martes. 19.03.2024
CIS
Foto: Público

En demasiadas ocasiones se observan los acontecimientos políticos a través de la farfolla de unas cuantas impresiones. En lugar de examinar los datos contradictorios que ofrece una realidad fragmentada y compleja que no es fácil desentrañar, nos dejamos llevar por la intuición o la fabulación. Ni los partidos políticos ni sus militantes parecen acostumbrados a convivir con la complejidad de la sociedad a la que exhortan sin escucharla; en la práctica del funcionamiento interno de todos los partidos prevalecen los hiperliderazgos sin cortapisas ni contrapesos y no parece existir ningún aprecio por la duda, la pluralidad de hipótesis o el debate como herramientas necesarias en el proceso de la toma de decisiones.

La lógica de la confrontación electoral intensifica las tendencias a acallar las diferencias internas, simplificar los mensajes y resaltar las propuestas que amplían el campo propio y achican el de los partidos más próximos. Más aún en una crispada confrontación electoral, como la que ya estamos viviendo, en la que esos espacios de representación se están moviendo y sus fronteras, tanto en el lado de la derecha como en el de la izquierda, son vulnerables.  

Viene esto a cuento de la rapidez o superficialidad con la que se ha despachado la información en bruto que nos proporciona el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) en su último Barómetro de septiembre y lo poco que se está utilizando para saber cómo es, cómo se ve y qué piensa la sociedad de los hechos y los actores que deambulan por el actual escenario político, tras el fracaso de las negociaciones para la formación de un gobierno progresista, la irresponsable repetición electoral que la mayoría de la ciudadanía repudia y en vísperas de unas nuevas elecciones generales que tienen mucho más de aventura incierta que de cálculo o propósito consciente.

Para dar unas pinceladas sobre la importancia de la información que proporciona el último Barómetro del CIS me referiré a siete puntos (hay muchos más que han sido sacrificados en esta breve relación) que muestran el gran interés de examinar los datos y tendencias que ofrece:

Uno. El enfado de la ciudadanía con la política y los partidos políticos es generalizado y monumental: el 76 ,9% de las personas encuestadas considera que la situación política es mala o muy mala, peor aún que la situación económica (el 50% la considera también mala o muy mala). Un 45,3% valora que “los/as políticos/as en general, los partidos políticos y la política” se encuentran entre los principales problemas que debe afrontar España, sólo superado por el paro (60,0%) y muy por encima de los problemas de índole económica (25,3%) o de corrupción y fraude (25,1%) que le siguen a gran distancia en una pregunta muy abierta que admite múltiples respuestas y que concluye en una larga lista de problemas.

El 76 ,9% de las personas encuestadas considera que la situación política es mala o muy mala

Dos. Hay un porcentaje significativo de las personas que votaron en abril al PSOE y a Unidas Podemos que no volverán a votar el 10N con la misma papeleta: un 6,0% en el caso del PSOE y un 13,5% en el caso de UP señalan que la probabilidad de votar a la misma opción política es nula o muy escasa (se sitúan entre el 0 y el 3 en una escala de 0 a 10). Porcentaje al que habría que sumar una parte de las que dicen tener dudas (sitúan la probabilidad entre el 4 y el 6), 23,5% entre los votantes del PSOE y 31,6% entre los votantes de UP. Sólo en Cs se produce un mar de fondo de descontento con su partido más intenso que en UP. Hay un amplio sector de votantes progresistas y de izquierdas que están más o menos arrepentidos de lo que votaron en abril. Fenómeno que se repite entre los votantes de derechas, con un malestar algo mayor en los votantes de Cs que en los de UP y en los del PP y Vox en relación a los del PSOE. Los relatos que intentan señalar a los otros como responsables únicos o principales de la repetición electoral sólo sirven para reforzar las creencias de los convencidos de antemano, al tiempo que dificultan que los partidos rectifiquen y entablen un diálogo con los votantes que expresan mayores dudas y niveles de hartazgo y buscan certezas y garantías de que los partidos a los que voten no van a hacer lo mismo ni propiciarán un nuevo bloqueo político en el que las derechas tendrían mucho que ganar.

Hay un porcentaje significativo de las personas que votaron en abril al PSOE y a Unidas Podemos que no volverán a votar el 10N con la misma papeleta

Tres. La inmensa mayoría de los votantes del PSOE y de UP manifiesta que no se abstendrán el 10N y que la probabilidad de que vayan a votar es grande: un 81,1% de los votantes del PSOE y un 84,3% de los de UP sitúan esa probabilidad entre el 7 y el 10 (en una escala entre 0 y 10 en la que el 10 supone la total seguridad). Lo más curioso de esta baja intensidad de la pulsión de abstenerse es que, incluso entre las personas que se abstuvieron en abril, hay un porcentaje significativo que puede ir a las urnas en las próximas elecciones, un 22,5% de las personas que se abstuvieron entonces consideran ahora que es bastante probable (entre 7 y 10) que vayan a votar en noviembre; porcentaje al que habría que añadir otra parte de los abstencionistas de abril (un 14,6%) que tiene mayores dudas sobre si acudirá esta vez a las urnas y sitúa la probabilidad de votar entre el 4 y el 6. De confirmarse esta tendencia, se podría alcanzar una tasa de participación parecida a la muy alta del 28A (un 75,75% del electorado, 9,27 puntos más que en la de 2016) y se produciría una sorprendente transformación en voluntad de votar de la crisis de representación política y del descomunal cabreo de la ciudadanía.

En estas elecciones se podría alcanzar una tasa de participación parecida a la muy alta del 28A: un 75,75% del electorado

Cuatro. La valoración política que hacen de Pablo Iglesias los votantes de UP es dispar: un 15,3% hace una valoración mala o muy mala (en una escala de 1 a 10 sitúan su valoración entre 1 y 3), la mayoría (42,4%) la consideran regular (entre 4 y 6), mientras un porcentaje algo menor (41,3%) la valoran como buena o muy buena (entre 7 y 10). La valoración política que recibe Pedro Sánchez de los votantes del PSOE es más homogénea y favorable: un 8,9% la califica como mala o muy mala, mientras la mayoría, un 50,1%, la define como buena o muy buena. Otro dato importante es que la valoración que hacen los votantes de UP del líder del PSOE es mucho mejor que la de los votantes del PSOE respecto a Pablo Iglesias: el 33,5% de los votantes de UP hace una valoración política mala o muy mala de Sánchez, mientras entre los del PSOE la valoración mala o muy mala de Iglesias alcanza el 52,3%. Lo que parece indicar que la permeabilidad y el posible trasvase de votos desde UP al PSOE son mayores que en dirección contraria. Los intentos de centrar el debate en la imputación de las culpas pasadas, en lugar de en garantizar a la ciudadanía y a sus votantes mayores dosis responsabilidad en su actuación futura, no demuestran hasta ahora ninguna eficacia.

La permeabilidad y el posible trasvase de votos desde UP al PSOE son mayores que en dirección contraria

Cinco. A la hora de autodefinir su posición en el eje izquierda-derecha, los votantes del PSOE y UP se parecen mucho más de lo que la agria confrontación actual permitiría pensar. En los dos casos, sus votantes se colocan mayoritariamente en posiciones de centro-izquierda, con una mayor inclinación de los de UP hacia la izquierda. Claramente diferenciados, en ambos casos, de las posiciones de derechas en las que se sitúan los votantes de Cs, PP y Vox. En una escala de 1 a 10, en las posiciones extremas de la izquierda (1 y 2) se sitúan el 14,6% de los votantes del PSOE y el 39,1% de los votantes de UP; en posiciones de izquierdas más templadas (3 y 4), el 55,2% del PSOE y el 46,6% de UP; y en el centro político (5 y 6), el 20,4% del PSOE y el 9,5% de UP. Muy pocos votantes del PSOE (8,2%) o de UP (4,1%) rehusaban posicionarse en ese eje izquierda-derecha y optaban por un no sabe o no contesta. Cuando los mismos votantes hacen el ejercicio de situar en esa misma escala al partido por el que han votado, lo sitúan en posiciones más centradas, en el caso del PSOE, o en posiciones más extremas de izquierdas, en el caso de UP. Lo que no deja de ser sorprendente o, al menos, curioso.

Los votantes del PSOE y UP se colocan mayoritariamente en posiciones de centro-izquierda

Seis. No resulta fácil identificar, con la información que proporciona el Barómetro de septiembre, cuál de las dos formaciones progresistas tiene mayores simpatías entre votantes de las clases trabajadoras o de los sectores sociales que sufren mayores riesgos de pobreza y exclusión social. Pero lo más interesante es que esas fronteras tampoco están bien definidas en el caso de las tres derechas. Téngase en cuenta, por ejemplo, que Vox es el partido en el que más peso relativo tienen los votantes que trabajan o los que están en paro, que CS es el partido en el que mayor peso relativo tienen los asalariados que cuentan con un contrato fijo o que el PP cuenta con el mayor porcentaje de pensionistas entre sus votantes.

El PP cuenta con el mayor porcentaje de pensionistas entre sus votantes.

Siete. Las personas que viven en los hogares más pobres (ingresos netos mensuales del total de las personas que conviven en el hogar inferiores a los 900 euros) tienen un mayor peso entre los votantes del PSOE (suponen un 16,4% de sus electores) y del PP (15,4%) que entre los de UP (un muy inferior 6,9%), que se sitúa cuatro décimas por debajo del que suponen en Vox y un punto porcentual por encima del peso relativo que alcanzan en Cs. Entiéndase bien, no significa sólo que las personas más pobres votan preferentemente por el PSOE y el PP, sino también que entre los votantes del PSOE y del PP estos votantes pobres tienen un mayor peso relativo que en UP y los dos nuevos partidos de derechas. Aunque, en realidad, el principal partido de los votantes más pobres es la abstención (un 18,7% de las personas que no votaron el 28A pertenecían a los hogares que disponen de menos de 900 euros al mes). Entre los votantes que viven en hogares con ingresos netos mensuales de entre 900 y 2.400 euros, las tornas cambian y tienen más peso en UP (45,0%) que en el PSOE (39,7%); al igual que entre las personas que viven en los hogares que ingresan más de 2.400 euros, con un mayor peso relativo en UP (17,2%) que en el PSOE (13,4%). Y algo parecido ocurre cuando la variable que se considera es la de los ingresos personales netos de los votantes.

El principal partido de los votantes más pobres es la abstención

Los puntos anteriores son algunos ejemplos de la mucha y valiosa información que nos ofrece el CIS sobre cómo son los votantes progresistas, cómo se ven y qué piensan sobre las negociaciones fallidas y la próxima disputa electoral. Las estimaciones de voto que contiene el Barómetro de septiembre, por el contrario, sirven de poco. Lo fundamental está por decidir y es posible que en las nuevas elecciones obtengan la victoria las tres derechas o se produzca una nueva versión del bloqueo político sufrido; pero lo más probable sigue siendo un reparto de votos entre izquierdas y derechas similar al del 28A, con el notable cambio que supone la incorporación al escenario político de Más País, que puede convertirse en un socio necesario en la posible configuración de un gobierno progresista. Las campañas electorales en marcha parecen olvidar que, en el mejor de los casos, si los resultados electorales permiten la formación de un gobierno progresista, el diálogo, las cesiones y los pactos entre las tres izquierdas serán imprescindibles.

La plasmación de unos u otros escenarios de negociación dependerá del desarrollo de la campaña electoral y de acontecimientos políticos o económicos que aún no se han hecho presentes, la sentencia sobre los líderes independentistas presos en primer lugar, pero hay otros muchos factores de crisis que pueden materializarse en las próximas semanas. De las respuestas que ofrezcan las distintas opciones políticas y de su capacidad de dialogar con el conjunto de la ciudadanía y los votantes de izquierdas que se consideran estafados por la repetición electoral, desde una posición de escucha activa, en lugar de refugiarse en la trinchera de las regañinas y la culpabilización de los otros, dependerá un resultado electoral que se juega en la capacidad de ofrecer estabilidad política, confianza y garantías a los votantes progresistas de que su voto no irá de nuevo a la papelera y servirá para la formación de un gobierno progresista.

Es importante que las llamadas a la participación electoral se acompañen de una mayor exigencia a los partidos políticos y sus líderes para que precisen su posición y se comprometan a no bloquear de nuevo la formación de un gobierno progresista.  

Las novedades y restricciones que supone la información que proporciona el Barómetro de septiembre del CIS en la peculiar y trascendente coyuntura electoral que vivimos deberían ser de obligada consideración por los partidos políticos y sus militantes. No está clara la victoria de las fuerzas progresistas; tampoco se puede despreciar la posibilidad de que se repita un incomprensible e irresponsable bloqueo político que ofrezca nuevas cartas al PP o a Cs para participar en el diseño de un nuevo gobierno de gran coalición o gran centro que proporcione estabilidad sin las políticas progresistas que demanda la mayoría social. Por eso es tan importante que las llamadas a la participación electoral se acompañen de una mayor exigencia a los partidos políticos y sus líderes para que precisen su posición y se comprometan a no bloquear de nuevo la formación de un gobierno progresista.  

Para algunos, la información que proporciona el Barómetro del CIS le resultará tan extraña o nociva que la considerarán una burda manipulación del PSOE y Tezanos. Y en lugar de apreciar esos datos como una herramienta útil en la tarea de definir objetivos y propuestas políticas en la tóxica campaña electoral en la que nos han embarcado, preferirán tener en cuenta exclusivamente los datos, noticias y encuestas que cuadran bien con su relato y su propaganda. Malos tiempos para el análisis, los distingos y matices o el debate, a los que habrá que sobreponerse si se quiere conseguir tras el 10N un gobierno progresista con un programa gubernamental que responda a las necesidades de la mayoría social y cuente con el apoyo y la cooperación del conjunto de fuerzas políticas y sociales progresistas y de izquierdas.

Votantes y nuevas elecciones según el CIS