sábado. 20.04.2024

Esta refriega electoral que nos ocupa en Madrid, con la carga de centralismo y de soberbia que siempre tiñe la actualidad madrileña, se ha ido despeñando por la pendiente del absurdo, la zafiedad y la demostración palpable de que sí, que hay opciones que son genéticamente demócratas y que hay otras cuya vocación democrática no llega para cubrir, con estirados harapos, el uniforme y el correaje de algunos.

Hay quien ha recorrido toda la escala de indignidad y de la ausencia de empatía y perspectiva sobre la espantosa realidad que nos está tocando afrontar y que, sin embargo, se presenta como la vanguardia de las políticas sociales, pero la cuestión, hoy, no radica tanto en la elección de las siglas sino en comprometerse de hoz y coz con la democracia.

Vox se ha colocado allí donde algunos no teníamos ninguna duda de que lo encontraríamos y eso no es sorpresa para mi. Es posible que algunos se hayan sorprendido, pero es bueno que cada cual muestre su naturaleza sin tapujos ni comedimientos. ¿De verdad alguien puede dudar de la esencia, de la verdadera naturaleza de este partido que se nutre de la historia más destilada, pura y edulcorada del franquismo? Es como si alguien tratara de extraer a Bildu del universo etarra: un absurdo. Otra cosa es la evolución personal de cada quien respecto al análisis de la historia desde la que proyecta su presente.

Cuando se oyen quejas sobre la realidad política, cuando algunos tratan de uniformizar diciendo que todos los políticos son iguales, hay que levantar la mano pidiendo la palabra para decir que ni mucho menos, que no todos son iguales y que hay que dejarlo muy claro. El 4 de mayo Madrid elige gobierno, pero elige mucho más: elige un modelo de convivencia, de respeto, de sana discrepancia -radical discrepancia sin desprecio ni mala educación - en la que cada quien se sienta en la obligación de demostrar que su proyecto es mejor sin pensar que el que no opina como él se merece recibir o bien una paliza o un tiro.

El 4 de mayo hay que votar para que a los niños se les llame otra vez niños respetando su verdadera naturaleza y su inocencia más absoluta sin que nadie pretenda oscurecer todavía más la tragedia de sus vidas con la despersonalización, la persecución y la ausencia de un futuro para sus ya lastradas vidas.

Hay que votar, siempre hay que votar y asentar la sociedad en la tranquilidad y en el ámbito del respeto y la reflexión abierta; hay que votar, siempre hay que votar y entender que lo que votas es solo una opción, una de las muchas opciones posibles y que, quizás, no la vuelvas a votar en el futuro.

El 4 de mayo debemos, los que somos demócratas, votar, votar otra vez aunque estemos cerca de tener que votar “in artículo mortis”. Esperemos que estas elecciones no sean un avance de lo que deberemos afrontar dentro de dos años y que entonces, todo haya cambiado a mejor, más relajado, más suave, más armónico y mucho más rico en la exposición de las ideas en lugar de los exabruptos.

Votar, siempre votar