardia de los intereses de las grandes corporaciones cuyos representantes han colonizado, bajo el gobierno de Cambiemos, las alturas del aparato estatal. &iquest;Una derecha democr&aacute;tica y republicana? Una impostergable reflexi&oacute;n, la cuarta, debe necesariamente someter a escrutinio el supuesto democratismo y la adhesi&oacute;n a los valores republicanos de la derecha argentina. Digamos de entrada que la derecha, desde la Revoluci&oacute;n Francesa hasta hoy, nunca fue democr&aacute;tica, si es que la palabra democracia conserva a&uacute;n alg&uacute;n sentido. Ni en Europa ni en Estados Unidos, y mucho menos en Am&eacute;rica Latina. Es preciso distinguir liberalismo de democracia. La derecha abraz&oacute; al primero, luego de una larga batalla contra los bastiones del orden conservador, pero jam&aacute;s adhiri&oacute; a la democracia. Sus grandes te&oacute;ricos lo fueron del liberalismo, no de la democracia. Esta se fue construyendo a pesar &ndash;y no con el favor&ndash; de la derecha, en una lucha centenaria signada por peri&oacute;dicas regresiones autoritarias &ndash;los fascismos europeos, por ejemplo&ndash; y, en la periferia del sistema capitalista, por frecuentes ba&ntilde;os de sangre y feroces dictaduras. Los sujetos de la democracia fueron las clases y sectores populares, comenzando por las capas medias a mediados del siglo XIX y siguiendo por las distintas fracciones y estratos del universo popular: los obreros fabriles, los campesinos, el &ldquo;pobretariado&rdquo; urbano (Frei Betto), las mujeres y, en algunos pa&iacute;ses, los j&oacute;venes y los pueblos originarios. Estas tentativas fueron implacablemente combatidas por la derecha, ilegalizando a sus principales actores; reforzando los aparatos coercitivos del estado; sancionando legislaciones represivas; desterrando, encarcelando o asesinando sus l&iacute;deres y provocando golpes de estado cada vez que la &ldquo;amenaza democr&aacute;tica&rdquo; aparec&iacute;a incontenible. Todo esto, adem&aacute;s, haciendo gala de un racismo, una xenofobia, una homofobia incompatibles con el esp&iacute;ritu democr&aacute;tico. La historia argentina es pr&oacute;diga en ejemplos de todo esto. El padre fundador del neoliberalismo, Friedrich von Hayek, dec&iacute;a que el libre mercado era una necesidad y la democracia una conveniencia, aceptable siempre y cuando no interfiriese con el primero. Las burgues&iacute;as de todo el mundo aceptaron a rega&ntilde;adientes los avances de la democracia bajo dos condiciones: uno, cada vez que la correlaci&oacute;n de fuerzas se inclinaba decisivamente hacia el campo popular &ndash;y en este sentido la sola presencia de la Revoluci&oacute;n Rusa fue decisiva para el avance de ese proceso en Europa y, m&aacute;s indirectamente, en el Tercer Mundo; y, dos, cuando la democracia fue vaciada de su contenido radical sintetizado en la c&eacute;lebre f&oacute;rmula de Abraham Lincoln: &ldquo;gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo&rdquo; y reemplazada por otra que asimila la democracia al &ldquo;gobierno de los mercados, por los mercados y para los mercados&rdquo;. Creer que la derecha se ha convertido en un actor democr&aacute;tico porque, en un alarde de oportunismo demag&oacute;gico, ahora se ha maquillado y suavizado su discurso es una peligrosa ilusi&oacute;n7. Su dominio antidemocr&aacute;tico se ha perfeccionado con lo que Noam Chomsky denomina &ldquo;estrategias de manipulaci&oacute;n medi&aacute;tica&rdquo;, es decir, el imperio de la &ldquo;posverdad&rdquo; en sus medios y en su discurso. Como bien recuerda Mar&iacute;a P&iacute;a L&oacute;pez, al macrismo es post-democr&aacute;tico: &ldquo;puede encarcelar sin ley, echar jueces con la argucia de demorar un acto de asunci&oacute;n, omitir votos, suspender conteos&rdquo; y, agregar&iacute;amos nosotros, criminalizar la protesta social.8 Pero la derecha tampoco es republicana, pese a que se ufana d&iacute;a a d&iacute;a en proclamar su republicanismo discursivo que no resiste la prueba de los hechos. Desde el intento de designar a dos jueces de la Corte Suprema por decreto hasta el desconocimiento de la resoluci&oacute;n de la Comisi&oacute;n Interamericana de Derechos Humanos exigiendo la liberaci&oacute;n de Milagro Sala pasando por la &ldquo;picard&iacute;a&rdquo; de suspender al Camarista Eduardo Freiler con una trampa leguleya y administrativa (que si se hubiera hecho durante el kirchnerismo las denuncias y la griter&iacute;a de los custodios de la rep&uacute;blica habr&iacute;an sido escuchadas hasta en J&uacute;piter) hasta el vicioso ataque en contra de la Procuradora Alejandra Gils Carb&oacute; y la inacci&oacute;n estatal ante la desaparici&oacute;n de Santiago Maldonado a manos de las fuerzas represivas del estado hablan de un republicanismo &ldquo;para la tribuna&rdquo;, de labios para afuera y de m&aacute;s que dudosa credibilidad.9 Si a esto le agregamos la involuci&oacute;n neocolonial de un gobierno que en el flanco internacional ha cedido posiciones en todos los frentes, desde Malvinas hasta la Unasur, pasando por todas las instancias intermedias como el abandono del proyecto ARSAT III, su gris desempe&ntilde;o en el G20 y su triste papel como mandadero de Washington para hostigar a Venezuela, comprobaremos la &ldquo;insoportable levedad&rdquo; de su democratismo y su republicanismo. Sobre todo si como lo ha hecho el gobierno de Macri se asumen como propias la agenda exterior, las prioridades y los intereses de Estados Unidos, en desmedro de nuestra viabilidad como naci&oacute;n soberana y due&ntilde;a de su destino. Y esto es suficiente para desechar cualquier pretensi&oacute;n de la derecha de embanderarse con la democracia porque esta tiene como condici&oacute;n sine qua non la soberan&iacute;a popular, que se convierte en una piadosa ficci&oacute;n ante la ausencia de soberan&iacute;a nacional. Y si hay algo a lo que el macrismo y toda la derecha argentina han renunciado es a preservar un m&iacute;nimo de autodeterminaci&oacute;n nacional en aras de forjar una nueva &ldquo;relaci&oacute;n carnal&rdquo; con el veleidoso emperador que tiene al mundo en vilo. Por lo tanto, esa derecha no puede ser democr&aacute;tica, por m&aacute;s que su fachada y sus rituales se esfuercen por dar la impresi&oacute;n contraria. Y tampoco es genuinamente republicana. Conclusi&oacute;n Esta es la fisonom&iacute;a sociopol&iacute;tica del macrismo, un r&eacute;gimen que descansa m&aacute;s en la productividad pol&iacute;tica de los poderes f&aacute;cticos que en las instituciones de la democracia. Estos tambi&eacute;n son sus l&iacute;mites. Contener la arremetida de la derecha y frustrar sus planes no ser&aacute; tarea sencilla. Requerir&aacute; una enorme acumulaci&oacute;n de poder popular, de voluntades plebeyas que se sumen a un proyecto de recuperaci&oacute;n democr&aacute;tica y nacional que s&oacute;lo podr&aacute; ser exitoso si se construye &ldquo;desde abajo&rdquo; y democr&aacute;ticamente hasta en sus menores detalles. No s&oacute;lo eso: tambi&eacute;n deber&aacute; efectuarse un ejercicio autocr&iacute;tico que establezca un balance realista de los aciertos y desaciertos del kirchnerismo, para profundizar lo que se hizo bien, corregir lo que se hizo mal y hacer lo que no se hizo (por ejemplo, una reforma tributaria o la nacionalizaci&oacute;n del comercio exterior, entre otras iniciativas). Deber&aacute;n asimismo forjarse nuevas estructuras organizativas del campo popular sin ninguna clase de hegemonismos puesto que de la derrota del 2015 nadie sali&oacute; indemne. Adem&aacute;s, deber&aacute; librarse una en&eacute;rgica batalla de ideas para contrarrestar los efectos narcotizantes de la oligarqu&iacute;a medi&aacute;tica puesta al servicio de la restauraci&oacute;n conservadora. S&oacute;lo esto nos permitir&aacute; encarar las luchas que se avecinan con alguna perspectiva de &eacute;xito. No es hora de pesimismos. Aqu&iacute; conviene recordar una vez m&aacute;s la f&oacute;rmula gramsciana: &ldquo;pesimismo de la inteligencia, optimismo de la voluntad.&rdquo; Y recordar tambi&eacute;n que no es la primera vez que el pueblo argentino desbarata los planes de sus opresores. Atilio A. Boron, director del Centro Cultural de la Cooperaci&oacute;n Floreal Gorini (PLED), Buenos Aires, Argentina. Premio Libertador al Pensamiento Cr&iacute;tico. 1 No son estrictamente de &ldquo;medio t&eacute;rmino&rdquo; pues dado que el mandato presidencial hasta la reforma constitucional de 1994 era de seis a&ntilde;os, Alfons&iacute;n y Menem tuvieron dos elecciones de diputados nacionales. A partir de 1995 s&oacute;lo una. 2 &ldquo;Unas PASO que gana el Gobierno, pero que no resuelven interrogantes&rdquo;, en http://www.nuevamayoria.com/index.php?option=com_content&amp;task=view&amp;id=5409&amp;Itemid=39 3 Un ejemplo: luego de la tan promocionada visita del vicepresidente de EEUU Mike Pence, el gobierno de Donald Trump, un &ldquo;amigo&rdquo; del presidente Mauricio Macri, impuso fuertes aranceles a la exportaci&oacute;n argentina de biodiesel que pr&aacute;cticamente la sacaron del mercado estadounidense. Ver http://www.lanacion.com.ar/2055674-eeuu-impuso-fuertes-aranceles-y-dejo-... 4 Lo cual no quita que pese a las pol&iacute;ticas sociales puestas en marcha por CFK no se hubiera podido reducir significativamente un n&uacute;cleo duro de pobreza que oscilaba en torno al 30% de la poblaci&oacute;n y que fue el destinatario principal de las activas pol&iacute;ticas de promoci&oacute;n social aplicadas en aquellos a&ntilde;os. Este sector no sali&oacute; de la pobreza pero al menos fue beneficiado por numerosas pol&iacute;ticas compensatorias que hoy est&aacute;n siendo poco a poco recortadas, aunque el gobierno sabe muy bien que si se excede en su af&aacute;n ajustador puede provocar una reacci&oacute;n popular imposible de controlar. Hay que comprender que aun dentro del oficialismo hay un sector que entiende los riesgos que entra&ntilde;a un recorte salvaje a las pol&iacute;ticas sociales mientras que otro, arraigado en el gabinete econ&oacute;mico, sostiene en l&iacute;nea con los te&oacute;ricos del neoliberalismo, que el trabajo no es un derecho sino un privilegio que muchos no merecen disfrutar. Esto est&aacute; en concordancia con una reflexi&oacute;n que peri&oacute;dicamente aparece en Estados Unidos acerca del pobre que merece ayuda del gobierno y el que no (el undeserving poor ), que lo es por su holgazaner&iacute;a, su vida disipada y sus vicios. El supuesto, obvio, es que la pobreza no es el resultado natural de la econom&iacute;a capitalista sino el reflejo de la constelaci&oacute;n de actitudes, creencias y valores de los individuos. Eso es lo que los salva o los condena, no el sistema. 5 Esta es una met&aacute;fora utilizada por Joseph Schumpeter para referirse a la protecci&oacute;n que la aristocracia inglesa le ofrec&iacute;a a la burgues&iacute;a en su fase de ascenso a cambio de conservar sus privilegios y su control de la C&aacute;mara de los Lores en el Parlamento brit&aacute;nico. 6 http://www.infobae.com/economia/2017/04/18/miguel-angel-broda-un-modelo-economico-como-el-actual-no-es-estable/ No muy diferente es la opini&oacute;n de otro de los economistas de consulta obligada de los capitalistas argentinos, Jos&eacute; Luis Espert, tal como se refleja en sus numerosas intervenciones p&uacute;blicas a trav&eacute;s de la prensa, la radio y la televisi&oacute;n. 7 El texto de Jos&eacute; Natanson, que tuvo el m&eacute;rito de abrir este debate y formular algunas atinadas observaciones, plantea de manera radical la tesis del car&aacute;cter democr&aacute;tico de la derecha. Ver su &ldquo;El macrismo no es un golpe de suerte&rdquo;, en P&aacute;gina/12, 17 de agosto de 2017. Disponible en: https://www.pagina12.com.ar/56997-el-macrismo-no-es-un-golpe-de-suerte Un aporte fundamental para analizar este tema se encuentra en la obra de Ellen Meiksins Wood, Democracia contra capitalismo. La renovaci&oacute;n del materialismo hist&oacute;rico (M&eacute;xico DF: Siglo XXI, 2000). Un par de libros de nuestra autor&iacute;a se encuentran en la misma l&iacute;nea: Estado, capitalismo y democracia en Am&eacute;rica Latina (Buenos Aires: CLACSO, 2003) y Tras el B&uacute;ho de Minerva. Mercado contra democracia en el capitalismo contempor&aacute;neo (Buenos Aires: Fondo de Cultura Econ&oacute;mica, 2000), ambos disponibles para descarga gratuita en diversos sitios de internet. 8 &ldquo;Qu&eacute; hay de nuevo, viejo?&rdquo;, en P&aacute;gina/12, 21 de agosto 2017, https://www.pagina12.com.ar/57928-un-nuevo-proyecto-hegemonico 9 Ver el an&aacute;lisis de este tema en el libro de Ezequiel Adamovsky, El cambio y la impostura. La derrota del kirchnerismo, Macri y la ilusi&oacute;n PRO (Buenos Aires: Planeta, 2017) pp. 19-63. Art&iacute;culo publicado en Alainet