jueves. 25.04.2024

Según uno de los comentaristas de RTVE que cubría el desfile de las FFAA con motivo de la festividad del 12 de octubre, en los prolegómenos del mismo se producía un hecho para el locutor de la Primera “tradicional” en este solemne acto: la pitada a los presidentes de gobierno socialistas.

Una derecha que ha monopolizado el concepto de nación hasta el punto de que aquellos que se oponían a sus intereses y designios eran tildados de antipatriotas y antiespañoles

Es un ritornello que nace en el calor carpetovetónico y casposo de un microclima creado en el backstage de la Castellana de exaltada carcunda donde el franquismo sociológico se reencuentra con los iconos más acogedores para su extemporáneo ideario. En el exordio del desfile, un público alimentado por un atrezo de “novios de la muerte” y una fecha que rememora “raza” y desplante real a la espada de Bolívar, desactivando moralmente la ingente obra de independencia americana, con lo cual también seguimos ahorcando al general Riego en Tudela, componen la expresión de un fantasmagórico patriotismo, que diría Ortega, que carece de horizonte al modo que lo razonaba María Zambrano, es decir, como la incapacidad de la conciencia para albergar enteras ciertas realidades que en otro espacio más amplio y modulado serían puras e inequívocas. 

La Transición y el denominado consenso no sirvió para conciliar esa España dual propiciada por la derecha retardataria,  sino para la transfiguración de lo que debía ser la representación de los excluidos y maltratados por el caudillaje; no se trataba en el fondo de que el régimen asumiera la voz de los que eran considerados la antiespaña, sino que los anatematizados como antipatriotas asumieran como propio todo el imaginario, la simbología, el sesgo psicológico de un sistema que destilaba la negación de ellos mismos.

Porque como proclamaba Manuel Azaña, todo lo que nos une como españoles pasa por reconocer que cosas que han pasado por antiespañolas han sido, y son, en realidad españolísimas. Sin embargo, el régimen político vigente se fundamenta en esa asfixiante unanimidad que lo hace incompatible con el pluralismo cultural y político dentro de la unidad de soberanía del Estado.

Borges decía que al destino le agradan las repeticiones, las simetrías, pero en el caso de España, más que el destino, es el conservadurismo más recalcitrante, en nuestro país no existe otro, el que durante doscientos años ha paralizado la historia hasta poder concluir con Azorín que vivir en España es hacer siempre lo mismo.

Una derecha que ha monopolizado el concepto de nación hasta el punto de que aquellos que se oponían a sus intereses y designios eran tildados de antipatriotas y antiespañoles. Pero volviendo a  Manuel Azaña, para el político complutense nadie tiene derecho a monopolizar el patriotismo y nadie tiene derecho, en una polémica, de decir que su solución es la mejor porque es la más patriótica; se necesita que, además de patriótica, sea acertada. Y nada tan acertado como remover el óxido de lo pretérito.

La tradicional "pitada" a los presidentes de gobierno socialistas