viernes. 19.04.2024

Tal vez eso sea exagerado, no es todo el planeta pero sí una gran parte, esa parte que más me afecta por lo que nos une y lo que me comparte.

Infiernos sociales y políticos

Nuestros países están regresando al infierno de la represión, de la exclusión, de la violencia contra los de siempre por parte de los mismos, los poderosos que no se han ido, que seguían ahí, dormidos, esperando el momento para imponer nuevamente su dictadura. Algo que no habían dejado de hacer pero que envolvieron en un fino y débil papel “de regalo democrático”.

Las calles de ciudades latinoamericanas se han venido incendiando con las violentas y desproporcionadas respuestas de las fuerzas policiales (palizas, violaciones e incluso asesinatos) contra manifestantes que ejercen su legítimo derecho al disenso, que protestan pacíficamente contra decisiones injustas que perjudican a quienes menos tienen para seguir beneficiando a los que tienen de sobra.

Sus legítimas denuncias y quejas son como cantos desde los andamios que buscan alcanzar las estrellas, cantos con sentido que palpitan en las venas para seguir gritando las verdades verdaderas.

Es más de lo mismo, es el fin de la historia, de la fábula de un sueño por el que muchas y muchos lucharon e incluso perdieron la vida. Las y los que se la jugaron ayer, se arriesgan hoy y se expondrán mañana ven cómo el mundo no ha cambiado tanto y si lo ha hecho ha sido para peor. Los derechos civiles, las libertades públicas y la democracia continúan siendo una fachada tras la que se esconde la avaricia, la corrupción y el poder de quienes manejan los hilos.

Parece que todo sigue siendo cada día más feo y que, pese a las luchas y las sangres derramadas, debajo de los adoquines no estaba la arena de la playa.

Infiernos imaginarios

El poder y los medios siguen construyendo los imaginarios para que todo permanezca igual. Haciéndonos creer que algo cambia para que todo siga como siempre; centrando el foco de la atención mundial en lo que quieren que se sepa y conviene a sus intereses y ocultando lo que no desean mostrar.

Sentimos que nada cambia, ni lo superficial ni lo profundo, ni el modo de pensar de los que gobiernan el mundo. Pero queremos cambiar el rumbo sin perder la esperanza y el amor por otro planeta posible y más justo.

La mirada terciada también incendia las redes y las sociedades. Qué es si no esa insistencia sobre algunos líderes sociales que no se “ajustan” a los designios del gran hermano y son atacados día sí y día también.

Por estas fechas es el presidente electo de Bolivia al que acusan de anclarse al poder. Puede que sea hora de un cambio, pero que se dé por deseos de la ciudadanía y no de poderes externos. Repasen la historia y verán que no se ha denunciado con la misma insistencia a otras y otros que han mantenido las riendas de sus países por mucho tiempo: Menem dirigió la Argentina por una década; Fujimori ejerció su poder por dos lustros en Perú; Pinochet dominó Chile durante diecisiete largas vueltas al Sol; González permaneció en el gobierno de España por trece años; en Alemania, Kohl estuvo dieciséis años y Merkel lleva ya catorce, o en Gran Bretaña, la señora Thatcher estuvo más de once y el señor Blair diez años.

Infiernos deportivos

Los incendios también prenden los partidos de fútbol. El “clásico” del llamado “deporte rey” busca cambiar de fecha de celebración para evitar el fuego, por seguridad. Seguridad, ¿de quién? ¿De un grupo de millonarios en pantalón corto o del público que paga por ir a verlos? Tildados de centralistas los unos y de independentistas los otros, en el fondo son lo mismo, unos privilegiados que, políticamente, están más cerca del dinero que de la gente.

Por nuestros cielos

Así está la realidad social de nuestros territorios, al menos la que recibe la cobertura mediática. Tristes noches si las palomas que surcan nuestros cielos equivocan el vuelo y no navegan rumbo a nuestro Sur, a nuestras raíces. Porque queremos volver a pisar las calles nuevamente, liberar las plazas y no tener que llorar por los ausentes. Para que no nos quemen la vida y que los infiernos nos esperen en la otra, si es que existe y podemos alcanzarla. Pedimos la vuelta de los libros y de las canciones, más poesía y menos policía. Por el derecho de vivir en paz con justicia social.

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